Natalia Menéndez.

Tres años después de ser nombrada responsable del Festival de Almagro, Natalia Menéndez vuelve con 'La amante inglesa', de Marguerite Duras. Será en el Matadero de Madrid a partir del 8 de febrero.

A finales de los años 40 del siglo pasado un crimen conmocionó Francia. Como en el caso que dio pie a Jean Genet para escribir Las criadas, otra vez un asesinato rural estremecía a todo el país, especialmente por su brutalidad. En esta ocasión, el crimen lo perpetró un militar retirado que asesinó a su mujer descuartizándola. El hecho llamó la atención de Marguerite Duras. La novelista escribió una obra de teatro inspirada en la abundante información que apareció en la prensa. Pero no debió de quedar muy satisfecha, pues unos años después, en 1967, volvió al ‘lugar del crimen' para escribir una novela, La amante inglesa, de la que sacaría otro drama bajo el título El teatro de la amante inglesa. Para los dos nuevos textos prefirió abandonar el corsé de la realidad y dedicarse más a conocer los antecedentes que dieron lugar al caso, lo que le permitió profundizar en sus obsesiones de siempre. Así, conceptos como la soledad, la dificultad del amor, la destrucción y la muerte son los protagonistas de unos textos en los que la escritora introduce nuevos personajes, convirtiendo la historia original en otra muy diferente.



El nuevo enfoque se centra más en "por qué tuvo lugar el crimen y si hay alguien más responsable de cometerlo que la asesina, en vez de lo que pasó realmente", explica Natalia Menéndez, directora del montaje que llega ahora al Matadero. Para Menéndez, autora también de la adaptación a los escenarios de la novela, "Duras prefiere mostrar la complejidad del caso en vez de condenar a nadie, por lo que se dedica a hacer preguntas incómodas que ha de responder el espectador".



Las cuestiones aparecen en una serie de interrogatorios que hace un desconocido al matrimonio por separado en un lugar indefinido: "No queda claro si es la cárcel, la casa de la pareja u otro lugar. Es una persona de la que sólo se sabe que no es ni juez ni policía". Así, entre incógnitas constantes reforzadas por el ambiente onírico habitual de los montajes dirigidos por Menéndez, fluye una obra que indaga en la idea de la culpabilidad: "Pone sobre la mesa el tema de si no es más culpable quien acosa sin parar y aísla a los demás - sobre todo a los más vulnerables- hasta llevarles a una situación límite que el propio asesino que comete un crimen, por muy brutal que éste sea", concluye la directora.