María Pagés. Foto: David Ruano
La Bienal de Sevilla acoge los últimos espectáculos de ambas bailaoras, Una oda al tiempo y Yo soy, que se interrogan por su personalidad actual a partir de un diálogo con su pasado. Por la capital andaluza desfilará lo más granado del flamenco de hoy.
Tal vez para revitalizarla, otorgarle un vigoroso poder expansivo y procurar un impacto real y de mayor eficacia con el objetivo de interesar a un público numeroso y ampliamente heterogéneo, el director, Antonio Zoido, ha puesto su empeño no exclusivamente en una programación diversa, reflejo por supuesto del flamenco actual, sino en una serie de iniciativas con el fin de que la Bienal, que cumple su vigésima edición, no se limite a los conciertos y espectáculos en los diferentes espacios escogidos para las actuaciones. Sólo el hecho de que se recupere el pregón literario -el primero, en 1980, lo ofreció el poeta y académico granadino Luis Rosales-, y que en esta ocasión se utilice para su celebración el Palacio de las Dueñas, ya es un indicio saludable. Allí residió el escritor, antropólogo y folclorista Antonio Machado Álvarez, y en ese lugar emblemático nacieron sus hijos, los poetas Antonio y Manuel Machado. El encargado de pronunciarlo será el también poeta y novelista Felipe Benítez Reyes.
La Bienal renace cada dos años para dar paso a un suceso de relevancia internacional y de gran peso en la vida cultural de la ciudad. La expansión se va a materializar en algunos ejemplos significativos: el ciclo De la mano de…, donde el guitarrista Gerardo Núñez, el bailaor Farruquito y el cantaor José Valencia descubrirán y apadrinarán a jóvenes artistas, trasladando el flamenco al barrio marginal Polígono Sur para transformarlo en lugar escénico; la implicación de la Universidad de Sevilla y de la Asociación Sevillana de Empresas Turísticas; la jornada inaugural Una fiesta en Triana, pública, participativa y callejera; la conversión del Teatro Alameda en café cantante, rememorando los que albergaron al flamenco en el XIX; o la apertura de nuevos marcos para la representación, como el Puerto de Sevilla y las casas palacio del siglo XVI, convertirán la histórica ciudad andaluza en una atractiva capital mundial del flamenco.
No se sabe si para contentar a todos o para ofrecer una posibilidad de acercamiento a concurrencias de gustos dispares, pero lo cierto es que esta edición está presidida por un diseño multiforme, variado, con nombres que van desde los maestros José de la Tomasa, Calixto Sánchez, Juan Villar, Inés Bacán, Remedios Amaya o Nano de Jerez, prototipos de las mejores voces en el último tercio del siglo pasado, que llegan vigentes y frescas hasta hoy, con el contrapunto de las más recientes: Rosario la Tremendita, María Terremoto o Ismael de la Rosa.
La danza tiene una presencia significativa, dando también cabida a clásicos de prestigio, como la gran Pepa Montes, con la inclusión de una atractiva miscelánea llena de contrastes: Israel Galván, que abre el ciclo con una renovada versión de Arena en la Plaza de Toros de la Real Maestranza, Eva Yerbabuena, Olga Pericet, Andrés Marín y su D. Quixote, Andrés Peña y Pilar Ogalla o, entre otros muchos, Rocío Molina, que hace de su cuerpo una continua fuente de recursos argumentales, y si no los tiene, como es el caso de Grito pelao, los provoca, inseminándose con la intención de quedarse embarazada y tener así una impresionante trama narrativa para su baile sideral, infinito, de una expresividad carnal y turbadora.
Isabel Bayón. Foto: Alejandro Espadero
El desafío del autoconocimiento
Para Isabel Bayón, Yo soy es un espectáculo de carácter intimista "en el que desaparece el relato descriptivo para dar paso a la manifestación de las emociones. En esa aventura hacia lo desconocido aparecen retazos de personajes que me produjeron una honda huella: mi abuela, a quien la guerra dejó sola y de la que tengo alusiones breves, huidizas, pero que fue un ejemplo de dignidad, de fuerza y superación ante las vicisitudes de la vida; o mi madre, de quien recibí la sensibilidad artística. Es un ejercicio en el que intento ahondar en unos sentimientos que manifiesto con el lenguaje corporal, aunque sé que, a pesar de ese esfuerzo por sumergirme en lo más profundo, nunca llegaré a conocerme del todo".María Pagés lleva el día 21 al Teatro de la Maestranza Una oda al tiempo. "Se trata", comenta a El Cultural, "de una reflexión sobre la contemporaneidad, aunque entendiendo que estamos en un permanente diálogo con la memoria. De manera ininterrumpida aprendemos del pasado para poder afrontar el futuro con los instrumentos necesarios para seguir adelante, y qué mejor paradigma que el flamenco. El flamenco está en continua evolución y con una capacidad, como pocas manifestaciones artísticas, de desarrollarse, de crecer, con esa potencia y esa energía para avanzar, para seguir transmitiendo y para ser un arte actual. Pero no existe si no es con la constante imagen de lo que hemos sido, con nuestra tradición, y esa, en realidad, es la vida".
También la guitarra irrumpe brillantísima en esta edición de la Bienal de Sevilla. Lo curioso es que a destacados representantes de la guitarra solista podemos verlos en la función de acompañantes de lujo para el cante o el baile, como es el caso de Dani de Morón, Ricardo Miño, Jesús Guerrero, Salvador Gutiérrez, Juan Requena o Juan Ramón Caro. Y, en calidad de concertistas, las esperadas actuaciones de dos parejas en sendos mano a mano, como son las anunciadas de Manolo Franco con Niño de Pura y la de Antonio Rey con Diego del Morao. El maestro Rafael Rodríguez, especialista en la creatividad improvisada y en la imaginativa repentización, propone su concierto Dejándome llevar, a los que hay que sumar los de Tomatito, Alfredo Lagos, Paco Jarana, Santiago Lara, José Quevedo Bolita o Pedro María Peña.
Sobre Yo soy, Isabel Bayón, que estará acompañada por la música y las guitarras de Jesús Torres y Paco Arriaga, las voces de David Carpio, Juan de Mairena y Sandra Carrasco, y la percusión de José Carrasco, manifiesta que "estamos hechos de retazos de la evocación, una evocación escondida de la que busco sus reflejos dentro de mi baile. Es como poner al descubierto la herencia genética, el hallazgo conmovedor de lo intangible, una Isabel Bayón escondida en las esquinas del tiempo".