Image: Del escenario al despacho

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Escenarios

Del escenario al despacho

3 junio, 2016 02:00

Israel Elejalde

El Teatro Pavón ya tiene nuevos gestores: el director Miguel del Arco y el actor Israel Elejalde, pesos pesados de la Compañía Kamikaze. De esta manera, otro espacio teatral de Madrid queda en manos de los creadores, como ya ocurría en La Guindalera (Juan Pastor), La Mirador (Juan Diego Botto) o en el Teatro del Barrio (Alberto San Juan).

El 17 mayo de 2015 el Teatro Pavón cerraba sus puertas tras la representación de La Celestina de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. El centro de producción del INAEM había recuperado su sede histórica, el Teatro de la Comedia, y de esta manera abandonaba la que había sido su casa durante los trece años anteriores. Y poco (o nada) se sabía acerca de quién pasaría a gestionar el Pavón, hasta que saltó la noticia esta misma semana de que lo harían el director de escena Miguel del Arco, el actor Israel Elejalde, el productor Jordi Buxó y el polifacético hombre de teatro Aitor Tejada. "Aunque estamos en una fase muy embrionaria del proyecto nuestra idea es intentar hacer una programación para todo el año donde quepan nuestro montajes", explica Elejalde. Los cuatro nuevos gestores del Teatro Pavón son los pesos pesados de la compañía Kamikaze Producciones, que cuenta en su haber con éxitos escénicos de la talla de Misántropo, La función por hacer, La clausura del amor, Hamlet...

"Tenemos la sensación de que todas estas obras, por culpa de cómo funciona la industria en Madrid, tienen más vida de la que normalmente les hemos dado", explica el actor. "Por eso nuestra idea es crear un teatro de repertorio, aunque también abierto a otras voces". Con la mirada puesta en el Schaunbühne, teatro público berlinés en el que los textos están en la programación durante varios años, el nuevo grupo de gestores quiere que el Pavón se convierta en un centro de encuentro para distintos profesionales del teatro.

Israel Elejalde explica que "no es natural que un actor se pase a la gestión de un Teatro". "Es un salto hacia adelante en muchos aspectos, incluso temerario, que no me atrevería a dar si no fuera porque estoy rodeado de las mejores personas", confiesa Elejalde, preocupado por el momento que atraviesa el teatro. "No es la situación más favorable, pero tenemos la confianza de haber creado un público al que le interesa lo que hemos hecho todos estos años".

En ese sentido ha trabajado Juan Pastor durante los últimos 13 años como director artístico de La Guindalera, una sala que califica más bien de "centro de creación". "Nosotros, como hizo la Royal Shakespeare Company o el Théâtre du Soleil, buscamos una personalidad propia, algo que aquí en España probablemente solo exista en el Lliure", comenta Pastor. "Esa personalidad requiere de un tiempo para formarse pero también de un espacio. Por eso La Guindalera no es simplemente una sala de programación sino un centro de creación".

Pastor celebra que Miguel del Arco e Israel Elejalde se pongan al frente del Teatro Pavón porque opina que "esta clase de centros son imprescindibles". "Lo que necesita Madrid son teatros que generen tendencias y que con los años se conviertan en algo imprescindible para un determinado público que sabe que le van a hablar de las cosas que le interesen".

El director de La Guindalera, que defiende al actor y al texto frente a cualquier otro elemento desde su refugio del barrio de Salamanca, opina que los intérpretes y creadores hoy "se ven obligados a dar el paso hacia la gestión", pero "hay que aceptar que normalmente no se puede hacer lo que a uno le hubiese gustado". "Madrid es un desastre teatralmente. Hay mucha actividad, pero muy poca dignidad. Seguimos en las catacumbas, sin subvenciones ni apoyo, incluso con gente que nos pone palos en las ruedas", concluye Pastor.

Algo que suscribe Juan Diego Botto desde la Sala Mirador. "Ya no contamos con ayudas públicas, esto es tirar para adelante y esperar que las cosas salgan bien", explica el actor, al frente desde 2013 de este escenario que forma parte del proyecto Centro de Nuevos Creadores, que aglutina a la Escuela de Interpretación Cristina Rota. "Ahora ya no pegamos carteles, pero confías en que las redes funcionen. Sacamos de donde podemos y tenemos el apoyo de la escuela, de la que somos vecinos y que nos ayuda a arrancar".

Botto también trata de otorgarle una personalidad muy definida a la programación. "Es importante que el espectador sea consciente de esa personalidad propia que tiene un cariz social importante, en el sentido de abrir las puertas del teatro a la calle", explica. "En el Mayo del 68 se decía que si el parlamento hacia teatro, el teatro debía convertirse en parlamento. La frase es muy pertinente por todo lo que estamos viviendo en la política, esa suma de soliloquios en la que no se produce diálogo. Se trata, como decía Lorca, de buscar un espacio donde dialogar con risa o con llanto".

Si Juan Diego Botto tomó la decisión de capitanear la Sala Mirador "al calor de la enorme actividad teatral que se estaba produciendo en Madrid", Alberto San Juan se implicó en el Teatro del Barrio "para encontrar un espacio, una casa, donde poder trabajar con calma, hacer procesos largos, estrenar, experimentar...". El actor madrileño, que se curtió en la compañía Animalario, se ha convertido en el rostro más destacado de este escenario, que funciona como cooperativa y que se ha sumado a la confrontación social que busca cambiar el sistema siguiendo el movimiento del 15 M. "Como la idea era que el contenido fuera político, para que la forma fuera coherente tenía que ser política también", explica San Juan. "El teatro del Barrio es un teatro de espectadores y es una cooperativa de consumo, no de trabajadores".

@JavierYusteTosi