La ruina, déjà vu paranormal de la crisis
Noé Denia lleva al Teatro Lara de Madrid la obra de Jordi Casanovas, una comedia costumbrista-fantástica sobre treintañeros sin futuro
4 agosto, 2015 02:00Elenco de La ruina en la versión dirigida por Noé Denia.
El autor y director Jordi Casanovas escribió en 2008 La ruina, una de las primeras obras de teatro con la actual crisis económica, que aún colea, como telón de fondo. Lo que ocurre delante de él sigue de plena actualidad: un grupo de treintañeros que intenta sobrevivir lo mejor posible, atrapados entre una adolescencia eterna y la precariedad del mileurista (si se fijan, este término que hace unos años se puso de moda ya apenas se usa, porque la anomalía que designaba es hoy la norma). Facturas por pagar, discusiones de pareja, un jefecillo de la empresa que comete un desfalco... Hasta aquí todo muy normal. La sorpresa llega después, cuando un acontecimiento inesperado y físicamente imposible abre una brecha que convierte una comedia cotidiana y de corte social en una comedia de género fantástico. Sucede de golpe y como si nada, y en ese momento lo irreal se vuelve real con total naturalidad. Todos los martes de agosto y septiembre, el público madrileño podrá descubrir en el Teatro Lara qué fenómenos paranormales que pueden desatarse, en medio de una discusión acalorada, bajo el mantel de la mesa del comedor.La obra llega a Madrid con la dirección de Noé Denia y los actores Carlos Serrano, Diana Gómez, Gabriela Pulgar, Marta Romero, Fátima Domínguez, Vincenç Miralles, Rafa Delgado y Aida de la Cruz. Explica Denia que ha potenciado en su montaje el carácter cómico de la obra, en comparación con la versión original dirigida por el propio autor, Casanovas, en catalán. "Creo que los temas serios se abordan mejor desde la comedia", asegura el director. "Hemos apostado por un ritmo vertigionoso que intensifica las situaciones enloquecidas que se dan en la obra".
La ruina plantea problemas de treintañeros para un público treintañero que en los últimos años ha ido repoblando las salas de teatro. Denia, que vivió 8 años en Barcelona y lleva 5 en Madrid, cree que es una tendencia al alza en ambas ciudades, "aunque en Madrid he tenido la sensación de un mayor movimiento de salas alternativas", opina.
El argumento de la obra nos presenta a una pareja joven con maneras muy diferentes de afrontar los problemas. Él estudió filolofía hispánica y ahora trabaja vendiendo productos de limpieza. Se plegó a las necesidades del comer. Ella no. Ella es artista conceptual y no quiere rebajarse a trabajar de algo que no sea "lo suyo". Él lleva toda la contabilidad. A ella la realidad le parece "demasiado aburrida". Los dos viven en la casa de la abuela de uno de ellos, ya fallecida, para no tener que pagar alquiler y no tienen dinero ni para comprar unas lamparitas del Ikea que puedan contrarrestar un poco el bajón de vivir entre muebles de pesadilla gótica-kitsch.
Pronto van apareciendo el resto de personajes, entre los que están un amigo de la pareja, que también flota indolente sin un plan de vida claro; la hermana borracha de la protagonista y cómplice de los extraños fenómenos que ocurren en la casa; y un vecino agorafóbico y obsesionado con los informes del Fondo Monetario Internacional que le tiene pavor a su esposa gritona. Como si estuvieran en un búnker, les llegan noticias confusas del exterior. Parece que los comercios cierran y la gente apedrea con rabia sucursales bancarias, pero nadie sabe si son hechos aislados o todo el mundo se ha vuelto loco en la ciudad.
El texto de Casanovas, uno de los autores jóvenes catalanes más reconocidos en la actualidad, es una disección de todas las actitudes posibles frente a la ruina económica: el pesimismo realista, el optimismo pueril, la evasión etílica, el alegre conformismo, la ignorancia voluntaria o la vileza oportunista.
Lo que ocurre debajo de la mesa es un fenómeno sin explicación que, a juicio del director, se ha vuelto últimamente más habitual en nuestros escenarios por influencia del nuevo teatro argentino: "Ellos juegan con los sucesos mágicos con naturalidad, son más libres en su juego con la dramaturgia, como aquí lo fueron Mihura o Valle-Inclán. En los 80 y 90 el teatro español volvió a lo serio, a lo aristotélico, y ahora se vuelve a relajar", opina Denia, que en 2013 ya dirigió en el Lara Paquito (lágrimas, mocos y sangre).
@FDQuijano