Image: Sun Kil Moon: el manantial de lo corriente

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Escenarios

Sun Kil Moon: el manantial de lo corriente

28 marzo, 2014 01:00

Sun Kil Moon

Benji es un artefacto formidable cuya escucha atenta revela incontables capas de sentido y donde su elaborada sencillez formal se traduce en fuerte impacto emocional. Con él, Sun Kil Moon se planta ante la competitiva velocidad de un pop bulímico de invenciones.

Pareciera que, tras años de prueba y error, lo que fueron tics, ahora fueran atributos. El sexto LP de Sun Kil Moon no es uno más en ese cuarto de siglo de Mark Kozelek (Masssillon, Ohio, 1967) trenzando canciones bajo una u otra marca, sino una de esas obras en que un lenguaje de signo personal alcanza su pleno rendimiento. En lo musical, Benji no se aparta mucho de las anteriores coordenadas de Sun Kil Moon y, por tanto, no descubre lugar nuevo alguno. Sin embargo, su conjunto suena recién hecho y destila la pureza del agua cristalina. Quizá sólo sea ese encuentro con el manantial de los que alcanzan la maestría de oficio y no necesitan más. La autoproducción de Kozelek sostiene su voz sobre una guitarra española que funciona como un hilo con que se teje ese nuevo pedazo de realidad coagulada y cribada en forma de canción. Luego hay esas otras pistas que resultan más prescindibles pero que van revelando poco a poco su función: los detalles de guitarra portuguesa o eléctrica, los coros de Will Oldham o de Jen Wood, las baterías de Steve Shelley con sonido de habitación, el piano o el piano eléctrico... Kozelek borda sus canciones con pequeñas inflexiones en la repetición. El manantial siempre es nuevo al brotar.

El ejercicio de ajuste y filtrado es más palmario en unas letras donde Kozelek rasura de su pasado sarcasmos e ironías y reminiscencias de poses juveniles de marca de territorio, olvida los ajustes de cuentas y las antaño tan recurrentes obsesiones amatorias, y se centra en tomar en consideración los sucesos de la vida real, prestando atención a la forma más elemental (sentimental y coloquial) en que se presentan tales sucesos en su mente. Benji es Kozelek haciendo un alto a mitad del camino de su vida para tratar de expresar quién es. Tal catarsis de la mediana edad se da a través de la desnudez pública de una vida normal y corriente. Pero en su autoexploración no hay un ápice de exhibicionismo ni de onanismo. Así, lo que convierte a Benji en una catapulta de conmoción y ternura reside en que esos textos enormes, frondosos, que se mecen sin fin en la acerada pero frágil voz de Kozelek, casi siempre hablan de otros, no de quien los escribe y dice. Lo familiar y la amistad van haciendo de pegamento confesional, pero el autor cuenta sus historias domésticas más porque las tiene a mano que porque desee hablar de sí mismo. Prueba de ello son las dos canciones que hablan de cómo digerir el asesinato de los desconocidos. La muerte es, claro, tema central, un fondo universal más allá de las superestructuras sociales, curso del tiempo irrefrenable o sombra a veces repugnante. El cantante se enfrenta al dolor y lo incomprensible de una existencia oscurecida por lo inevitable para tratar de aportar algo de poesía capaz de dotar de sentido, con la que dar reconocimiento al valor de cualquier vida. El artificio, tan honesto, sirve para plantar cara al absurdo repiqueteo de la muerte.

En Benji, el estadounidense presenta un ejercicio de depuración de sus propios valores y un alejamiento de la búsqueda formalista. Es justo en su danza con una (sólo aparente) uniformidad y sencillez musical y lírica, en su rechazo del truco y la afectación, donde reside el hechizo de un disco que desborda el debate sobre lo creíble, lo autobiográfico y confesional como motores necesarios de la canción de autor. Lo desborda porque su forma musical se relaciona sinceramente con el artificio y lo banal de cualquier creación. Y de paso abre así otro debate sobre el hambre incesante de renovación formal.

Otras apuestas

Beck / Morning Phase. Tampoco inventa ni descubre. Sólo da una vuelta por la vieja casa que él ayudó a construir, la misma casa interminable de clasicismo aéreo a medio tiempo que también edificaron Simon & Garfunkel, Nick Drake, Gram Parsons, Dylan, Lennon, Nico, Björk y algunos otros. Un disco muy hermoso, sutil como una adicción que comienza.

Perc / The Power And The Glory. El segundo álbum del londinense Ali Wells es un azote de techno experimental minimalista. El ruido es moldeado hasta componer los elementos rítmicos de austeridad industrial en los que se asientan ráfagas de voces salidas del averno y colchones e hilos de teclado desvaído. Bailes de San Vito entre una exhibición de atrocidades.