Macadamia Nut Brittle, de Denis Cooper. Foto: Mauro Santucci.

Cuando la cartelera más se empeña en apostar por lo seguro, irrumpe en la agenda la XIII edición de Escena Contemporánea con 67 propuestas y el alegato "antiendogámico" de David Espinosa, Edgar Chías, Lisbeth Gruwez y Dries Verhoeven. A bordo de un Nautilus escénico, José Manuel Mora nos descubre sus secretos.

Uno. El Nautilus. De la necesidad del Festival Escena Contemporánea. En un austero apartamento de la calle Desengaño de Madrid, el director artístico de la XIII Edición del Festival Escena Contemporánea, Salva Bolta, y su equipo llevan ya casi un año pergeñando de forma voluntariosa e infatigable la programación de un evento cada vez más necesario en nuestro país: a lo largo de sus anteriores ediciones, Escena Contemporánea ha venido ofreciendo un marco de exhibición a espectáculos que, de otro modo, difícilmente verían su luz. En un momento en el que la cartelera apuesta por lo "seguro y lo ya conocido", Escena nos confronta con artistas y espectáculos desconocidos invitándonos a volver la mirada a la realidad para alejar de nuestro pensamiento la idea de lo imposible o inútil: si en estos tiempos no podemos permitirnos ser optimistas, aprendamos al menos a gestionar el pesimismo que nos rodea para no caer en la derrota.



Dos. De la paradoja crisis/creatividad. Al atardecer, Bolta parece un poco fatigado, pero en su rostro anguloso de capitán Nemo posmoderno brilla la mirada ingenua de aquellos que aún disfrutan del oscuro que, antes de comenzar la función, cae sobre todos los espectadores, invitándoles a soñar. "A fuerza de repetir que estamos en crisis -explica el responsable del Nautilus a El Cultural-, todos nos sentimos deprimidos; pero si nos fijamos en la escena actual de nuestro país encontraremos un elevado número de creadores que, con buena dosis de voluntad, imaginación y talento, están logrando llevar a cabo sus proyectos. La paradoja es que, al haber dependido demasiado de la financiación estatal, el marco que nos permite disfrutar de todo este talento se estrecha cada vez más. Pero esto no quiere decir que no estén ocurriendo cosas a nuestro alrededor, como lo demuestran las más de 67 representaciones nacionales e internacionales de teatro, danza, música, performance, ópera experimental, instalaciones, lecturas escénicas y talleres que llenarán la ciudad de Madrid el próximo mes de febrero", comenta Bolta.



Tres. De la arquitectura del Nautilus y su ruta de viaje. Entre las directrices de las que se ha servido Bolta para articular la programación están la ausencia de artistas que reflexionan sobre su propio trabajo creativo y la mayor presencia de creadores que hablan de la realidad que nos rodea: "He intentado huir de la endogamia y programar espectáculos que nazcan de una voluntad de diálogo con el exterior y posean el deseo de generar transferencias de ideas y emociones al público. Todos ellos traspasan la idea de espectador-usuario", confiesa Bolta. Por otro lado, la apertura hacia toda una nueva generación de creadores que, según ‘Nemo', ocupará el teatro español durante los próximos años: "Todos ellos tienen los pies en la tierra y cuentan con una sólida y amplia formación a sus espaldas pero todos tienen también la cabeza en el teatro porvenir". Otra directriz es la colaboración con la producción de espectáculos de pequeño formato que no dejarán indiferente: "Así, proyectos que estaban en fase embrionaria (Cuerdas de Los Lunes, El sur de Europa, Días de amor difíciles de La Tristura, Intimidación Punitiva de Grumelot/Teatro en Tránsito y Autopsia de Fernando Soto) podrán ser estrenados en la capital". Programar espectáculos que aún no han sido refrendados por el público es toda una apuesta pero es también una loable muestra de confianza en el creador que está detrás. "De este modo, el espíritu del festival seguirá vivo". A los trabajos ya mencionados se suman otras compañías nacionales como Atresbandes (Solfatara), La Veronal, que inaugura el certamen el miércoles en los Teatros del Canal, y el artista escénico David Espinosa, todos ellos de Barcelona; El Pont Flotant y Oscura Teatre, de Valencia; Nou ensemble, un colectivo de ópera experimental de Sevilla y Palma de Mallorca; e híbridos transnacionales como Radical low (Amberes/ Madrid), Sleepwalk Collective (Londres/ Vitoria) y Vicent Gisbert (Berlín/ Valencia).



Cuatro. Del viaje del Nautilus de Escena Contemporánea fuera de nuestras fronteras. El creador holandés Dries Verhoeven, en colaboración con el Centro Dramático Nacional y la embajada de los Países Bajos, propone en The Kingdom Come una instalación interactiva y unipersonal que, con humor, despierta en el espectador una experiencia interior transformadora. La transgresora compañía italiana Ricci/Forte toma como material dramático textos de Denis Cooper para ofrecernos en Macadamia Nut Brittle, un descarnado retrato de la generación actual de adolescentes. La bailarina y coreógrafa belga, Lisbeth Gruwez librará en It's going to get worse and worse and worse, my friend una batalla entre acción y verbo, y Ternura Suite, de Edgar Chías, repasa la actualidad mexicana. La Casa Encendida, Matadero, Teatro Español, Cuarta Pared, Triángulo, Pradillo, Valle-Inclán y Draft.Inn son otros de los espacios que participan en Escena Contemporánea.



Cinco. De lo que en su forma es pequeño y en la tempestad se vuelve grande. La presente edición ha sido muy compleja al encontrarse -según nos cuenta el mismo Bolta- a medio camino entre la antigua estructura (una asociación cultural que asignaba al director artístico) y la situación actual dependiente directamente de la Consejería de Cultura de la Comunidad. El apartamento del desengaño en el que se ha fraguado una de las programaciones más arriesgadas y eclécticas del festival se ha ido quedando vacío pero Bolta /Nemo sigue allí: "¿Te importa que me fume un cigarro?" y así, un poco más aliviado de la faena del día, nos confiesa: "A pesar de todas las complicaciones hemos conseguido crear un catálogo de experiencias que, en su pequeño formato, son grandes porque, como dice el filósofo alemán Heidegger, todo lo grande nace y muere en medio de la tempestad". ¡Larga vida al Nautilus!