Leyre Abadia y Ion Iraizoz en un momento de La esfera que nos contiene

La dramaturga y directora Carmen Losa estrena en el Teatro María Guerrero La esfera que nos contiene, una mirada a la enseñanza del primer tercio del siglo XX y un homenaje a los maestros de la Segunda República que soñaron con legar una sociedad mejor a los que habían de llegar.

"El primer tercio de nuestro siglo XX es una época frecuentemente ignorada que hemos asumido desde una visión muy simplista y sobre la que tendemos a pasar página. ¿Pasaríamos unas páginas de una novela que estuviéramos leyendo? ¿Por qué no nos importa ignorar una etapa clave de nuestra historia? ¿Por qué aceptamos sin pudor mantener ocultos los hechos y las circunstancias, las palabras y los actos, los abusos y las complicidades?" Con estas preguntas como base, la dramaturga y directora Carmen Losa estrena en el Teatro María Guerrero La esfera que nos contiene, una mirada a la enseñanza del primer tercio del siglo XX y un homenaje a los maestros de la Segunda República que soñaron con legar una sociedad mejor a los que habían de llegar.



Losa asegura que, en la actualidad, contemplamos las imágenes de las primeras décadas del siglo XX recomposiciones vintage o meras caricaturas divertidas, sin reparar en detalles como la indignación social o el desconsuelo de la población. "Eso en cuanto a los hechos históricos, pero si particularizamos en un ámbito como el de la educación, nos encontramos profundas lagunas y conclusiones apresuradas que nos cuentan una realidad distorsionada de la historia de nuestra enseñanza". Para la autora, es necesario "hacer un ejercicio de madurez y de restitución" y con esta obra, quiere "contribuir a desenterrar nuestra memoria", sumándose en esta corriente a otros autores del teatro español contemporáneo, como José Ramón Fernández, Laila Ripoll, Borja Ortiz de Gondra o Alberto Conejero, entre otros.



Precisamente el objetivo de La esfera que nos contiene es poner recuerdos donde ha habido desmemoria. El texto, firmado también por la directora, está estructurado como una sucesión de escenas que transitan por algunos de los hechos más importantes ocurridos en la España de las primeras décadas del siglo XX, contados a través de los ojos de dos maestros de escuela, interpretados por Leyre Abadia y Ion Iraizoz, y de personajes de la época como un falangista o un cardenal, que se introducen a través de voces. "Tenemos mucho que agradecer a quienes contribuyeron a impulsar la educación y la cultura en un país con altos índices de analfabetismo, de desigualdad y de miseria", asegura Losa, que presta particular atención en el montaje a los relevantes cambios producidos en el ámbito de la educación durante la Segunda República y que fueron dinamitados, en gran medida, por el posterior régimen franquista.







No obstante, Losa plantea la obra como un recorrido dramático-documental por una época convulsa de nuestro país contado a través de la historia de nuestra educación; no como una utopía ideológica, sino como una reivindicación del trabajo realizado por los paladines de la Institución Libre de Enseñanza y sus predecesores. "No creo que debamos mirarlos como héroes", afirma. "El reconocimiento que se merecen nos exige un acto de justicia y agradecimiento, no de mitificación. Precisamente nuestra valoración y consideración hacia estos maestros debe empezar por asumir que no hicieron más que lo que debían hacer: transmitir conocimientos y principios éticos y contribuir a paliar las desigualdades y la miseria que se encontraron en las zonas rurales donde fueron destinados muchos de ellos".



Y también asegura que es de alabar su insistencia y su compromiso, que en muchos casos los condujo a la muerte debido a la compleja realidad de su momento histórico. "Lo hacían desde luego con ilusión y gusto por su trabajo, pero no creo que fueran conscientes de que les iba a costar la vida. Lo que pasa es que cuando uno lucha por lo que quiere y se va encontrando piedras en el camino no abandona fácilmente ante los obstáculos, por mucho que esos obstáculos sean cada vez más insalvables".



Una actitud más que necesaria hoy en día, cuando escuchamos mucho la cantinela de la importancia de la educación pero los hechos dicen otra cosa. "Vivimos una época muy curiosa, nos quejamos de lo que tenemos y somos incapaces de luchar por lo que no tenemos. Estamos viviendo entre la exageración y el hartazgo, entre el abuso y la displicencia, entre la mentira y la manipulación", opina Losa.



¿Una posible solución? Según afirma la autora, para empezar, podemos rescatar la memoria, participar también nosotros de apartar la tierra que cubre nuestro pasado y descubrir, después de décadas en las que la asistencia a las escuelas se desarrolla con la normalidad de un acto rutinario, el largo y esforzado camino de quienes hicieron posible que la educación. "Hay que rescatar la verdad como sinónimo de honradez y la dignidad como emblema de humanidad. Todo eso se halla en los principios de la educación. El conocimiento y el progreso, la solidaridad y el bien común, lo demás podrán ser datos impartidos o escritos en pizarras, pero no será digno de llamarse educación".