Image: Cambio generacional en el aniversario del American Ballet Theatre

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Escenarios

Cambio generacional en el aniversario del American Ballet Theatre

28 agosto, 2015 02:00

Julie Kent en su despedida de ABT tras Romeo y Julieta © Rosalie O'Connor, 2015

75 años cumple la institución colocando como bailarina principal a la afroamericana Misty Copeland, un hito que ha eclipsado la efeméride y que pone de manifiesto una vez más que ABT es una compañía construída en torno a unas cuantas estrellas

Los 75 años de vida del American Ballet Theatre (ABT) son un periodo muy corto comparado con la antigüedad de compañías de ballet históricas de Europa, como el Ballet de la Ópera de París, el Real Ballet de Dinamarca o los grandes ballets rusos de los teatros Bolshoi y Mariinsky. Pero, como sus compañeras de primera fila, esta compañía ha sabido evolucionar junto a su país y renovarse.

Las celebraciones del aniversario, esta temporada, han coincidido con la jubilación de tres de sus Bailarinas Principales: Julie Kent, Paloma Herrera y Xiomara Reyes se han despedido sobre el escenario del Metropolitan Opera House, casa habitual de la compañía en Nueva York. Apenas abandonaba el escenario esta generación, la compañía anunció el ingreso de Maria Kochetkova, del San Francisco Ballet, y Alban Lendorf, del Real Ballet de Dinamarca, como bailarines principales. Sin embargo, la promoción a esa misma categoría de la afro-americana Misty Copeland, que desde 2007 ocupaba una plaza de solista, eclipsó a los demás.

La popularidad de Misty Copeland había ido creciendo desde que hace un par de años pronunció su deseo de convertirse en la primera bailarina principal afroamericana de la compañía y romper las barreras raciales del ballet. Se convirtió en ídolo de miles de jóvenes, ocupó portadas y escribió un par de libros. Obama la eligió en 2014 miembro de su Council on Fitness, Sports and Nutrition. Algunos recordaron a bailarines anteriores de raza negra como Desmond Richardson (ABT), Albert Evans (New York City Ballet) o Laurent Anderson (Houston Ballet), acusando a Copeland de tratar de presionar socialmente a la compañía alegando una cuota racial que justificara un ascenso al que su capacidad artística no alcanzaba. Más allá de las pirouettes y los arabesques de Copeland, lo cierto es que los llamados "ballets blancos" del repertorio (protagonizados por cisnes, sílfides y espectros varios) han sido terreno poco transitado por los bailarines de su raza; incluso las bailarinas más rubias se maquillan cara, cuello y brazos de blanco para parecer aún más níveas a la luz del escenario. Las dificultades para los bailarines de raza negra que quieren hacer carrera en el mundo del ballet clásico son obvias; fue el también afroamericano Arthur Mitchell (bailarín principal del New York City Ballet entre 1962 y 69) quien fundó el Dance Theater of Harlem tras el asesinato de Martin Luther King, buscando un espacio apropiado para los bailarines de etnias diversas.

Misty Copeland y Joseph Gorak en Romeo y Julieta © Rosalie O'Connor, 2015

Stella Abrera, otra solista ahora convertida en primera bailarina, llevaba esperando el ascenso desde 2001, mientras peleaba con una compleja lesión. Abrera es asiáticoamericana, de origen filipino; hecho que ha pasado prácticamente desapercibido quizás porque ya hay otra oriental (Hee Seo, de Corea del Sur) con el estatus de primera bailarina. Ahí cobra mayor importancia el debate racial; el revuelo que ha provocado Copeland frente a la normalidad de Abrera.

Dejando a un lado el importante plantel de coreógrafos que han trabajado para ABT desde sus orígenes, hay que admitir que no están descaminados quienes acusan a ABT de ser una compañía construida en torno a unas cuantas estrellas. En sus inicios, bailarines como Alicia Alonso, Erik Bruhn, Anton Dolin, Carla Fracci, Natalia Makarova, Rudolf Nureyev o Ivan Nagy, formaron un elenco que permitió al púbico neófito identificarse con artistas que eran inmigrantes, como muchos de ellos; décadas después una segunda hornada de estrellas como Patrick Bissell, Cynthia Gregory, Cynthia Harvey, Gelsey Kirkland, Robert LaFosse o Marianna Tcherkassky mezclaba estadounidenses y segundas generaciones de emigrantes que ya habían nacido en el país; la compañía y el público evolucionaban a la vez.

ABT también vivió su particular versión de la Guerra Fría a finales de la década de los 70; la rivalidad de dos grandes estrellas -el estadounidense de origen cubano Fernando Bujones y el recién exiliado de la URSS Mikhail Baryshnikov- dividió a los aficionados durante años entre quienes defendían la pulcritud de la danza anglosajona y quienes se rendían ante el desparpajo del temperamento ruso. Finalmente, Bujones abandonó ABT cuando Baryshnikov fue nombrado Director de la compañía en 1980, y no volvió a ella hasta que su rival había dejado el cargo, una década después.

Tras una breve etapa con Jane Hermann al frente, Kevin McKenzie, antiguo bailarín de la agrupación, tomó las riendas en 1992 recortando sueldos y estableciendo casi una economía de guerra que permitió que ABT sobreviviera en unos años críticos. Recuperó el espíritu de las viejas parejas de ídolos importados enarbolando el binomio que formaron la argentina Paloma Herrera y el español Ángel Corella, y se esforzó por afianzar una cierta identidad para el corps de ballet. En los últimos años, ABT ha impulsado importantes vínculos con programas educativos universitarios y ha establecido su propio sistema de enseñanza a cuya escuela ha dado nombre su principal benefactora, Jaqueline Kennedy Onassis.

Cuando en 2006 el Congreso de los Estados Unidos aprobó por unanimidad la resolución que convertía a ABT en la compañía de ballet oficial de la nación, todos alabaron la filosofía inicial de sus fundadores. Lucía Chase y Oliver Smith, sus primeros Directores, y el empresario Richard Pleasant, su primer gerente, anhelaron una agrupación que pudiera ofrecer al público americano los ballets más importantes del repertorio e incorporar el trabajo de nuevos coreógrafos. Hoy, aún con sus altibajos, ABT ha demostrado con creces que ha pasado el examen y que sigue, junto a su público, dando pasos adelante.