Momento de la representación de I cinesi en la Juan March. Foto: Dolores Iglesias (Juan March).

Son 10 años ya los que lleva Miguel Ángel Marín, máximo responsable de las cuestiones musicales en la Fundación Juan March, exprimiéndose la sesera para ofrecer cada año un sustancioso despliegue de ciclos. Y parece que su imaginación no se agota. Seguramente porque se asienta en un esfuerzo musicológico inagotable. La prueba es la nueva temporada, compuesta por 160 conciertos, que, como dice el propio Marín, se mueve en dos ejes. El primero es el de lo predecible: porque se mantienen líneas de trabajo ya idiosincráticas de la institución, como la producción de ópera de cámara y escenificación de melodramas. La segunda es la transformación: cualquiera que haya acercado en los últimos años a su salón de actos habrá visto que muchos conciertos son experiencias que van más allá de lo sonoro.



"Es algo que no se hace para embellecer el acontecimiento sino para resaltar aspectos musicales que en un concierto tradicional, una fórmula casi inalterada desde el siglo XIX, pasarían inadvertidos", explica Marín. Luminotecnia, lecturas intercaladas, movimiento escénico, proyección de videocreáciones, diálogos con otras disciplinas artísticas... Son recursos habituales en la Juan March. En esa obstinación de forzar las costuras del rito convencional se inscriben, por ejemplo, el ciclo dedicado a la música durante el reinado de los Reyes Católicos, servida por agrupaciones como Vandalia, Schola Antiqua, el Coro Victoria, Alamire... Veamos algunos autores que saldrán a la palestra: Juan del Encina, Josquin Desprez, Francisco de Peñalosa, Francisco de la Torre... Se contará con una figura poco habitual en las citas musicales: la del cosmisario. Comisaria en este caso, Tess Knighton, eminencia en las partituras de este periodo.



También entran en este epígrafe 'rompedor' Los orígenes de la Early Music, destinado a documentar y rescatar los pioneros de las interpretaciones con criterios historicistas; Clichés musicales: visiones de España, que mostrará las distintas perspectivas (exótica, admirativa, intelectual, sensual...) empleadas para retratar musicalmente nuestro país por compositores foráneos; Músicas en la noche, una inmersión en pentagramas conectados con universos oníricos o pesadillescos, con especial protagonismo, claro, para el género del Notturno (Barber, Chopin, Fauré, Respigh...); y Disímiles vidas paralelas, que propone, a la manera plutarquiana, análisis de las concomitancias entre varias curiosas parejas: Bach/Vivaldi, Eisler/Revueltas, Britten/Shostakóvich y Victoria/Gesualdo.



Otra de las responsabilidades asumidas por la fundación es la reivindicación de la música española. "Ahí nos enfrentamos a dos dificultades: la maquinaria propagandística de las grandes agencias, la mayoría situadas en Berlín y Londres, y de la que muchos artistas españoles están al margen, y la integración de nuestro repertorio en la sala de conciertos, algo que creemos que se puede hacer, porque hemos visto que se ha hecho en Inglaterra o Finlandia, sin que su patrimonio sea superior", señala Marín. Este curso saldrá a relucir el legado de compositores que padecieron el exilio en el convulso tercio central del siglo español: Rodolfo Halffter, Salvador Bacarisse y Fernando Remacha, que sufrió su versión interior. Además, es loable un doble guiño generacional. Por un lado, al veterano Luis de Pablos, y, por otro, a un grupo compositores de menos 35 años, una apuesta ya consuetudinaria en su programaciones.



También es costumbre ya la ópera camerística, a la que tan poca cancha se le da en las grandes casas de ópera europeas. La fundación ha querido cubrir, dentro de sus limitadas capacidades, esa laguna en los últimos años. En mayo de 2019 rescatan Il finto sordo, de Manuel García, al que, como dice Marín, "parece que le está llegando su hora". Es cierto que este histórico tenor y compositor sevillano va sonando cada vez más. La fundación ya montó otra pieza suya de salón, I cinesi. Camarena, asimismo, lanzará en breve su disco defendiendo esa doble faceta como intérprete y creador del padre de la Malibrán (Contrabandista, en Universal). El hiperactivo Paco Azorín se ocupará de la escena y Rubén Fernández de la dirección musical y el piano. El otro plato fuerte escénico serán los montajes ideados por Ernesto Caballero a partir de cinco melodramas de Grieg y Sibelius. Sagas nórdicas a gogó.



@albertoojeda77