Escenarios

Haitink, temple para la Sinfónica de Londres

31 octubre, 2014 01:00

Bernard Haitink, director de gesto contenido y austero. Foto: Tod Rosenberg

A sus 85 años bien llevados Haitink es hoy una gloria venerable, un director que ha ido a más hasta asentarse en una posición de magisterio. En sus primeros años, este discípulo de Felix Hupke y Ferdinand Leitner, en un momento en el que las más grandes batutas del siglo estaban aún en activo, no parecía despegar claramente por encima de una corrección musical, de una solidez constructiva y de una solvencia narrativa, con evidentes anclajes en la propia tradición de su país, tan conectada a la Orquesta del Concertgebouw, la maravillosa agrupación de su ciudad natal, que gobernaría de 1956 a 1988, como sucesor de Eduard van Beinum, y de la que es hoy director honorario.

El director se fue forjando poco a poco, ampliando sus registros expresivos, penetrando en los secretos del repertorio, perfeccionando su gesto, en todo momento contenido, parco, austero, como el de su antecesor en el podio de la orquesta holandesa o el de Eugen Jochum, con quien compartió en un principio el puesto de director permanente. Hoy Haitink se nos revela como un maestro maduro, serio, sesudo, dominador y, a diferencia de otros tiempos, con una actitud muy sugerente ante la orquesta. Una cierta falta de vuelo, de fantasía, de imaginación, las suple sobradamente con un oído muy fino y un temple sabio, que preside todas sus interpretaciones, adornadas por el buen sentido, el equilibrio y el conocimiento.

Será posible comprobar todo ello y que el maestro holandés aún tiene mucho que decir a través de las competentes interpretaciones que de seguro va a realizar de unas cuantas obras maestras en su nueva visita a Madrid, en esta ocasión al frente de la siempre bienvenida Orquesta Sinfónica de Londres, uno de los conjuntos más representativos de los ciclos de Ibermúsica, que es quien organiza esta convocatoria. El lunes, 3, en el Auditorio Nacional, estará en atriles la monumental, profunda y catedralicia Sinfonía n° 8 de Bruckner, un compositor con el que Haitink tiene afinidad desde hace lustros y del que grabó hace ya tiempo una integral sinfónica con el Concertgebouw, un hito en la historia de la fonografía.

El acendrado sentido de la forma del director quedará sin duda nuevamente consignado en esta actuación, que nos pondrá de manifiesto la experiencia y el conocimiento del estilo, camino franco hacia la construcción de las gigantescas estructuras de la magna composición, cuya coda final, tan difícil de ejecutar, es un buen resumen de una manera de hacer. En ella han de escucharse, en pavorosa superposición, los cuatro temas principales de la partitura, que será complementada al día siguiente por las tres que integran el segundo programa: Preludio a la siesta de un fauno de Debussy, Sinfonía n° 5 de Schubert y Sinfonía n° 4 de Brahms. Podremos apreciar así la habilidad de la batuta para dar con el color impresionista, para la búsqueda del equilibrio de un clasicismo remozado y para la organización y construcción de un complejo de variaciones continuas.