Image: Carne fresca para las orquestas

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Escenarios

Carne fresca para las orquestas

La mejor generación de batutas españolas pide paso

12 octubre, 2012 02:00

Foto: Mario Orellana.

Guillermo García Calvo, Pablo Heras-Casado, Juanjo Mena, Pablo González y Jaime Martín. Son los cachorros de una generación superdotada de directores de orquesta. Para muchos, los artífices del fenómeno musical más relevante de los últimos años, a pesar de que algunas de sus hazañas en los teatros y salas más importantes del mundo han pasado inadvertidas en España. No son profetas en su tierra, pero constituyen la embajada musical más cualificada que se recuerda desde la era Argenta. Poco más se puede generalizar de estos jóvenes maestros que no se adscriben a ninguna escuela y que ya gastan agendas de 2018. El Cultural se pregunta: ¿son estos ‘golden boys' una generación irrepetible?

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  • El Teatro de la Zarzuela de Madrid ha tenido el acierto de reponer el memorable espectáculo escénico que Herbert Wernicke concibió a propósito de Falla (La vida breve, El amor brujo), aunque el acontecimiento en cuestión también ha sido un pretexto para contraponer en el foso a Juanjo Mena y Guillermo García Calvo. Ambos se alternan en el foso del teatro madrileño y ambos también, como Pablo Heras-Casado, Pablo González o el "emergente" Jaime Martín, forman parte de una embajada española de directores de orquesta cuya notoriedad y repercusión internacional sobrentienden el advenimiento de una época. Si es que ya no se ha producido.

    Hasta el extremo de poder plantearse si estamos ante la mejor generación de la historia. La cuestión puede responderse afirmativa o negativamente, pero el debate se antoja legítimo, incluso cuando este fascinante relevo generacional se atiene a los presupuestos en que pujaron su precursores: las figuras emergentes no responden a una escuela, sino a una suma de individualidades, del mismo modo que el reconocimiento de todas ellas resulta más concluyente fuera de España que en nuestras fronteras.

    No parece haber trascendido que García Calvo es uno de los pilares de la temporada operística en la Staatsoper de Viena, ni parece conocerse que Juanjo Mena lidera en el exilio de Mánchester la Filarmónica de la BBC. Tampoco es de dominio público entre los melómanos españoles la imponente agenda internacional que mantiene ocupado a Pablo González, ni se ha valorado la trayectoria de Pablo Heras-Casado como debutante en la Filarmónica de Berlín, la Sinfónica de Chicago, la Sinfónica de Boston y la Staatskapelle de Dresde.

    De hecho, el maestro granadino acaba de alargar el planisferio con la conquista del Teatro Mariinsky de San Petersburgo -ayer mismo debutó con las huestes de Valeri Gergiev y la mezzo Olga Borodina al hilo de la Segunda sinfonía de Mahler- y comparece el fin de semana que viene con la Orquesta Nacional de España en una especie de homenaje a las escuelas de Viena que sobrentiende igualmente la amplitud de su repertorio: Haydn, Brahms, Schönberg y Webern.

    No existe un director español que haya concebido un currículum tan extraordinario en tan poco tiempo. Más aun considerando que Heras-Casado es un autodidacta sui generis entre cuyos méritos sobresale haber comprendido la metamorfosis del director de orquesta contemporáneo. Quiere decirse que el arquetipo autoritario y arrogante ha sucumbido en beneficio de la comunicación, la empatía y la cercanía. Podría hablarse del "síndrome Dudamel", sintomático de un entusiasmo y de una energía en que los golden boys de la cantera española se erigen en una ¿generación irrepetible?

    Alfonso Aijón, patriarca de Ibermúsica y promotor cultural renacentista, no tiene dudas al respecto. Aceptada la excepción y la referencia totémica de Ataúlfo Argenta, sostiene que los directores de orquesta españoles han sido hasta la fecha gente de oficio, incluso hasta buenos profesionales, pero desprovistos de cualquier valor creativo o genial. "En cambio, los casos de Mena, García Calvo, Pablo González y Heras-Casado o Jaime Martín representan una novedad porque tienen verdadero talento. Nunca han existido tantos directores ni tan buenos en España. Se ha producido un gran salto cualitativo. El salto que va de la medianía a la excepcionalidad. Lo que diferencia esta generación de las anteriores es que vuela, y vuela muy alto", concreta Aijón.

    ¿Las razones? Inútil, a su juicio, mencionar la existencia de un sistema o de una cultura. Y mucho menos aún la circunstancia de una escuela en la que puedan identificarse los cachorros. Para Aijón se trata de una "generación espontánea" y de una proliferación casual de individualidades. La prueba está en que no pueden mencionarse conexiones "estructurales" entre ellos. Han estudiado casi todos fuera de España, y en algunos casos, como el de García Calvo, maestro repetidor hasta que el destino le ofreció sustituir a Daniele Gatti, sorprende que un director de orquesta al que se disputan los grandes teatros de ópera europeos -Viena y Berlín en cabeza- ni siquiera asome en el foso del Teatro Real ni del Liceo. Quizá sea tarde, entre otras razones porque la agenda de estos jóvenes maestros empieza a comerse el calendario de la temporada... 2018.

    Cuando suena la flauta

    También le sucede a Jaime Martín, un caso atípico entre los surferos de la nueva ola porque su iniciación como director de orquesta profesional ha sido tan reciente como apabullante. Es el primer flauta de la Royal Philharmonic de Londres, como lo ha sido de muchas otras formaciones eminentes (Chamber Orchestra of Europe, Saint Martin in the Fields...), de forma que Martín se ha curtido en las las entrañas de la música al tiempo que asistía con insaciable curiosidad al magisterio de Abbado, Solti, Harnoncourt, Colin Davis o Gergiev. Ahora compagina una orquesta española, la de Cadaqués, con una sueca, la Sinfónica de Gävle. No se pueden considerar equipos de Champions, pero Jaime Martin ya ha sido contactado por las majors londinenses y se vislumbra como la "sorpresa" de un grupo heterogéneo que ya ha destronado a las figuras de las generaciones precedentes. Es la opinión de Antonio Moral, director del Centro Nacional de Difusión Musical y experimentado programador en los ámbitos público y privado. Coincide con Aijón en que nunca la música española ha jugado con tan buenas cartas en la escena internacional, pero también sostiene que existe un contexto, un magma cultural propiciatorio. "La educación musical ha dado un gran salto en España. Partíamos de presupuestos modestos, pero es cierto que en estos últimos tiempos se ha producido un avance. Sirva como prueba que cada vez hay más músicos españoles en las grandes orquestas internacionales. El fenómeno también concierne a los directores. No puede hablarse de divos, pero sí de una altísima cualificación. Esta generación es la mejor que hemos tenido y aporta frescura, superior técnica y una dimensión cosmopolita de su oficio".

    El caso de Pablo González es elocuente al respecto. Estudió en la Guildhall School de Londres, obtuvo el primer premio en el Concurso de Cadaqués (2006) y fue proclamado titular de la Orquesta Sinfónica de Barcelona después de haberse curtido como director asociado de la Sinfónica de Londres y de la Bournemouth Symphony. Es el más radicado en España entre sus colegas. Y, por la misma razón, el más expuesto a los recortes presupuestarios, aunque Pablo González siempre ha valorado la oportunidad de haber encontrado en España salidas profesionales a su propia vocación. Una ventaja que los colegas de edades pretéritas no disfrutaron -apenas había orquestas nacionales- y de la que también ha sabido aprender Juanjo Mena.

    De hecho, el maestro alavés llegó al podio de la BBC después de haberse curtido en todas las categorías y experiencias. Su formación esencial la adquirió en el Conservatorio de Madrid, recibió la iluminación de Celibidache y fue subiendo peldaños en Euskadi, incluida la fundación de una joven orquesta, hasta que los ojeadores internacionales apreciaron "su profundidad y su preparación delante de la partitura". Es cuanto sostiene Alfonso Aijón a propósito de la personalidad de Mena. Y cuanto se desprende del vuelo internacional de su carrera, tal como viene a demostrarlo la reputación adquirida con la Filarmónica de La Scala o su reciente iniciación en Estados Unidos como invitado de la Orquesta de Cincinnati.

    Fue la misma agrupación con la que Jesús López Cobos se instaló en su día en América para despecharse de la Orquesta Nacional de España, añadir argumentos a su carrera cosmopolita y aspirar a la sucesión imaginaria del mítico Argenta, aunque el cetro no ha llegado a quedarse entre sus manos -tampoco en las de Rafael Frühbeck de Burgos- y ahora se lo disputan los cachorros de una generación superdotada.

    Los cinco fantásticos


    Guillermo García Calvo (Madrid, 1978) admira de Furtwängler "su flexibilidad", ya se trate de dirigir a Wagner en Oviedo, a Berlioz en Viena o a Prokófiev en Berlín. Su nombre sonó en la pugna sucesora de la Sinfónica del Principado de Asturias, y ahora lo hace para la OCNE.


    El debut en 2011 de Pablo Heras-Casado (Granada, 1977) al frente a los filarmónicos de Berlín supuso la consagración definitiva de una de las grandes batutas del momento. "No comulgo con los mitos pero era consciente de lo que suponía ese concierto para mi carrera".


    Han sido varias las orquestas que se han rifado a Pablo González (Oviedo, 1975), pero él mismo reconoce que lo suyo con la Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña (de la que es director titular desde 2010) fue "un amor a primera vista oficiado por la Cuarta sinfonía de Schumann".


    Juanjo Mena (Vitoria, 1965) debutó en los Proms londinense de 2011 con la Filarmónica de la BBC, a cuya plantilla se incorporó ese mismo año tras nueve al frente de la Sinfónica de Bilbao. Se fue al puerto de Mánchester buscando "un cambio de aires para seguir progresando".


    En 1982, Alfonso Aijón premió con mil pesetas a un joven flautista que tocaba a la salida de un concierto. Treinta años después volvería a encontrarse en la temporada de Ibermúsica con Jaime Martín (Santander, 1965), que ahora se postula como director del Festival de Santander. B. G. R.