Image: Damien Rice, Sun Kil Moon y Ought, estrellas del Primavera Sound de Oporto

Image: Damien Rice, Sun Kil Moon y Ought, estrellas del Primavera Sound de Oporto

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Damien Rice, Sun Kil Moon y Ought, estrellas del Primavera Sound de Oporto

Con una asistencia de casi 80.000 personas, el festival se soncolida como el evento de música moderna más importante de Portugal

8 junio, 2015 02:00

Damien Rice, uno de los triunfadores del Primavera Sound de Oporto.

La cuarta edición del Primavera Sound de Oporto batió un nuevo récord de asistencia (casi 80 mil personas) y se consolidó como el evento de música moderna más importante de Portugal. Antes de cerrar, la organización ya confirmaba las fechas para el año que viene a tenor de las riadas humanas que llenaron el Parque da Cidade de Porto con un entusiasmo tan visible pero menos ruidoso que el de Barcelona y es que nuestros vecinos son menos escandalosos que nosotros. El momento cumbre del certamen probablemente llegó el sábado por la noche, cuando Damien Rice, armado con una guitarra y solo en el inmenso escenario principal, logró un silencio sepulcral que indicaba el respeto casi reverencial con el que se le escuchaba. Tiene mucho mérito lo de Rice y por momentos (cuando cantó "Can't Take My Eyes of You") la emoción era tan latente y evidente que fue como una catarsis.

Mark Kozelek, ex Red House Painters, se presentaba en el Primavera Sound bajo su alias Sun Kill Moon, con el que saca a relucir su vena más folk e intimista. Se esperaba, por tanto, que tocara ese precioso Benji de hace unos meses en el que se mostraba más austero e íntimo que nunca. Pero Kozelek es un hombre hiperactivo y apenas unos días antes colgó en su web su nuevo disco, Universal Themes, con un sonido más ampuloso y producido que en el anterior. Kozelek tiene fama de ser un hombre complicado con tendencia a comportarse de manera lamentable en sus propios conciertos. En Oporto no hubo nada que lamentar (estaba un poco ido, pero bueno, no insultó a nadie) y dio la versión más crooner de sí mismo. Por momentos, el artista parecía una especie de Frank Sinatra y alcanzó lo sublime con un dominio asombroso de todos los palos de la tradición americana.

"De Seattle, Washington", son Death Cab for Cutie, que así se presentaron en Portugal saldando una vieja deuda porque debido a la lluvia el concierto que debían dar hace cuatro años en el mismo lugar fue cancelado. Los de Ben Gibbard no estuvieron en Barcelona pero sí en Oporto, donde dieron un largo recital en el que exhibieron ese rock que no desdeña la influencia del pop en sus sofisticadas melodías y que por momentos alcanza la gloria como en su emotiva interpretación de "Transatlanticism". Fue el sábado también el día de otros clásicos, Babes in Toyland, supervivientes de la era del grunge y primera banda de Courtney Love que después de una larga separación vuelven a tocar juntas. Fue impresionante ver a las rockeras, un tanto talluditas, dar mucha guerra con guitarra, bajo y batería, fieles a sí mismas. Por cierto, era graciosa la diferencia entre la voz dulce y amable de la líder, Kat Bejlland, y los gritos que pegaba cuando se ponía a cantar demostrando aquello de que se puede una dama y una guerrera al mismo tiempo sin problemas.

Se pudo ver de todo. Baxter Dury dio una actuación inolvidable no tanto por su calidad sino porque apareció con una borrachera importante en el escenario y además paraba cada tres minutos para meterse unos buenos lingotazos. Acompañado de unos músicos excelentes, Dury por momentos daba la impresión de haberse colado en su propio concierto y estar molestando a los demás. Sus canciones de indie pop siguen funcionando muy bien, eso sí, aunque cabe decir que a pesar de sí mismo. Poco después, en el escenario contiguo, los californianos Foxygen daban uno de los conciertos mas delirantes que recuerdo. Totalmente revolucionados, el cantante se tiró varias veces al público como en los buenos tiempos del rock para desesperación de los servicios de seguridad, y las bailarinas daban tantos espasmos que por momentos parecía que aquello se iba a derrumbar.

Los clásicos tuvieron un papel estelar. Patti Smith se volvió a convertir en la reina del festival después de su épica actuación en Barcelona con un show en el que estuvo más relajada y menos política. Con una clase increíble, Smith se metió a los portugueses en el bolsillo sin apelar en tantas ocasiones a los eslóganes libertarios en una versión más entrañable e íntima. Dan Deacon, que parece una especie de Michael Moore, apeló menos a la participación del público que otras veces y creó una música fascinante y rompedora dándole caña a una mesa de mezclas. Y fue algo raro el show de Underworld, que casi a oscuras por propia iniciativa, demostraron que siguen siendo los reyes del bajo.

Entre los nuevos grupos, los reyes fueron los canadienses Ought. Con un solo disco a sus espaldas, estos chavales se comieron el escenario con un rock potente y bien engrasado en el que no falta la ironía y el sentido del humor. Atentos a su frontman, Tim Darcy, porque apunta maneras de gran estrella con sus aires misteriosos y elegantes a lo Nick Cave de joven. Con mucha garra, otra sorpesa fue Younghusbands, que se postulan como una especie de nuevos Vampire Weekend con ese indie que no reniega de lo intelectual ni lo festivo; o los británicos The KVB, un dúo de chico y chica (jovencísimos) que recuerda a las mejores gestas de The xx con una música ambiental de gran fuerza lírica en la que confluyen influencias tan diversas como New Order o Spiritualzed.