Carolina Román, Araceli Dvoskin, Nelson Dante y Noelia Noto conforman el elenco a las órdenes de Tristán Ulloa. Foto: Marcos Gpunto.

El hiperactivo Tristán Ulloa, entregado a las tablas tras la fundación de dos compañías, confirma alternativa en su faceta como director. Adentro, su segundo montaje, ahonda en los lazos familiares emponzoñados que lastran a sus miembros. El María Guerrero acoge su estreno este miércoles (15).

Frenética actividad la de Tristán Ulloa. Por la tarde se subirá al escenario de la Abadía para clavar en su rostro la pérfida sonrisilla de Gibbs en la versión del Invernadero dirigida por Mario Gas (el primer montaje de Teatro del Invernadero, compañía que acaban de botar tanto Gas como él, en comandita con Paco Lahoz y Gonzalo de Castro). Esta mañana ejercía en su papel de productor de Adentro, despachando algunos flecos logísticos en una reunión. Es la obra que estrena, en alianza con el CDN, el próximo miércoles (15) con su otra formación, Adentro Teatro. Y ahora, a mediodía, corre hacia los últimos ensayos en la Sala de la Princesa del María Guerrero, porque también es su director. En mitad del apresurado trayecto suena su móvil, a la hora acordada para la entrevista. Pero Ulloa pide unos segundos para recuperar el resuello. "Sólo un momento", se disculpa.



Tras tomar un poco de aire, ya está en disposición de comentar las claves de este nuevo trabajo, el segundo en el que empuña la batuta. En construcción fue su bautismo en esa función (en el cine, eso sí, ya había firmado en 2007 Pudor). Una pieza realista que retrataba la lucha cotidiana de unos inmigrantes argentinos sin papeles en España. Dio en la tecla: llenazos en el Teatro del Arte y posteriormente en la Sala Mirador. Esta vez vuelve a poner en escena un texto de Carolina Román (su pareja), que asume además el papel central, el de la Negra. Ella es la encargada de tirar de una familia carcomida por diversos traumas. Su madre, Marga (Araceli Dvoskin) es un cruce entre Amanda Wingfeld de El zoo de cristal y Blanche Dubois de Un tranvía llamado deseo. O sea: una mujer a caballo entre la demencia y el desencanto. Y su hermano, apodado el Negro (Nelson Dante, también encargado de la musica), está recluido en prisión por asesinar a su padre.



"En construcción era vitalista. Aquí también está esa pulsión por salir a flote pero nos adentramos en un territorio mucho más oscuro, al que da miedo asomarse", explica. Ulloa se refiere al poso emponzoñado que sirve de cimiento a la historia, un subtexto en el que se entremezcla la violencia larvada, las derivas patológicas de la psique, la hiperprotección materna bienintencionada pero castrante... "Esta obra es el desarrollo de una micropieza anterior en la que el Negro y la Negra tenían un vis a vis en la cárcel. Quisimos conocer más a fondo a ella, sus relaciones familiares y profesionales...". Dos contextos contradictorios en su vida. En la primera vive encarrilada por inercias ancestrales y en el segundo, sobre todo en contacto con su compañera Male (Noelia Noto), comprueba que hay alternativas a su esclavitud emocional. "La Negra tiene la oportunidad de elegir si rompe con sus cadenas y le da un nuevo rumbo a su vida. Esa catarsis es la que está en juego".



Ulloa poco a poco va afinando el montaje. Aunque esta confirmación en su faceta como director cuenta con el respaldo del CDN, se mantiene en una línea de escenografía austera, que va germinando ensayo a ensayo. "Así trabajamos en Adentro, de manera orgánica". Un rasgo que acredita la escritura de Román. Su texto opera como guía, no como catecismo. "Es un gesto de generosidad de la autora. La suerte es que al trabajar como actriz percibe en el día a día la necesidad de modificar alguno de sus enfoques. Los cambios no se los encuentra luego de golpe y entiende su sentido: los personajes a veces toman caminos imprevistos y yo prefiero seguirles antes que someterlos".



Es un esquema de trabajo que remite a la espontaneidad de Andrés Lima, uno de los registas más admirados por Ulloa. "Por su valentía, por su rebeldía y por su defensa del caos y de la imaginación. Estamos demasiado acostumbrados a que pauten nuestras decisiones. Aunque parezca paradójico, es algo que también ocurre en el teatro. Mucha gente se te acerca para decirte: 'Eso no se puede hacer'. Andrés Lima nunca se echa atrás. Y lo que hace te puede gustar más o menos, pero rezuma vida y es personal. Tiene sello. Yo intento seguir también mi instinto". Buena actitud, de entrada, para acuñar el suyo propio.