Michael Kiwanuka en el concierto del Teatro Barceló

Michael Kiwanuka (Londres, 1987) apareció en el espectro musical por primera vez en el año 2011 con un sencillo titulado Tell Me a Tale. Un año más tarde la BBC lo nombró Sound of 2012 y ese mismo año publicó su primer disco, Home Again. La crítica lo acogió de buena gana y lo comparó con grandes nombres del soul como Ottis Redding. Cuatro años más tarde, en 2016, publicó su segundo disco, Love and Hate, con el que está actualmente de gira. Ha pasado por el Teatro Barceló de Madrid con un público que no paró de vitorear al músico británico a cada acorde. Kiwanuka, por su parte, respondía con un "gracias" lleno de timidez y una sonrisa que traspasaba el escenario.



Tacones y zapatillas, modernos y clásicos, gente joven y no tan joven. El público del concierto de Michael Kiwanuka fue heterogéneo pero con un rasgo común: las ganas de pasarlo bien escuchando el neo soul de una de las promesas que ha dado el Reino Unido. Dicen de él, que es el artista con más proyección tras el legado que dejó Amy Winehouse. Artistas como Kanye West o Adele han hecho público su gusto por las melodías llenas de recovecos y mezclas del artista de origen ugandés. El primero le pidió colaborar en I Am a God, pero lo rechazó por sentirse inseguro mientras que fue telonero de la artista británica en algunas de sus citas.



El concierto arrancaba con Kiwanuka en el centro del escenario rodeado de una banda de cinco músicos. Tras más de tres minutos de melodía que dejaron al público mudo dio paso a la canción I'll Get Alone. "I know I didn't call but I'll be alone in a while", comienza la canción que forma parte del primer disco del artista. Pero él no estaba solo, la sala colgó el cartel de sold out, y todos los presentes estaban ya bajo el hechizo de su soul. Con One More Night ya contagiaba las ganas de mover las piernas hasta a los más patosos de la sala, la gente se miraba entre sí y el buen rollo inundaba el espacio.



Sin duda uno de los momentos más especiales de la noche fue cuando entonó A Black Man in a White World, el primer sencillo de su segundo álbum, que lanzaba a bailar y dar palmas a todos los presentes. Duró casi diez minutos y la gente ya derrochaba simpatía y empatía. Por un momento todos fuimos negros en un mundo de blancos aunque nuestros pies no fueran del todo acompasados con los acordes de Kiwanuka. Otro gran momento fue cuando entonó una de las canciones más emotivas: Home Again. Empezó solo a la guitarra, transmitiendo un magnetismo pegadizo que calló a todos los presentes. Unos acordes más tarde, cuando la canción dice Lost again, entró la banda a acompañar con unos arreglos hipnóticos. La gente enloqueció al final de la canción, no dejó de repetir su nombre, de aplaudir. Kiwanuka no pudo hacer otra cosa que, lleno de timidez como al principio, saludar a la sala. "Muchas gracias a todos, con tanto aplauso me siento ahora avergonzado".



Pero siguió con su recital y derrochando maestría vocal de voz rasgada con las canciones de Love and Hate. Hacia las 22.40 hacía un parón que parecía ser el final del concierto pero la banda volvió con otros dos temas como colofón final. Las notas finales ese temazo que da nombre al disco. "Gracias por venir, ha sido increíble estar esta noche en Madrid". Así empezaba el final de una noche en la que Michael Kiwanuka se hizo con un recinto entregado. Sin duda, el artista dará que hablar en el futuro. Tan solo ha presentado dos discos en un lapso de tiempo de cuatro años pero su pulcritud, lo redondas que son sus canciones, cuidadas y mimadas, son como él: magnéticas.







@scamarzana