Péter Csaba. Foto: Fundación BBVA.
El director rumano y PluralEnsemble se asoman juntos a los años treinta del siglo XX. Será en el 'III Retrato' del Ciclo de Conciertos de Música Contemporánea de la Fundación BBVA, que acaba de recibir en Madrid la Medalla de Honor de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
El martes el maestro rumano se pondrá al frente del PluralEnsemble de Fabián Panisello para dirigir el III Retrato del Ciclo de Conciertos de Música Contemporánea de la Fundación BBVA. La cita lleva por título Clásicos del siglo XX: los años 30, "un período apasionante de la Historia", y está planteado como una panorámica internacional de la música que se gestaba en aquel momento: Sinfonías de cámara II y III de Darius Milhaud (en su particular aproximación a la microforma); Tres Piezas op. 11 de Arnold Schönberg (en una reciente versión instrumental de Richard Dünser); la célebre Quiet City de Aaron Copland (suite sobre la música incidental compuesta para la obra de Irwin Shaw); el Preludio a la siesta de un fauno de Claude Debussy (considerado uno de los detonantes de la música moderna) y la Sinfonía de cámara op. 33 del tantas veces ignorado George Enescu. "Buscaremos, sobre todo, los contrastes a través de los diferentes folclores, las influencias mutuas y el choque entre tradiciones y vanguardias para demostrar la absoluta relevancia que tienen estos sonidos en la actualidad".
El día que la ciencia permita viajar a través del tiempo, a Csaba le gustaría asistir al estreno de la Primera sinfonía de Mahler en Budapest en 1889. "También al de La consagración de la primavera de Stravinsky, que tuvo lugar en París en el Théâtre des Champs-Élysées en 1913 con Pierre Monteux en el podio". Se anima: "Sería un sueño poder charlar con Falla un rato. O trasladarle dos importantes preguntas a Schönberg". Toma aire y dispara: "¿Por qué y cómo? Sólo eso. Que me dijera, que hablara pausadamente...", como ha hecho con Alfred Schnittke, Sofia Gubaidulina o el mismísimo Celibidache. "Cuando entras en contacto con esta gente te das cuenta de que la partitura es una forma de compromiso que va más allá del respeto por las notas escritas en el papel. Por eso no existen los ejecutantes, sólo los intérpretes, que han de ser valientes por definición".
Se van a cumplir 90 años de la publicación del Método de composición con doce sonidos de Schönberg y asegura Csaba que los compositores siguen enfrentándose a las mismas incertidumbres que entonces. "Si bien es cierto que a partir de los años cincuenta los compositores se desvinculan poco a poco del público, hace diez o quince años que se han vuelto a dar cuenta de que no están solos en la sala".
-¿Llegará el día en que Schönberg y otros compositores clave del siglo pasado sean reconocidos como clásicos?
-Desde luego que ya lo son por derecho propio, por haber ensanchado el horizonte estético, aunque desgraciadamente el público de hoy en día no suele ver más allá de Mahler, R. Strauss o Stravinsky. La culpa la tienen los propios compositores, empeñados durante cuatro décadas en hacer más teoría que música, pero también de los políticos, que han educado a las sociedades en la sordera y la ignorancia. Recuerdo una Sonata para violín n° 2 de Bartók que ofrecí en un pequeño pueblo del sur de Francia. No la habían escuchado nunca, así que al final del concierto me vi rodeado de gente que quería que le explicara por qué esa música les había conmovido tanto. Al final entiendes que una persona educada no es la que escucha a Beethoven sino la que elige escuchar a Beethoven entre todos los demás.
-En las últimas jornadas organizadas por la Fundación BBVA y la AEOS se habló del futuro incierto de las orquestas sinfónicas. ¿Está la música realmente en peligro?
-Una cosa está clara y es que las orquestas no desaparecerán. Cerrarán unas, surgirán otras, pero siempre estarán ahí a pesar de todo. Desde que estalló la crisis se ha hablado mucho de la rentabilidad de la cultura, que creo que es un concepto muy peligroso, pues para mí la música tiene que ver con la salud. Debería estar garantizada por ley. Dicho esto, es evidente que las orquestas se tienen que adaptar a los tiempos que corren. Muchos músicos compatibilizan los conciertos con otras actividades, bien como profesores o como intérpretes de ensambles y formaciones de jazz. El público ya no está en los grandes auditorios. Hay que buscarlo en las salas alternativas y fidelizarlo con actividades pedagógicas. En ese sentido, los músicos del PluralEnsemble de Fabián Panisello son un ejemplo de versatilidad. Funcionan como un termómetro de la música de hoy, pues conocen un amplio repertorio.
-¿Servirá esta crisis al menos de caldo de cultivo de una nueva generación de músicos?
-El mundo avanza demasiado deprisa como para poder referirnos hoy a una generación en el sentido riguroso del término. Ya existe un amplio catálogo de música que habla de la crisis, que trata de dar un sentido a toda esta frustración, pero no creo que se pueda hablar de una estética, de una escuela, de un movimiento unificador... Las tecnologías e internet lo han cambiado todo. Ya no hay tiempo para el poso, ni siquiera para el impacto. Mucha de la gente que acude a los conciertos llega acelerada a su butaca y no siempre tiene la capacidad de desconectar del mundo y profundizar en lo que está escuchando.
-¿Están afectando los recortes a la "cuota contemporánea" de teatros y auditorios?
-Más de lo que sería deseable, desde luego, aunque cada país, cada ciudad, es una singularidad. Por eso resulta tan importante la labor que desarrollan en España instituciones como la Fundación BBVA de Rafael Pardo o la Escuela Superior de Música Reina Sofía de Paloma O'Shea. Un día, dentro de tres o cuatro años, la crisis abandonará los titulares de la misma forma que un día se anunció en la portada de los periódicos. Sin más. Entonces nos daremos cuenta de que quizá salvamos de la quema lo menos importante.