Imagen de la producción Deadtown. Foto: Irena Vodáková

Dice Petr Forman que teniendo un padre como Milos Forman, el célebre cineasta, era complicado haberse dedicado a la física cuántica. Aunque en lugar de por el celuloide, él encaminó su vocación congénita por el espectáculo hacia el arte de las marionetas. Y de este habrá un buen festín en Deadtown, la obra que estrena en Naves Matadero este jueves y que es una especie de homenaje festivo al lejano oeste americano. "Nosotros buscamos y arriesgamos en cada nueva producción. Para esta llevamos tres años trabajando e investigando. Queremos encontrar nuevos caminos que recorrer", explica Petr, director del montaje y líder de una compañía de filosofía bohemia e itinerante en la que también figura su hermano Matej, que firma la escenografía de Deadtown.



Lo suyo es hilvanar estilos y lenguajes, un planteamiento que casa muy bien con la línea de trabajo iniciada por Mateo Feijóo en Matadero. Su inspiración primordial son los westerns de la época del cine mundo y las películas de animación de Karel Zeman, uno de los pioneros de este género en Chequia. En su coctelera los hermanos Forman incluyen una ensemble de cuerda que toca en directo y acompaña la acción, plena de gags cómicos, bailes de saloon, disparos, persecuciones...



Los Forman además introducen una nueva variante en sus códigos escénicos habituales. Siempre se han guiado por un credo muy artesanal, analógico y físico. Pero aquí recurren a las proyecciones para ampliar el imaginario y el dinamismo de Deadtown. "En el fondo, no cambia mucho. Detrás de los artificios técnicos siempre hay personas que los manejan", precisa Petr. Deja claro que el hecho de echar mano de estos adelantos no desvirtúa en absoluto sus principios originales, que llevan rigiendo su trabajo en los últimos 25 años.







Deadtown se centra en la figura de un prestidigitador, ilusionista y propietario de un cabaret en Praga. Es un tipo obsesionado con la estética y la aventuras del far west, de las que se ha empapado en los filmes mudos. Su gran sueño es cabalgar por las praderas de Arizona, emborracharse y meterse en broncas en saloons con sus puertas de hojas batientes, abrazar a bailarinas que enseñan las enaguas durante sus bailes desbocados... Ese sueño acabará haciéndose realidad en medio de una escenografía mastodóntica.



"Normalmente, para este espectáculo necesitamos tres camiones y medio para transportar todo. Aunque para venir a Matadero desde Chequia hemos reducido un poco los elementos escénicos para ahorrar costes", cuenta Petr. Esa escenografía presenta varios planos que intentan crear la impresión de estar ante una película en tres dimensiones. Por ella se moverán un total de 20 actores, alguno de ellos no profesionales. Esos elencos híbridos son marca de la casa de los hermanos Forman.



Ópera sin voz humana

Los creadores checos ya habían estado en España de la mano de Feijóo, en su etapa al frente de Escena Contemporánea y del Teatro Laboral. El director actual de Naves Matadero ha aprovechado también hoy, en la presentación de Deadtown, para mostrar las cartas de la segunda temporada del espacio madrileño. Como The End, la primera ópera vocaloid que se verá en nuestro país. Sin orquesta, sin actores, sin escenario. Música electrónica y proyecciones en pantalla. Sus artífices son las japonesas Keiichiro Shibuaj y Hatsune Miku. Feijóo ha destacado también Crowd, la última creación de la artista austriaca Gisèle Vienne (que irá luego a la Bienal de Venecia) y la Trilogía antropofágica de la uruguaya Tamara Cubas.



Otra de sus apuestas son el ciclo a la compañía L'Alakran, fundada en Ginebra por el director, actor y autor vasco Óscar Gómez Mata. O el concierto de la DJ japonesa Hito. O el proyecto de Les Matarifes, que busca crear un foro de debate y autocrítica para el público de las salas de Matadero. Además, en el plano nacional, estrenarán sus obras varios artistas residentes en Matadero: Mónica Valenciano, Claudia Faci, Cai Tomos, Paz Rojo, Muriel Romero y Julián Fuentes.



@albertoojeda77