Image: La placidez de la sociedad, a la cuneta

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Escenarios

La placidez de la sociedad, a la cuneta

21 septiembre, 2012 02:00

Un momento de la representación de Naturaleza muerta en una cuneta

El lado oscuro de la sociedad llega a los escenarios del CDN. En esta ocasión no lo hace a través de los eternos temas de los grandes títulos del teatro, sino de la mano de un pequeño crimen de esos que aparecen en las páginas de sucesos de los periódicos. Esta es la base de Naturaleza muerta en una cuneta, una obra negra de Fausto Paravidino que la compañía K Producciones, con el inquieto Adolfo Fernández al frente, estrena esta noche en la sala Francisco Nieva del Teatro Valle-Inclán de Madrid.

La obra del autor italiano mira hacia la plácida sociedad de cualquier país europeo. Hasta que un suceso inesperado sacude la alfombra y airea la porquería hasta entonces tapada. Eso llega con la aparición de un cadáver en una cuneta de una joven de una localidad provinciana. Es el de una niña bien de la zona, una chica de 21 años, hija de un arquitecto y una filósofa que conmociona a todo el que tiene noticia de ella, porque esas cosas, allí, no suceden. Aunque, poco a poco, va cambiando la situación.

La primera sorpresa es descubrir que las drogas tienen mucho que ver con la muerte de la joven. "No es que la chavalita sea una adicta, es cierto que consume coca, pero de una forma más o menos controlada hasta que un día se pasa de la raya", explica Fernández, sin querer ir más allá de lo que la trama esconde. Y lo hace no sólo para no desvelar al público que asista a las representaciones los secretos y giros de la obra, sino también porque "lo principal no es saber si el asesino es el mayordomo al estilo de Agatha Christie o de otros autores; lo más importante es mostrar todo el panorama que hay alrededor de la vida y la muerte de esa chica y de otros chicos de riesgo como ella".

Escena de Naturaleza muerta en una cuneta

Ese panorama empieza con la investigación policial, llevada a cabo por un inspector la que interpreta el también director de la obra. La pesquisa muestra que la pequeña localidad no es tan de postal como los vecinos presumen. Más bien es un lugar como todos, uno por donde "drogadictos, camellos, putas del Este y policías pululan si no en connivencia, al menos con mucho conocimiento y relaciones entre todos".

A partir de ahí se desarrolla una partida de ajedrez en varios planos. Por un lado continúa la investigación policial, incluida la minimización de las habituales relaciones cotidianas entre los agentes y los chorizos, mientras que por otro está el proceso de ensuciar el nombre de la víctima para que los "ciudadanos corrientes, los de bien, puedan dormir tranquilos pensando que lo que le ha ocurrido a la chavalita es porque ella se lo había buscado al frecuentar malas compañías".

Fernández califica ese proceso de "alucinante". Asimismo lo encuentra, "demasiado cercano, como puede verse con algunos de los comentarios que se hacen cada vez que, desgraciadamente muere o desaparece una joven en España", continúa Fernández, que encabeza un reparto formado por seis actores que interpretan más de una veintena de personajes.