Image: El canto del destino de Heras-Casado

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Escenarios

El canto del destino de Heras-Casado

25 abril, 2014 02:00

Pablo Heras-Casado. Foto: R.F. Leclercq.

El director granadino llega el próximo lunes 28 al Palau de Barcelona junto a la Freiburger Barockorchester, con la que colabora habitualmente y con la que interpretará piezas de Schumann y Brahms.

En muy pocos años, incluso antes de madurar por completo, el granadino Pablo Heras Casado (Granada, 1977) se ha situado entre las batutas jóvenes españolas más significadas. Hizo sus primeras armas en la música antigua después de fundar en 1994 la Capella Exaudi y de trabajar a conciencia el repertorio renacentista y barroco. Creó más tarde la Orquesta Barroca de Granada. Harry Christophers y Christopher Hogwood son músicos que influyeron poderosamente en su formación, que más tarde, ya en la década de 2000, se ha ampliado, lo que, a la postre, le ha ido llevando hacia otros derroteros y virando hacia más modernos repertorios. Sus modos suaves y convincentes se fueron desarrollando de forma lenta pero firme.

No hay duda de que su primer gran espaldarazo llegó cuando Barenboim, maestro que ha influido mucho en él, lo seleccionó para participar, junto a otros dos directores, en el taller de la Orquesta Diván Este-Oeste. En 2006 se produce lo que podríamos llamar su despegue internacional al ser nombrado asistente de la Deutsche Oper de Berlín y de la Ópera de París. Y comienza a introducirse en la música contemporánea; hasta el punto de que en 2007 se le concede el premio al mejor director del Concurso de Lucerna, en donde se encarga de una obra tan compleja como Gruppen de Stockhausen. A partir de ahí, con un radio de acción cada vez más amplio, la carrera de Heras no conoce ya límite.

En Madrid lo hemos podido ver en el Real, como uno de los jóvenes maestros preferidos de Mortier, en Mahagonny de Weill y en Il postino de Catán. También se ha situado en el podio de la Orquesta Nacional. En todos esos lugares, lo mismo que en el Festival de su ciudad, donde ha actuado varias veces -lo recordamos en un hermoso concierto con música de Messiaen-, se ha comprobado su innata musicalidad, su gesto claro, de voluta elegante, en ocasiones sin batuta; su temperamento controlado y sus criterios firmes y accesibles. Le falta aún recorrido para dar con el rostro expresionista y ácido de aquella demoledora ópera con texto de Brecht. O para traducir con la finura deseada algunos de los pentagramas del primer romanticismo, que suele cultivar. De hecho su más reciente grabación contiene la Sinfonía n° 2 de Mendelssohn, Canto de alabanza, en la que gobierna a la Sinfónica de la Radio de Baviera. Ha debutado ya en el Met neoyorquino dirigiendo Rigoletto con singular éxito. Previamente había circulado por podios tan relevantes como los de la Gewandhaus de Leipzig, Filarmónica de Berlín, Mahler Chamber Orchestra, Staatskapelle de Dresde, Filarmónica de Múnich, Mozarteum de Salzburgo, ciudad ésta que lo acogió en 2012. Barenboim lo ha invitado ya varias veces para actuar con su Staatskapelle de Berlín, la última con ocasión del Concierto de Año Nuevo de 2013. La revista Musical America lo nombró mejor director del año.

La mímica resulta especialmente sugerente para los cantantes y su manera de entender los distintos estilos, sin forzamientos ni elongaciones indeseadas, lo capacitan para plegarse y acoplarse sin problemas a cualquier agrupación o partitura. Trabaja con la seguridad de quien se siente preparado. En todo caso, mantiene excelentes relaciones con algunas orquestas importantes. Lo es sin duda la ya famosa Freiburger Barockorchester, con la que colabora habitualmente y con la que visita el Palau de la Música Catalana de Barcelona el lunes 28 para ofrecer una sesión en verdad curiosa en la que se incluyen los tres conciertos de Schumann, el de violín, el de piano y el de chelo. Los tres solistas son muy buenos: respectivamente, Isabelle Faust, Alexander Melnikov y Jean-Guilhen Queyras. El programa se completa con Schicksalslied (Canto del destino) de Brahms, donde canta el Orfeò Català.