Agrippina sube el tono en el Liceo
La mezzo Sarah Connolly en la piel de la turbia Agripina. Foto: Clive Barda.
El teatro barcelonés presenta la controvertida Agrippina de David McVicar. La lucha intestina por el poder en el Imperio Romano aparece envuelta en una estética contemporánea y cargada de lascivia. Harry Bicket, director de la formación The English Concert y experto en Händel, gobierna el foso.
La lucha intestina de Agripina por colocar a su hijo Nerón al frente del Imperio es presentada en este montaje con un envoltorio contemporáneo: los personajes lucen prendas y complementos actuales, Popea (aquí Daniele De Niese) brinda algún que otro striptease al ritmo de los compases handelianos, la cocaína corre por el escenario... ¿Es una distorsión fraudulenta de los propósitos originales de Händel y el cardenal Vincenzo Grimani, que firmó el libreto? A juicio de McVicar su apuesta está perfectamente justificada: "El texto de Grimani es una joya literaria, una pieza muy sofisticada, como la sociedad veneciana del siglo XVIII [la obra se estrenó en la Serenísima en 1709]. Esta es la clave de Agrippina: su sofisticación extrema. Tiene un toque urbano, tal y como podríamos entenderlo hoy. Y también humor. Son características que no se verán en sus óperas posteriores, las que presentó ya en Londres".
Harry Bicket, director musical, también tiene argumentos en su defensa, que expone a El Cultural: "Cuando se representó en Venecia los actores vestían ropa del momento. No iban con togas. Por eso no considero que haya ningún tipo de traición. Y al fin y al cabo estamos ante una historia muy actual: una serie de personas que intrigan para alcanzar más poder y mujeres que utilizan el sexo como instrumento para medrar". La ópera de Händel (compuesta en sus años de juventud mientras viajaba por Italia) tuvo un enorme éxito. Fue representada consecutivamente 27 ocasiones, algo extraordinario en la época. Para Bicket, director de la formación británica especializada en música barroca The English Concert y exhaustivo conocedor de las partituras handelianas, es "una obra maestra". "Adoro Agrippina porque está compuesta por un Händel que no tiene que demostrar nada. Me recuerda al joven Mozart, que componía sólo al dictado de lo que amaba. En todo lo que escribió después aparece Agrippina, más o menos disimulado. Aunque ya no tendría el atrevimiento y la frescura que posee esta pieza".
Harry Bicket, aparte de gobernar a la Orquesta Sinfónica del Liceo, toca el clavecín. Para simultanear ambas responsabilidades ha decidido elevar el foso: "Así estoy al mismo nivel que los músicos, de manera que puedo ver, tocar y dirigir. Ellos pueden escuchar mejor a los cantantes, lo que les hace sentirse más implicados en el desarrollo de la trama". El maestro británico cuenta asimismo con el apoyo de otro clavecinista, Jory Vinokour, que ejecuta alguna de las arias sobre las tablas. Un terreno en el que campeará la mezzo inglesa Sarah Connolly, en el papel de Agripina, en realidad escrito para una soprano, en concreto la célebre Margarita Durastanti. "Bueno, hay que tener en cuenta que en la época de Händel no existía la figura de la mezzo. Agripina está escrito para una voz muy baja, por lo que una mezzo alta puede abordarlo perfectamente". Es todo un desafío tanto para ella como para sus compañeros de reparto (Malena Ernman, Franz-Josef Selig, David Daniels...) acometer el belcantismo de Händel, por momentos endiablado.