Borja Ortiz de Gondra, Yolanda Pallín, Mikel Gómez de Segura y José Manuel Mora durante un ensayo de la obra en Madrid

El Centro Dramático Nacional abre su temporada el 20 de septiembre con Nada tras la puerta, una polifonía teatral en la que los dramaturgos José Manuel Mora, Borja Ortiz de Gondra, Yolanda Pallín y Laila Ripoll hacen orbitar varias historias inspiradas en los horrores de la guerra alrededor de un texto matriz de Juan Cavestany. Con motivo de este estreno, El Cultural ha reunido a Mikel Gómez de Segura, director del proyecto, y a tres de los autores de la obra sobre los ciclos del odio, el racismo, la violencia y los abusos sexuales que se siguen perpetuando tras las cortinas de la nueva Europa.

Aunque el telón lo levantará la víspera el Teatro del Arte de Moscú con El duelo de Chéjov, que estará en el Valle-Inclán hasta tres días después, el curso regular del Centro Dramático Nacional comenzará con el viaje al infierno que Juan Cavestany, José Manuel Mora, Borja Ortiz de Gondra, Yolanda Pallín y Laila Ripoll proponen en Nada tras la puerta. La obra, una coproducción con Trespasos K, estará en la sala Francisco Nieva hasta el 20 de octubre.



A ese paseo han llegado los dramaturgos invitados por Mikel Gómez de Segura, director de la compañía vasca y del montaje, y guiados por el periodista Hernán Zin. El veterano reportero de guerra ha sido el encargado de proporcionarles el material bruto para que cada uno escogiera el asunto que más les interesara dentro de la abundante paleta de horrores que es la situación de la mujer en muchas partes del mundo. "Espantosa", se lanza Mora cuando se le pregunta qué le pareció la información que les dio Zin cuando se reunieron con el periodista: "Uno cree que ya sabe muchas cosas, por lo que ha leído en los periódicos o visto en televisión, pero cuando te las cuenta alguien que las ha vivido de primera mano..."



"Lo interesante es que estas historias lleguen a otros", añade Pallín. "Eso es primordial", corrobora Ortiz de Gondra, que cree que un proyecto como Nada tras la puerta es "una apuesta valiente del CDN, de las que debe hacer un teatro púbico como el CDN, porque en uno comercial sería inviable".



De esos encuentros con el periodista y el director, más otros entre los cinco autores, salieron los primeros borradores de una obra formada por textos autónomos de cada dramaturgo, pero que debían apoyarse entre sí para luego formar un conjunto superior que acogiera todos. "Cada uno ha sido muy libre de escribir lo que quisiera, pero cada loco no podía imponer su tema, por lo que nos hemos reunimos varias veces para compartir lo que hacíamos, apoyarlo, revisarlo y ajustarlo", explica Pallín.



Y todo ello bajo la supervisión de Gómez de Segura, que no les dio muchas instrucciones. "Sólo que fuéramos radicales con lo que contáramos, que no nos acomplejáramos con el horror, porque la realidad siempre es superior", añade Mora, que se ha sumergido en el turismo sexual a través de una mujer que acepta acostarse sin ningún tipo de protección con un enfermo de SIDA. Asume el riesgo porque de ese encuentro puede llegar el ansiado permiso que la lleve a Europa.



"Mikel tampoco quería que miráramos con superioridad al Tercer Mundo ni que fuéramos maniqueos", corrige Pallín. "Eso sí, debíamos identificarnos con los personajes, buscar argumentos de defensa para todos". Así ocurre en su texto, que trata del comercio de niñas para la adopción. También le espera un futuro espantoso a la protagonista del monólogo de Ripoll, una niña que tiene que elegir entre obedecer a su padre y casarse con un viejo maltratador o entregarse a una muerte segura.



Pero si todos estos textos son un paseo por el horror, el que más se acerca a las llamas del infierno es sin duda el de Ortiz de Gondra, que ha optado por una espeluznante temática: la violación de mujeres como arma de guerra. El dramaturgo vasco ha conseguido superar el drama y convertir el texto en una auténtica tragedia griega que cuenta la historia de una joven educada para la venganza.



Justicia o perdón

"Tal vez sea por la situación que hemos vivido en mi tierra durante muchos años, pero me interesa mucho la contraposición que hay entre justicia y perdón", afirma Ortiz de Gondra. "Quiero saber si hay un lugar en el que quepan ambas o si, por mucho que intentemos conciliar las dos, es algo imposible porque cuando una entra en la casa expulsa irremediablemente a la otra. Ambas son imprescindibles para la sociedad. Aunque en diferentes dosis, son fundamentales para garantizar la convivencia". Su texto demuestra que, según qué circunstancias, "la justicia, por muy necesaria que sea, puede llegar a convertirse en el desencadenante de una situación peor".



Esa duda recorre un texto en el que su autor presenta un conflicto aparentemente inalterable, pues nada desvía el camino de la joven a la obligada necesidad de venganza con la que fue bautizada. Más aun cuando describe al violador como una persona mutada: ya no es el hombre cruel de cuando se enseñoreaba sobre las mujeres enemigas para dejarlas muertas en vida.



De hacer que todas las miradas converjan en la misma dirección se ha encargado Gómez de Segura. El director tenía muy claro desde el principio que Nada tras la puerta no debía ser una obra por capítulos, sino un libro cuajado. "Aun respetando la libertad y autonomía de cada uno de los autores, condición imprescindible desde el principio, no quería que cada texto fuera por su cuenta, como una simple sucesión de historias que entran y salen sin tocarse", asegura. Por eso escogió como matriz la única obra que se desarrolla en algún lugar del Norte -la de Cavestany- y en la que un grupo de personas se junta en una casa para cenar mientras ve la final de un campeonato de fútbol. Alrededor orbitan otros personajes, que interpretan los mismos actores reunidos en la mesa, que actúan unas veces como protagonistas y otras, como un coro que apoya las diferentes voces individuales.



Todo un desafío. "Mikel ha conseguido crear una obra común con diferentes texturas que dan cabida a una polifonía de discursos", explica Mora que, como el resto, ha tenido que lidiar con el problema de condensar en un cuarto de hora su historia. "Te hace ser muy conciso, no puedes desviarte en ningún momento del camino que has escogido por muchas puertas que se abran alrededor".

Segundas partes

Pallín, por el contrario, no encuentra problema en esa situación y rebate a su compañero de banco. Veterana desde hace más de 15 años de las obras a varias manos, piensa que es una buena forma de trabajar. "Siempre hay cosas de las que tienes que prescindir. Pero a mí me gusta este sistema. Prefiero escribir de más y luego sintetizar, porque esas escenas nunca sobran. Yo, por ejemplo, se las paso a los actores para que, aunque no estén en la representación, las tengan en su imaginario".



Por el contrario, a Ortiz de Gondra, Nada tras la puerta se le ha quedado corta. El autor está pensando en una continuación del texto, porque cree que la tragedia de la joven que busca al violador de su madre demanda mucho más recorrido. "Me interesa saber qué es lo que pasa después del encuentro entre el padre y la hija. Si lo que la chica consigue al final es justicia o venganza, por lo que no descarto retomar la obra más adelante. No para escribir una nueva, sino para hacer la segunda parte con el mismo material". La verdad es que su texto lo pide, sobre todo al final, cuando, mientras encañona a su padre, la adolescente oye un ruido en el cuarto vecino que puede prolongar el viaje al infierno que creía haber recorrido ya.