Image: La Juan March se vuelca con el teatro musical y el repertorio oculto

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Escenarios

La Juan March se vuelca con el teatro musical y el repertorio oculto

La fundación presenta una meditada programación que se atreve con tonadillas y melodramas y aporta sugerentes exhumaciones

30 septiembre, 2015 02:00

Stefan Mickisch descorcha la temporada de la Fundación Juan March este miércoles.

Dice Miguel Ángel Marín que en la Fundación Juan March cabe toda la música. Él es el responsable de programarla y sólo fija tres límites a este apriorismo: ha de tener una dimensión 'digerible' por su escenario, ha de ser atractiva y sostenible al interpretarla en directo (este requerimiento específico rige sobre todo para los tramos más recónditos del repertorio) y ha de ser encuadrable en alguna de las temáticas de sus ciclos. Esta mañana ha desgranado los que conforman una temporada que arranca por la tarde (miércoles 30) con el concierto extraordinario de Stefan Mickisch. El pianista y musicólogo alemán ofrecerá sus propias transcripciones y fantasías sobre óperas de Puccini, Korngold, Strauss y Wagner.

Destaca un año más el énfasis teatral de la institución. Desde el estreno de Cendrillon (Pauline Viardot) a principios de 2014, la Fundación Juan March se está volcando en la ópera de cámara, muy propicia para la naturaleza y estructura de su auditorio. "Es un desafío organizativo y de producción. El objetivo es dar un contrapunto a la oferta de los grandes teatros de ópera, cuya visión de la ópera se reduce básicamente al siglo XIX, desde Donizetti a Puccini, al repertorio italiano y las composiciones que movilizan una gran masa orquesta y coral", explica Marín. Se trata de mostrar un espectro de títulos al margen de ese canon.

Este año los grandes hitos en este capítulo son la recuperación de una Trilogía de tonadillas de Blas Laserna (8,9, 10 y 13 de enero), autor del que, además, se conmemora el bicentenario de su muerte el próximo año. Esas páginas han sido exhumadas del archivo del Conde Duque, donde se encuentra un legado ingente de este tipo de composiciones, equiparables al entremeses teatrales por su función de 'relleno'. Tuvo una tremenda popularidad en el siglo XVIII pero ya en el XIX dejó de cultivarse. Hasta que en el siglo XX, músicos como Julio Gómez intentaron reverdecer el género. Un buen ejemplo es El pelele, que se escanciará en programa doble junto a Mavra, ópera bufa de Stravinski (3, 6, 9 y 10 de abril).

La otra gran cita con el teatro musical son los melodramas firmados por Liszt (4, 6 y 7 de mayo), un género que hibrida la declamación de una trama, la gestualidad dramática y el acompañamiento musical. Conocido en España como melólogo, alcanzó su cénit a finales del XVIII, pero también fue cayendo por su difícil encaje: demasiado hablado para ser ópera, demasiado musicales para representarse en teatros consagrados al texto y demasiado 'escénicos' para ajustarse a los auditorios. La actriz Clara Sanchis junto a la pianista Miriam Gómez Morán los cincelarán sobre las tablas.

El otro polo 'ideológico' por el que resalta la Juan March es la vocación interdisciplinar. No les basta la música en los conciertos. Quieren redondear la experiencia invocando otras artes. De ahí los ciclos que emparejan a Boris Vian y Cortázar con el jazz o el que disecciona la significación musical de la obra de Paul Klee, "el pintor violinista". Aunque este año se vuelcan en el universo musical de Bertold Brecht, con toda lógica y sentido, pues el director alemán injertó siempre canciones en sus puestas en escena. Otro ciclo que se presenta interesante es el titulado Las pasiones del alma. Comprende las siete enumeradas por Descartes (alegría, amor, tristeza...) y las sintoniza con propuestas musicales ad hoc de autores como Corelli, Biber, Cavalli, Monteverdi...

Serán conciertos (150 en total) diseñados para elevar y conmover a un público exonerado de pasar por taquilla. Porque como asegura Javier Gomá, director de la fundación, la excelencia artística y el igualitarismo en el acceso se dan la mano en la Juan March.