Image: La rebelde bohemia de Riccardo Chailly

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Escenarios

La rebelde bohemia de Riccardo Chailly

30 noviembre, 2012 01:00

La producción de Davide Livermore, a su paso por Filadelfia. Foto: Kelly & Massa Photography.

Puccini oficiará el debut del maestro italiano en el foso del Palau de les Arts de Valencia este domingo. La soprano Gal James y el tenor Aquiles Machado encabezan el reparto de la ‘chagalliana' 'Bohème' de Davide Livermore.

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  • Recibe por fin el Palau de les Arts de Valencia al director Riccardo Chailly, que por razones de salud no había podido actuar la pasada temporada en una anunciada Ariadne auf Naxos de Richard Strauss. Y lo hace con La bohème de Puccini, ópera siempre bienvenida. Además de gobernar el foso para este título, cuyas representaciones se inician este domingo, el maestro milanés dará un concierto Beethoven los días 14 y 16 de diciembre. No hay duda del interés de esta convocatoria, que permitirá conocer in situ la muy discutida y energética visión que del compositor alemán tiene el artista, nacida de una revisión de los tempi y de los metrónomos.

    Pero mayor atractivo puede tener todavía verlo en el foso del Palau para enfrentarse a los pentagramas puccinianos. Las maneras ágiles y fluidas de Chailly, su energía volcánica, siempre teñida de un lirismo de buena ley, se adaptan a esta partitura, defendida en estas funciones por la soprano israelí Gal James, de templado, fresco y sonoro instrumento lírico, y por el tenor venezolano Aquiles Machado, cuyo timbre ha perdido el hermoso esmalte de antaño en beneficio de una mayor robustez. Carmen Romeu (Musetta), Massimo Cavalletti (Marcello), Mattia Olivieri (Schaunard) y Gian Lucca Buratto (Colline) completan el reparto.

    La bohème es una mirada refrescante al verismo menos agresivo. Puccini ofrecía, servida con nuevos efectos, la continuidad del melodrama clásico y romántico, variado en los temas y en la expresión y anclado sólidamente en el canto y en la melodía. Aunque ni la acogida de la crítica -sí la del público-, ni el laborioso período de composición, ni las trifulcas establecidas entre los libretistas Giacosa e Illica y el músico, con la participación del editor Giulio Ricordi, hacían presagiar un resultado tan favorable, un producto tan acabado y lustroso como el que finalmente fue esta ópera, estrenada en el Teatro Regio de Turín el 1 de febrero de 1896. Puccini consiguió una obra bien construida, que mejoraba en sentido teatral la novela de Murger, Escenas de la vida bohemia, en que se basaba, que venía a ser la unión o solapamiento de distintas escenas tratadas de una forma periodística. Faltaba ahí esa almendra dramática tan magníficamente forjada en la ópera.

    En ella, pese a ciertos toques algo blandos, herencia del operismo de Massenet, y determinadas faltas de rigor escénico -como la secuencia a la intemperie, en una fría noche invernal, del Café Momus-, Puccini alcanzó a crear, a través de ese característico verismo diluido, en el que lo realista queda subsumido por lo poético y por lo cordial de las situaciones, unos personajes entrañables, dotados de especial vida gracias a la pluma del compositor. Criaturas que en esta ocasión pululan en una escena diseñada por el milanés Davide Livermore para una producción que viene de Filadelfia, que en determinados instantes nos trae los aromas y motivos de la pintura de Chagall y que busca en todo momento el lado más poético y simbolista de la narración, empleando una rica paleta de colores y una animada figuración.

    Las Bohèmes con más luces

    1) Sir Thomas Beecham dirigió en 1956 una inolvidable grabación (EMI) con Victoria de los Ángeles y Jussi Björling.
    2) Carlo Bergonzi lo borda en el registro de la Academia de Santa Cecilia (Decca, 1959) de un no muy efusivo Tullio Serafin.
    3) Impecable rubato de Karajan en una versión de referencia (Decca, 1972) con Freni, Harwood, Pavarotti y Panerai.
    4) Alfredo Kraus canta maravillosamente y Renata Scotto es toda fuego y dolor en la versión de James Levine (EMI, 1979).
    5) La energía de Riccardo Chailly impulsa un lectura apasionada (Decca, 1998): Gheorghiu y Alagna en su plenitud.