Image: En busca de la partitura perdida

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Escenarios

En busca de la partitura perdida

5 julio, 2013 02:00

Partitura de un Allegro molto, atribuido a mozart, descubierto el año pasado. Foto: ReproITMF.

Descubrimientos recientes de partituras de Mozart, Beethoven, Brahms, Elgar y Shostakóvich y el goteo constante de manuscritos polifónicos del Renacimiento ayudan a despejar algunos interrogantes sobre la historia de la música y la vida de los compositores al tiempo que estimulan el mercado discográfico y sirven de señuelo a nuevos públicos.

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  • Los arqueólogos sitúan el origen de la música en Hohle Fels, al suroeste de Alemania. De aquellas cuevas, donde el humano moderno generó las primeras notas musicales con instrumentos primitivos, proviene también Orango, el mono protagonista de la ópera perdida (y censurada) de Shostakóvich. La descubrió en 2004 la musicóloga rusa Olga Dogonskaïa en el Museo Glinka de Moscú y la estrenó Esa-Pekka Salonen con la Filarmónica de Los Ángeles. La inusitada belleza de aquellas trece páginas para voz y piano, de apenas media hora de duración, conmocionaron al mundo como un himno que apelaba a la justicia musicológica: ¿cuántos conciertos, sinfonías y óperas siguen a la espera de un rescate?

    Según los expertos, en los archivos de catedrales, bibliotecas y colecciones privadas existe un buen número de manuscritos inéditos y partituras antiquísimas pendientes aún de estreno. A Michael Noone, director australiano, corista y experto en polifonía española, le debemos importantes hallazgos. El legado de compositores fundamentales de nuestro Renacimiento, como Cristóbal de Morales, Francisco Guerrero, Alonso Lobo o Ginés de Boluda, ya ha pasado por los atriles gracias a esa insaciable curiosidad que le trajo hace años de las antípodas. "Desde que abandoné la Catedral de Santa María de Sídney no he perdido un ápice de mi entusiasmo por España. Quizá porque de los Archivos de la Catedral de Toledo siguen surgiendo nuevos nombres. ¿Quiénes eran y cómo sonaban Andrés de Torrentes, Bernardino de Rivera, Bartolomé de Quevedo o Fernando de las Infantas?". Pronto lo sabremos.

    "Cada cierto tiempo, aparecen pentagramas que enseguida se atribuyen a un compositor importante", cuenta Luis Gago. "Piezas, por lo general, de escasa relevancia pero que terminan colándose en los titulares de prensa". Según el director artístico del Liceo de Cámara del Auditorio Nacional de Madrid, el último descubrimiento verdaderamente importante se remonta a 1975, cuando aparecieron catorce cánones de Bach sobre el bajo de las Variaciones Goldberg escritos en el reverso de una hoja de la copia personal del compositor, ahora conservada en la Biblioteca Nacional de París. "Los melómanos fantaseamos con llegar a encontrar algún día las cien cantatas y las tres pasiones perdidas de Bach, pero en el fondo somos conscientes de que no las recuperaremos nunca. Hace tiempo que la historia musical esta escrita y bien escrita".

    Lo que no ha impedido que el pasado octubre, Barry Cooper, investigador de la Universidad de Mánchester, hallara en la Biblioteca Estatal de Berlín un breve himno de Beethoven. La partitura, cuyos escasos cuatro pentagramas datan de 1820, estaba oculta entre las páginas del cuaderno Artaria 197 del compositor y había pasado inadvertida por los estudiosos, que la consideraron un borrador. "Lo realmente interesante de esta composición para servicio religioso es que no se parece mucho a la música de Beethoven. Y es ese contrapunto estilístico lo que nos ayuda a conocer mejor su música", dice Cooper, que lleva décadas estudiando al genio de Bonn. Antes incluso de recuperar en 2001 la versión de un movimiento de su Cuarteto n°2, trató sin éxito de reconstruir la mítica y maldita Décima sinfonía.

    Un ‘Allegro' y dos Mozart

    Poco después, en marzo del año pasado, la musicóloga Hildegard Herrmann-Schneider rescataba de un antiguo libro de partituras olvidado en el desván de una casa particular en el Tirol un Allegro molto inédito que Mozart compuso con apenas once años. "La relevancia de este hallazgo es más histórica que musical", reconoce al teléfono Ulrich Leisinger, director de la Fundación Internacional del Mozarteum de Salzburgo. "No esperamos vender entradas de conciertos sino seguir arrojando luz sobre la juventud de Mozart". En concreto, sobre los años de transición compositiva que separan la infancia de la adolescencia del niño prodigio. "Este Allegro molto tiende un puente entre la forma sonata de su Primera sinfonía, que compuso con ocho años, y la sofisticación técnica de su primer Concierto para piano".

    Los investigadores siguen en racha. El pasado mes de enero, el pianista húngaro András Schiff estrenaba a través de las ondas radiofónicas de la BBC una breve partitura compuesta por Johannes Brahms en 1853 que el director y musicólogo Christopher Hogwood descubrió por casualidad en la biblioteca de la Universidad de Princeton. Poco después, en los archivos del Charnwood Borough Council del condado británico de Leicestershire aparecía una pieza titulada Carillon Chimes que Sir Edward Elgar había compuesto para la inauguración de un campanario londinense en 1923.

    A varios siglos de distancia, el particular Santo Grial de Jordi Savall es L'Arianna, segunda ópera de Monteverdi de la que sólo se conserva un fragmento, el famosísimo Lamento della Ninfa. "No me importa reconocer que es la gran obsesión de mi carrera; dar con ella sería un milagro", asevera el musicólogo y violagambista, que sigue dedicando esfuerzos a indagar en el contexto histórico de cada composición. Para ello, cuenta con su propio sello discográfico, Alia Vox, y un equipo de grabación en la Colegiata del Castillo de Cardona, donde al menos tres veces al año se reúne con los músicos especialistas de Hespèrion XXI para invocar las esencias de las músicas olvidadas. "Hay tanto composiciones actuales pendientes de estreno como partituras de otro tiempo que no han logrado sobrevivir al paso de los años. Por eso pienso que los músicos tenemos una misión".

    Mission precisamente lleva por título un reciente proyecto discográfico de Cecilia Bartoli, que reúne 21 primeras grabaciones de arias e interludios orquestales de Agostino Steffani, compositor puente entre el Renacimiento y el Barroco. "Desgraciadamente, hay muchos steffanis que necesitan de nuestra atención", asegura la mezzo italiana, que no han escatimado a la hora de deconstruir a este zelig del Renacimiento tardío y reconciliarlo con la Wikipedia moderna. El objetivo no es otro que "convertir los interrogantes en signos de exclamación", con la esperanza de que el genio italiano encuentre acomodo en el repertorio antiguo aprovechando el filón discográfico del barroco.

    Vivaldi después de Vivaldi

    El sello Naïve se han apuntado a la moda de los descubrimientos. La posibilidad de que Vivaldi hubiera escrito otro Orlando furioso mantuvo en vilo durante meses a los custodios del repertorio barroco después de que los encargados de numerar sus trabajos, Peter Ryom y Federico Maria Sardelli, sometieran a análisis partituras y publicaran la primera grabación en disco, que tuvo una excelente acogida. También Virgin Classics lanzaba recientemente al mercado un registro vivaldiano de Ercole su'l Termodonte a cargo de Europa Galante y Fabio Biondi. No es la primera vez que la música del autor de las Cuatro estaciones es motivo de sorpresa. En 2010 un experto de la Hope University de Liverpool identificó la mano del veneciano en dos sonatas para violín que habían permanecido olvidadas en una carpeta durante 285 años.

    En España, el Ministerio de Cultura recuperaba en 2011 la partitura de La vie brève de Manuel de Falla, perdida desde hacía medio siglo tras extraviarse de su estante en el Conservatorio de Música de Madrid. Un motivo más de celebración para la música, que seguirá recuperando sus papeles sin olvidar que lo verdaderamente importante es que La vida breve siga programándose en los teatros y dando larga vida a Falla.