Imagen de una escena de Federico García de Pep Tosar.

El Festival de Almada es el acontecimiento teatral más potente del panorama escénico portugués. Lo puso en marcha Joaquim Benite hace 35 años y por sus programaciones han desfilado las más grandes figuras de la escena europea: Peter Brook, Luc Bondy, Mathias Langhoff, Laura Betti, Luis Miguel Cintra, Cristoph Marthaler, Pippo Delbono, Romeo Castellucci... Los enumera Rodrigo Francisco, que tomó el relevo al frente del festival en 2008. Lo hace para reivindicar la importancia de este certamen frente a la irrefrenable tijera de la administración portuguesa. Durante los años críticos han sufrido brutales recortes en sus presupuestos. Era una tendencia de la que pensaban que iban a librarse este año, pero no.



A pesar de la recuperación económica de Portugal, impulsada por el turismo, y la llegada al poder de un nuevo gobierno, que instituyó un ministerio de Cultura, hace un par de meses se toparon con un nuevo tajo de un 25% en sus finanzas que puso en peligro la celebración de su 35ª edición, que arranca este miércoles. Lo hace con la reposición de Bigre-mélo burlesque, la obra escogida por el público del festival para que volviese este año (esto de traer de nuevo la obra seleccionada es una tradición de la cita portuguesa). "Sólo hemos conseguido mantenerla en pie gracias a que el ayuntamiento de Almada nos ha concedido una subvención de emergencia", lamenta Francisco.



El director del festival atribuye este pertinaz achique de sus recursos a dos motivos: "El primero es la ausencia de una política cultural estructuradora y prolongada en el tiempo. El segundo es la ínfima dotación del Ministerio de Cultura, que recibe apenas un 0,2% del presupuesto del Estado. Los propios gobernantes reconocen que el Programa de Apoyo a las Artes debe ser revisado. Yo ya lo he dicho muchas veces: para ser un país europeo no basta con jactarse de indicadores económicos optimistas, es necesario además estar culturalmente a la altura de nuestro patrimonio cultural".



Francisco estrenará en el epicentro de la actividad del festival, el imponente Teatro Joaquim Benite, Bonecos de luz, a partir de la obra del escritor almadense Romeu Correia, de cuyo nacimiento se conmemoró el año pasado el centenario. "Fue un gran cronista de la vida popular. Montamos Bonecos de luz para la juventud, porque trata de un joven que encuentra en el cine (y en la figura de Charlot) un bálsamo para las amarguras de su existencia. Creo que el teatro (la poesía en el fondo) puede dar claves a las nuevas generaciones para abrirles nuevas dimensiones en su día a día".



De hecho, el festival luso siempre se ha volcado con los teatreros incipientes. Va en su ADN esa apuesta. Y suele ser un disparadero para sus carreras. "Aquí confrontan su trabajo con un público cultivado y exigente", advierte Francisco, que en este capítulo destaca para este año la presencia de Elmano Sancho. Presentará en la Sala Experimental del Joaquim Benite Última estación, una obra surgida de una obsesión similar a la que Bernard-Marie Koltès sufrió tras ver una foto del criminal italiano Roberto Zucco. La de Sancho se concentró en Ted Bundy, asesino en serie estadounidense que quitó la vida a 35 mujeres y cuyos rasgos faciales eran, curiosamente, muy similares a los suyos.



Escena de La habitación de Isabella

Este respaldo a los jóvenes es el contrapeso a la acogida continuada de muchos de los grandes gurús escénicos europeos. En este capítulo destaca Jan Lauwers, uno de los exponentes más exitosos de las vanguardistas tablas flamencas. Lauwers lleva a Almada La habitación de Isabella, uno de sus espectáculos de culto. Estrenado en 2004 en el Festival de Aviñón, ha recorrido con él más de 100 ciudades de todo el mundo. Hablamos de una ambiciosa 'tragedia musical' que recorre la convulsa historia del siglo XX: las guerras mundiales, Hiroshima, el colonialismo, el resurgimiento de la extrema derecha en el Viejo Continente... Todo narrado a partir de la biografía ficticia de Isabella Morandi, anciana ciega y postrada en su apartamento de París repleto de piezas de arte africanas expoliadas.



Hay que destacar asimismo un habitual en Almada, Pippo Delbono, que, rodeado de su heterogénea troupe rescatada de hospitales, campos de refugiados y psiquiátricos, estrenará La alegría. Se trata de una catarsis esperanzada tras dos trabajos atravesados por el dolor de la muerte de su madre (Orquídeas y Evangelio). "El invierno ha de transformarse en primavera", es el lema que la inspira. Otras figuras renombradas que figuran en su cartelera son la de Rafael Spregelburg (Philip Seymour Hoffman, por ejemplo, y Pascal Rambert, que visita el festival por partida doble: una versión eslovena de La clausura del amor (que tanto éxito tuvo en España interpretada por Israel Elejalde y Bárbara Lennie) y Actriz, esta última dirigida por Camille Jamin y protagonizada por Marina Hands.



Almada, además, siempre tiene un ojo puesto en lo que se cuece en los teatros españoles. Este verano representan nuestra escena dos montajes. Uno que ha sido bastante escenificado en nuestro país, Arizona, de Juan Carlos Rubio, con dirección de Nacho García. Su reflexión sobre la estupidez de las fronteras cobra cada día más vigencia. Y otro menos trillado: Federico García, que rememora el último viaje en tren de Lorca de Madrid a Granada antes de toparse con el destino siniestro que le tenían preparado los fascistas más cavernarios. En este emotivo recuerdo de Pep Tosar, apoyado en la dramaturgia de Evelyn Arévalo y muy aflamencado en sus formas y en su 'banda sonora', salen a relucir Falla, Buñuel y Dalí. "Pone el acento en el ser humano más que en el mito", dice Tosar. Sugerente propuesta para cerrar un sugerente festival.



@albertoojeda77