Image: La Ópera de Oviedo, en serio con Händel

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Escenarios

La Ópera de Oviedo, en serio con Händel

14 diciembre, 2012 01:00

Imagen del montaje de em>Agrippina de Clément. Foto: Annemie Augustijns (Vlaamse Opera).

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  • Cabe calificar de acontecimiento la presencia, a partir del domingo en el Teatro Campoamor de Oviedo, de un título barroco tan infrecuente, y no sólo entre nosotros, como Agrippina de Händel, ópera seria de un vigor, una construcción y una escritura sensacionales, compuesta sobre un texto del cardenal Vicenzo Grimani que desarrollaba una intriga curiosamente político-erótica. Se exhibe una producción muy recientemente estrenada en la Vlaamse Opera de Gante, firmada por la regista parisina Mariame Clément, una decidida partidaria de la actualización de escenarios y tramas. Su visión de las profusas idas y venidas, las copiosas relaciones humanas y los conflictos entres unos personajes en buena medida históricos es muy moderna y, hasta cierto punto, chocante. Sigue las pautas habituales en tantos directores de escena de hoy.

    En el papel estelar figura no una soprano, que es el tipo vocal previsto -la creadora en 1709 fue la muy afamada Margherita Durastanti-, sino una mezzo, si bien muy lírica, la notable Anna Bonitatibus. El hecho de que Nerone, parte escrita para el castrato Valleriano Pellegrini, esté pensado para una voz en principio de color más oscuro, vaya a ser cantado aquí por la joven mezzo Serena Malfi, de timbre esmaltado y bello, podría dar lugar a un mimetismo no deseado.

    El resto del reparto parece acorde en general con las partes, aun cuando se nos antoja que al buen barítono Pietro Spagnoli le puede venir demasiado grave la tesitura de Claudio. Los demás son nombres de cierta garantía: la soprano Ellena Tsagallova (como Poppea), los contratenores Xavier Sabata (Ottone) y Flavio Ferri-Benedetti (Narciso), los bajos João Fernandes (Pallante) y Valeriano Lanchas (Lesbo) y la soprano Cristina Faus (Giunione).

    La partitura se ofrecerá en la versión estrenada en Venecia, que no es estrictamente la original, en la que no aparece el último personaje y que es la grabada hace poco por el historicista René Jacobs para Harmonia Mundi. En cualquier caso, la rigurosa línea de canto, los recitativos secos y acompañados, los ariosos y las arias, en su mayoría da capo, estarán presentes en una interpretación que cuenta en el foso, junto a la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias, con el australiano Benjamin Bayl (Sídney, 1978), ayudante en su día de directores como Colin Davis, Charles Mackerras o Ivan Fischer. Es un músico de amplia formación y un experto fortepianista que está empezando a cuajar una carrera importante.

    Hombre ducho ya en el repertorio barroco y servidor habitual de la literatura händeliana, parece indicado para dar forma a una ópera que recoge música ya escrita por el propio compositor para partituras anteriores de su todavía corta trayectoria, previa a su desembarco londinense, un procedimiento usual en él y bastante común en la época. En Agrippina se dan las constantes que definieron y conformaron su estilo en un momento que presenciaba la forja del belcantismo más auténtico y en el que reinaban los castrati, hoy generalmente sustituidos por contratenores, como se hace en estas representaciones ovetenses, que sin duda han de marcar un punto cimero de la temporada de los Amigos de la Ópera.