Rocío Molina, Sílvia Pérez Cruz y Lola Cruz en Grito pelao. Foto: Christophe Raynaud De Lage
Acompañadas en el escenario por Lola Cruz, la madre de Rocío Molina, la bailaora, embarazada de cuatro meses y medio, y Sílvia Pérez Cruz llegan hoy al Terral de Málaga para representar la obra más contenida, tierna, íntima y especial de la artista. Un prodigio de música y baile que indaga sobre su deseo de ser madre y apela a la mujer y al amor general.
Estrenada mundialmente el mes pasado en el Festival d'Avignon de Francia, y representada también en el Teatro Griego de Barcelona, Grito pelao llega esta noche al Teatro Cervantes como broche final del Terral de Málaga cuya actual edición, por la que han desfilado nombres como Wim Mertens, el encargado de inaugurar esta cita anual el pasado 22 de junio, Jorge Drexler, Salvador Sobral o Soleá Morente, concluye hoy.
Un escenario cuanto menos especial para Molina, que regresa a su ciudad natal de la mano de quien le dio la vida. "Tenemos esa ilusión, como si yo fuera la que enseña a su propia madre así que me apetece muchísimo actuar hoy", afirma. De Lola Cruz, dice que está encantada con la ocasión. "Ella disfruta como una niña, pero a mí me tiene muy sorprendida porque lo lleva con mucha profesionalidad. Que el primer escenario de tu vida sea el Festival d'Avignon y luego el Teatro Griego de Barcelona... Y lo lleva infalible, no falla, sale con mucha seguridad. Lo bonito de su papel es la fragilidad. Sin embargo, toma una fuerza impresionante en escena", subraya.
Junto a ellas, Sílvia Pérez Cruz una de las cantautoras más versátiles y con más personalidad de la música española actual. Voz de la Bancanieves de Pablo Berger, con discos como Domus o Vestida de nit, entre otros, en su cosecha discográfica, ambas, ella y Molina, se conocieron en un avión. "Ese mismo día ya me invitó a su concierto y me subió al escenario de manera improvisada - recuerda hoy la bailaora-. Estuvimos bailando y cantando y fue como que se paró el mundo". No en vano, Grito pelao es, también en parte, el resultado de aquel encuentro y aquella conexión. Una experiencia que, pese a estar muy ligada a la propia Rocío Molina, no sería posible sin la cantante.
Foto: Christophe Raynaud De Lage
"La experiencia de trabajar con ella es un regalo - reflexiona-. Algo único que hasta ahora tampoco había sucedido en mi trayectoria. Trabajar con alguien de mi misma edad tan poderosa, valiente y con tanto compromiso... Que te cante Sílvia todos los días en el escenario es realmente una suerte".Ambas, junto a Carlos Marquerie, son las artífices de este proyecto creativo que partió desde cero, solo con la voz de Pérez Cruz y el movimiento de Molina. "Para entender bien de qué iba todo esto generamos una criatura así, de materia muy fuerte, muy potente". Una obra que ha supuesto para ellas el desafío de enfrentarse a sí mismas, desmontar a las profesionales que son, y crear una materia nueva para la que no solo ellas, también los músicos y el cuerpo técnico han mostrado, en palabras de la creadora, un gran compromiso.
Grito pelao trata, además, sobre la valentía de enfrentarse a sus mayores debilidades dentro y fuera del escenario. "Incluso a lo que peor hacemos o lo que nunca hemos hecho en escena", reconoce Rocío Molina. En este contexto ella intenta sacar su voz, algo a lo que no está habituada, y su partenaire utiliza el movimiento, así hasta llegar a territorios completamente desconocidos para ellas.
"Y me enamoré de mí,/ Silvia,/ de mi vida/ de mi angustia/ de mi rabia y mi deseo/ del hijo que aún no tengo/ de mi baile, de mi miedo/ de mi aire", recita Rocío Molina en este Grito Pelao compuesto a partir de sus propias experiencias, sus textos, su diario y las letras de Pérez Cruz, quien se encarga también de la composición. "Yo hablo de mi experiencia personal pero cada mujer, mi madre y Sílvia, hablan de la suya también", incide. En este sentido el papel de la cantautora también es el de contar la historia de todas las mujeres de este mundo, "las mujeres infinitas". "Es una obra muy personal, muy íntima -analiza-, porque la barriga manda más que yo y coge más fuerza que mi propio baile pero luego es una obra también muy universal en ese sentido". Concebida, además, como un relato de amor, un amor mucho más universal y mucho más genérico, "no hablamos de un amor de amante, hablamos de uno más global".
Con fecha de caducidad -esta obra nace con la vocación de desaparecer una vez Rocío Molina dé a luz-, la bailaora muetras sus pasos más contenidos hasta la fecha. El espectáctulo, ahora, nace de la necesidad de frenar, en ese sentido es mucho más lenta que sus anteriores trabajos, con unos ritmos muy diferentes de los que está acostumbrada. "La belleza la buscamos ahora en esos otros lugares que no parten de la energía. Procuro escuchar el cuerpo y dejar que mande el propio embarazo", define. Como si su baile, fuera en sí, un embarazo, la forma a partir de la cual poder investigar su nueva realidad, su cuerpo ajeno, transformado.
Acostumbrada a ser un derroche de energía, un poder volcánico, la artista habla de sí misma como si se tratara de otro cuerpo. "La transformación es brutal y la verdad es que es por días. Entonces, sobre todo, trabajo la quietud". Con un movimiento más contenido, menos agresivo, la técnica de pies y zapateo cambia, explica. En Grito pelao la fuerza llega de la lentitud del movimiento y de la intención. Una actitud que, en realidad, fluye sola. "El cuerpo te lo va diciendo. Hay cosas que ahora no te apetece hacer. No te apetece ponerte al límite físicamente. Pero no es un sufrimiento, al revés. Es una experiencia muy bonita".
Girto pelao pone fin a esta edición del Terral de Málaga, pero no será esta la última vez que salga a escena. Aunque con los días contados por la particularidad de la misma, la obra visitará Sevilla (18 y 19 de septiembre), Zaragoza (22 y 23 de septiembre) y Madrid (26 y 28 de septiembre), antes de despedirse a mediados de octubre en el Teatro Nacional de la Danza de París, del que Molina es artista asociada.
@mailouti