Eva Yerbabuena. Foto: Rubén Martín.

La bailaora granadina indaga en la memoria del poeta para recrear sus años de infancia en el espectáculo Federico según Lorca, que se verá en la XVII edición del Festival de Jerez. Desde esta tarde y hasta el 9 de marzo, la gran fiesta flamenca se embriaga de talento con 53 espectáculos.

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  • El XVII Festival de Jerez abre sus puertas afianzando su vigor creativo, su prestigio internacional y el aliciente de unas representaciones que son el reflejo del flamenco de hoy en continua evolución y en su diversidad más viva. Siempre que mantengan en su más elevada cota el listón de calidad, ninguna propuesta se le escapa al equipo directivo. Al evento acuden programadores con el fin de nutrirse de las recientes creaciones dancísticas, a veces seductoras, otras sorprendentes, pero en cualquier caso con la garantía de una rigurosa, aunque no inflexible, selección. Con 44 cursos diferentes de baile, impartidos por ilustres profesores y que congregan a cerca de mil alumnos venidos de 40 países, más una oferta de 53 espectáculos, desde hoy y hasta el 9 de marzo se celebra un acontecimiento de primer orden que en esta oportunidad reúne nada menos que a seis Premios Nacionales de Danza, entre ellos Eva Yerbabuena, que presenta su renovado Federico según Lorca, una dramática indagación, una búsqueda de la esencia del personaje prescindiendo de elementos reconocibles -"me niego a poner un actor con traje blanco y corbata de pajarita", afirma Eva- , estructurada a partir de sensaciones visuales y de impactos más cercanos a la abstracción que al simbolismo explícito hasta conformar un inmenso cuadro del que surgen severos impactos imaginativos, un juego de sentimientos que recomponen la figura del poeta y autor teatral. "Pero me llamaba mucho la atención su persona y con esa finalidad hemos realizado un análisis de su poesía, ya que lo que nos propusimos fue conocer al hombre a través de su obra, y de ahí el título".



    Para ahondar en ese conocimiento Eva Yerbabuena no dudó en plantarse en Fuente Vaqueros con toda la compañía. "Si tienes una idea debes compartirla con los demás, que sepan dónde vivió Federico, cómo es la gente de ese pueblo, trasladarnos a su época y acercarnos a su entorno: los pozos que unían las distintas casas y desde los que se oían los comentarios de los vecinos, los secaderos de tabaco... Entras en el pueblo y se te ponen los pelos como escarpias. Parece que se hubiera quedado suspendido en el tiempo. Fue una experiencia muy enriquecedora".



    Siendo niña, Eva permaneció en su tierra granadina mientras sus padres buscaban mejor fortuna en Alemania. Con tres años y de la mano de su abuela, iba todos los días al secadero de tabaco. Llevaban una sillita y la lata de picón para calentarse, y esa visión supuso todo un mundo para la futura bailaora: las hojas inmensas que colgaban del techo, las sombras que se movían, los primeros rayos de sol entrando por los tragaluces, el silencio sobrecogedor de la estancia, donde sólo había mujeres que apenas hablaban, y los hombres fuera, controlando con una presencia casi invisible. "Aquello era como un teatro. Granada es un lugar de mucha fuerza, pero también muy melancólico y misterioso, muy lorquiano. Conforme más iba investigando, me decía: si esto lo he vivido yo, aunque imagino que entonces todo era más penoso".



    Eva, que ha construido la figura de Lorca despojándola de cualquier afectación y a partir de una mirada de gran fuerza expresiva, tiene en cuenta las circunstancias hostiles que vivió el poeta. "Un hombre rodeado de intolerancia y víctima de los mecanismos del qué dirán. Para mí lo más importante es el valor que tuvo para no dejar de ser niño y defender todo aquello en lo que creía. En esos aspectos he intentado ahondar, reflejándolo en mi trabajo por medio de la música y la danza flamencas".