Van Morrison en su concierto en el WiZink Center de Madrid el 12 de diciembre. Foto: Sergio González Valero

Llegó Van Morrison a Madrid. Pero, un momento, antes vimos a un telonero de lujo, a un Georgie Fame escaso de recursos instrumentales pero capaz de armar con pocos mimbres perlas como puños. El mítico músico de Manchester con su inseparable Hammond de misa dominical y sus hijos Tristán y James a la guitarra y batería, respectivamente, interpretaron un repertorio en el que no faltó la fuerza y la energía de Ray Charles y Jimi Hendrix. Pero Fame no se consolaría con 45 minutos de buena música. Aparecería en los grandes momentos que llegarían después con el viejo León de Belfast.



Porque, sí, llegó Van Morrison al WiZink Center a las 20:31 minutos. La primera de las dos grandes partes de su ascenso a los cielos madrileños tuvo ecos de jazz. Supuraba en el ambiente su reciente Versatile mientras el público contemplaba paralizado, en actitud mística, la aparición de un Morrison parapetado en su uniformado traje a rayas (hasta el sombrero todo era luto). Y ya que no lo hizo él, presentemos nosotros a unos músicos matemáticos, eficaces y sublimes que se apiñaron en torno al jefe para no liberarse de su dictatorial magnetismo hasta que no se perdió por el desagüe del escenario al final de la noche, momento que aprovecharon para demostrar que la libertad, querido Van, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos. En la piñata, Paul Moran a los teclados dirigiendo el sexteto, Paul Moore al bajo, Dave Keary a la guitarra, Mez Clough a la batería, Dana Masters en los coros y Teena Morcombe en la percusión y el vibráfono.



Y es que hay música aún en Van Morrison. Mucha música. Ya sea en su saxo, en la armónica o en los teclados, como demostró en "Vanlose Stairway" (una interpretación a cuatro manos espalda con espalda con Fame) o "Moondance", tema que, ya a las 20:40, hacía concesiones al repertorio clásico del autor de Astral Weeks. Así es como consiguió que el público saliera de su cálido y extático letargo y empezara a acompañar con palmas y silbidos algunos de sus excesos instrumentales. Viejos temas como "Baby Please Don't Go" (20:56) parecían recién estrenados. Fue entonces cuando hubo conciencia de ser muy afortunados al estar contemplando a un grande de la música, tan empapado como sigue de blues, soul, jazz... Una armónica incendiaria prolongó los tempos gracias a esos músicos pretorianos que no dejaban de mirar ni un segundo al astro rey. Sobre sus cabezas, una puesta en escena que no permitía mayores distracciones. Un juego de luces que no hubiera aceptado ni el mismísimo Tropicana ecualizaba tenuemente los escasos gestos del genio de la lámpara, que oscilaba a esas alturas del concierto entre el blues más primitivo y el soul de la vieja escuela.



Quiere Morrison hacer música y dejar casi en un segundo plano las letras. Ocurrió, a las 21:30, con "Days Like This", que se desarrolló por caminos nuevos y brillantes. Poco a poco, se precipitaba el desbordante repertorio hasta convertirse en un vertiginoso medley que presagiaba el final. ¿Estaba el público intimidado ante la falta de comunicación con el creador de "Gloria"? Como concesión, y ya a las 21:37, pronunció un primer "thank you" que hizo despertar a las más de 5.000 almas que esperaban un gesto del pequeño mesías de 72 lustrosos años, por forzado que fuese. Pero lo suyo es hablar con sus canciones y, ya a las 21:50, se descolgó con "Brown Eyed Girl", para este cronista, la obra cumbre de Morrison. "Do you remember when..." y todo eso, más la actualización instrumental, marcaron el cénit del concierto... "Sha la la la la la la la la..."



Por eso decidió irse por primera vez para subrayar levemente lo que los exégetas del León de Belfast podrían interpretar como un primer bis. Voy, me pierdo dos segundos en la penumbra y vuelvo. Eso es un bis para Van Morrison. No hay gritos del público. ¿Alguien exclamó "otra, otra, otra"? Ni un solo hereje entre el respetable se entregó a la vulgaridad. La segunda escapada fue la definitiva. A las 22:00 horas, se confundió con la oscuridad y dejó al pairo a su banda para que disimulara su ausencia con un catálogo de solos antológicos. Era el regalo final pero ya sin él. Fuese y dejó mucho en la noche madrileña del 12 de diciembre. Fame y mucha fortuna pusieron lo demás.



@ecolote