Un momento de La gaviota de Ostermeier.
No son los mejores tiempos para el teatro en Portugal. Las dificultades económicas del país, al igual que en España, han sometido al sector escénico a un achique presupuestario brutal. Buen ejemplo es la situación del Festival de Almada, la cita teatral más importante del país. "Para hacerse una idea del ajuste basta decir que el apoyo del Estado han descendido a niveles de 1997", explica a El Cultural Rodrigo Francisco. "Un retroceso de 19 años del que costará mucho recuperarse".Pero frente a esas incertidumbres y carestías Almada sigue confeccionando cada verano una programación muy sugestiva. Detrás de la treintena de títulos que podrán verse hasta el 18 de julio, coinciden gurús europeos con algunos de los nombres más interesantes del circuito portugués. Este año alcanza su 33ª edición y, dentro la primera categoría, destaca la presencia de Thomas Ostermeier, habitual en la localidad portuguesa, situada frente a Lisboa, al otro lado del estuario del Tajo y con unas impresionantes vistas a la capital. El director alemán llega por partida doble. Primero con una versión de La gaviota de Chéjov, concebida como otro paso en su teatro enfrentado radicalmente a la posmodernidad y a los defensores de la llamada performance posdramática. Y segundo con Susn, del bávaro Herbert Achternbusch, sobre las ilusiones de la juventud que van topando con una realidad demasiado insatisfactoria.
Encontramos otros dos grandes reclamos internacionales. Por un lado, Falk Richter, que desembarca con su Città del Vaticano, poco después de impartir cátedra en los talleres del Frinje de Madrid. El espectáculo entra de lleno en el feudo de la curia romana y plantea reflexiones candentes y controvertidas como la posición reaccionaria frente a la homosexualidad que tiene una institución habitada en exclusiva por hombres. También aborda los escándalos del Instituto paras las Obras de Religión, conocido Banco Vaticano.
Viñetas de Città del Vaticano, de Falk Richter y Nir de Volff
De autoría portuguesa es Um museu vivo de memorias pequeñas e esquecidas, montaje de más cuatro horas dirigido e interpretado por Joana Craveiro que regresa a la Revolución de los Claveles de 1974. Fue uno de los que mayor impacto causó el año pasado y por aclamación popular Rodrigo Francisco ha vuelto a incluirlo en esta edición. Craveiro vuelve a aquella ruptura con el régimen de Salazar pero no para repetir la historia oficial sino para recoger y proyectar un collage de testimonios de ciudadanos anónimos que vivieron aquel cambio.
Muy interesante también es la conexión ibérica propiciada por el festival. El más claro ejemplo es la producción Nao d'amores, levantada por la compañía española del mismo nombre encabezada por Ana Zamora, una formación especializada en el teatro renacentista y medieval. La obra es de Gil Vicente, autor que escribió tanto en portugués como en castellano. "Nao d'amores era uno de los textos de él que estaban todavía pendientes de estrenar en Portugal. Se trata de una pieza bilingüe: un hecho que refuerza la vocación iberista de Gil Vicente. La invitación a Ana Zamora, asidua en Almada, surgió con naturalidad: dos compañías ibéricas, con creadores españoles y portuguese, se juntan para subrayar aquello que nos une y nos aleja", apunta Francisco, que tomó las riendas del festival en 2008, tras la muerte de su fundador, Joaquim Benite.
"En 32 años de historia ha evolucionado forzosamente: comenzó como una muestra de teatro amateur y se ha transformado en la mayor cita de su estilo en todo Portugal. Ahora perviven algunos principios acuñados por Benite: es un festival artístico, sin concesiones comerciales, que está organizado por artistas para otros artistas. Y para el público. Un hombre de teatro español nos definió una vez como 'un transatlántico movido a pedales'. Me gusta esa imagen", concluye Rodrigo Francisco.