Image: Wagner se insinúa en Sevilla

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Escenarios

Wagner se insinúa en Sevilla

21 octubre, 2016 02:00

Montaje de Tannhäuser firmado por Thorwald. Foto: Juliusz Multarzynski

El Teatro de la Maestranza representa, a partir del próximo viernes 28, por segunda vez en su historia Tannhäuser de Wagner. Recordemos que la primera fue en la temporada 1997-98 en una producción firmada por el cineasta Werner Herzog caracterizada por el inclemente viento que azotaba la acción. Ahora la dirección escénica corre a cargo de Achim Thorwald, autor del montaje de Der Freischütz para el coliseo sevillano que pudo verse en 2011.

Tannhäuser es un desaforado drama caballeresco, que unifica dos leyendas teutonas. Una obra que rezuma romanticismo y que supone el comienzo del uso, todavía muy primario, del llamado motivo conductor. El melos italianizante aún circula por toda la partitura, que encierra, más o menos disimuladas, arias y conjuntos dentro de una línea tan deudora de Weber y herederos como Bellini o Donizetti. Pero Wagner rompió en esta ópera la habitual estructura de números: arias, ariosos, recitativos, conjuntos diversos; que, efectivamente, aparecen a lo largo del discurso, de manera menos nítida, en la línea de Gluck.

No hay duda de que estamos ante una ópera romántica de tomo y lomo, un paradigma, podríamos decir. Franz Liszt destacaba la modernidad de la obra cuando escribía: "Los amantes de arias fáciles, cabalettas, ritornelos que se puedan tararear cómodamente a la salida del teatro, tienen un botín bien magro en Tannhäuser". Y destacaba la innovación que suponía que la melodía, además de expresar, representara ciertas emociones, contenidas en el discurso orquestal, independiente a veces del canto.

Al frente del reparto sevillano encontramos a Peter Seiffert, un hombre que, superada ya la sesentena, ofrece una imagen algo pálida de lo que ha de ser un heldentenor, lo que nunca llegó a ser de verdad. Su timbre fue siempre el de un lírico. La difícil y larga Narración de Roma del tercer acto pide una penetración y metal mayores, unos medios, una frescura y una expresividad más lacerante. Claro que la veteranía es un grado y Seiffert se las sabe todas. A su lado una soprano muy segura, la lírica o lírico-spinto Ricarda Merbeth, un valor firme en Bayreuth, de emisión algo áspera, de expresión monolítica, de agudo fácil y voluminoso. Puede que le falte dulzura para la Plegaria del tercer acto y las frases más líricas de su dúo con Tannhäuser. El discreto y tierno Wolfram es Martin Gantner, triunfador en el mismo teatro con El rey Kandaules de Zemlinsky hace pocos meses. Barítono lírico de pequeño estuche, buen cantante.

Venus es la también germana Alexandra Petersamer, mezzo veterana y cumplidora y El Margrave, el coreano Attila Jun, oscuro y sólido, un tanto rudo. Excelente es el equipo español de secundarios: Damián del Castillo, Vicente Ombuena, José Manuel Montero, David Lagares. El joven pastor es Estafanía Perdomo. Cantarán a las órdenes de Pedro Halffter, que se conoce la obra de memoria. El Coro, cada vez más solvente de la mano de Sampil, y la Orquesta, darán lo mejor de sí mismos.