Javier Perianes y Heras-Casado en el Carnegie Hall. Foto: Paul B. Goode

Hace tiempo que Javier Perianes y Heras-Casado dejaron atrás la etiqueta de 'jóvenes promesas de la música española' que les asignaron durante unos cuantos años. Ambos son ya dos figuras consagradas que trabajan asiduamente con las más grandes orquestas del orbe sinfónico y despliegan sus talentos en los más postineros auditorios del mundo. Era una pena que no cruzaran sus caminos y no hicieran entrar en combustión sus respectivas musicalidades. A pesar de que se conocían desde hacía años (gracias a su común origen andalusí), no tocaron juntos hasta 2016, en el Carnegie Hall. Desde entonces la alianza se ha ido consolidando. Un hito de ese feliz encuentro es el disco que acaban de lanzar consagrado a Bartók, que empareja el Concierto para piano n°3 y su Concierto para orquesta. Lo han grabado con el prestigioso sello Harmonia Mundi y arropados por la Filarmónica de Múnich, una formación que dirigió en su día el propio Mahler y que durante muchos años modeló el maestro Celibidache.



Estos datos los ha consignado Antonio Muñoz Molina en la presentación del registro realizada en un abarrotado Auditorio de la Fundación Telefónica. El escritor ha celebrado que ambos músicos andaluces, "que proceden de los márgenes de las cultura europea y española, que no pertenecen a ningún tipo de élite cultural y que han nacido en un país tan hostil al conocimiento e indiferente a la música", estén alcanzando triunfos tan sonados allende nuestras fronteras. Dominando además músicas de entornos lejanos a sus orígenes, como los es la del compositor húngaro. El autor de El jinete polaco ha querido dejar claro que en esta consideración no hay ningún tipo de "vindicación patriótica". Una afirmación muy en sintonía con la música del propio Bartók, que partiendo de las melodías de su terruño magiar terminó manufacturando un universo sonoro radicalmente cosmopolita y mestizo (valga la paradoja).



Buen ejemplo es el Concierto para piano n°3, donde Perianes detecta una multiplicidad de referencias: "La transparencia mozartiana, la contundencia de Beethoven, la explosividad de Gershwin, los 'pájaros' de Ravel, el 'coral' de Bach... Todo ello mezclado con un acento húngaro. La verdad es que resume toda la historia de la música". El pianista onubense ha enunciado las diferencias entre sus Conciertos n°1 y n°2, "más rítmicos y sincopados", y este n°3, "más poético". Muñoz Molina, por su parte, ha destacado otro rasgo de la personalidad de Bartók que trasvasó a esta partitura: su ego comedido, que contrasta con el prototipo del genio artístico del siglo XX, "un tipo que tiene una actitud despótica con los que le rodean". Como ejemplos de este perfil, ha citado a Picasso y Stranvinsky. Como paradigma de lo contrario, ha identificado Paul Klee y al propio Bartók, "que cuando llegó a Estados Unidos se dio cuenta de que no era nadie -algo que le pasa a muchos- y que debía ganarse la vida con investigaciones de etnomusicología para la Universidad de Columbia".



Heras-Casado ha especificado que el Concierto n°3, escrito por un Bartók consciente de la cercanía de la muerte y apremiado por la necesidad de proveer a su mujer, rompe con "la consideración heroica que se atribuía al solista desde los tiempos de Paganini y Liszt, y que continuó durante el romanticismo. Bartók no sigue por esos derroteros. El arranque del primer movimiento es un canto improvisado del piano sin una declaración clara. El diálogo con la orquesta se va armando progresivamente".



En el Concierto para orquesta late también una vocación totalizadora. "Está escrito como si quiera demostrar todo lo que puede hacer una orquesta. Es como La montaña mágica , en la que Thomas Mann se propuso demostrar todo lo que se puede hacer en una novela". El paralelismo lo ha enunciado Muñoz Molina, siempre atento a los vasos comunicantes entre música y literatura. A su juicio, una característica que emparenta ambas composiciones es su "pulsión vital". Ese fulgor postrero, burlón e irreverente, es equiparable al del Falstaff verdiano. "El Concierto para orquesta es sin duda una despedida a lo grande, con su danza, su divertimento, su tragedia, su canto fúnebre, una fuga a ocho voces... Todo", ha señalado Heras-Casado, al que se le ve especialmente feliz en compañía de Perianes (la sensación de sintonía, para ser precisos y justos, es recíproca). "Ambos se escuchan el uno al otro durante los conciertos. Recuerdan a dos músicos de jazz, donde la escucha es fundamental por las improvisaciones", ha explicado Muñoz Molina. Los dos forman un tándem que nos ha dado sólo las primeras entregas de lo que tiene pinta de convertirse en una larga y fructífera andadura emparejados.



@albertoojeda77