Un momento de Gazoline. Foto: David Ruano

LaJoven nació con la intención de reflejar (y reivindicar) sobre el escenario la diversidad social. Asentada en el Centro Conde Duque, la compañía lleva seis temporadas intentando cumplir con ese objetivo. Pero José Luis Arellano, su director, se dio cuenta de que en esa labor había una grieta: la racial. "Todas la historias que mostrábamos eran interpretadas por chicos blancos. Era incoherente con el público que venía vernos. En los grupos de jóvenes que ocupaban las butacas en nuestras funciones se veían chavales españoles de origen chino, magrebí, subsahariano... Estábamos fallando ahí", recuerda Arellano.



Con Gazoline, que estará en el escenario del Conde Duque hasta el 10 de mayo, han subsanado esa carencia. La obra de Jordi Casanovas parte de las revueltas desatadas en Francia por la muerte de dos jóvenes musulmanes de origen africano a manos de la policía, de la que huían en Clichy-sous-Bois, una barriada pobre situada en el este de la capital gala. El autor catalán sitúa a cinco muchachos de procedentes de la banlieu ante el fastuoso coche del ministro del Interior. Están dispuestos a quemarlo para vengar la violencia policial. Pero antes de prender la mecha brota una reveladora conversación entre ellos donde afloran los motivos de su desarraigo.



Es un coloquio en el que cobra forma sobre todo una paradoja chocante: cómo ellos pueden sentirse mucho más ajenos a la sociedad francesa que sus padres y abuelos, teniendo en cuenta que ya nacieron en Francia y se educaron en sus colegios e institutos. "Casanovas es un maestro es tomar una anécdota, aquí las revueltas de 2005, y a partir de ahí lanzar una reflexión social de hondura. No da respuestas. Es el espectador el que debe intentar sacar sus propias conclusiones. De hecho, en la última escena se le exige de alguna manera", señala Arellano.



Él tuvo conocimiento de este texto hace ocho años pero consideró que era imposible ponerlo en pie. "Entonces era ya de por sí difícil encontrar actores jóvenes rodados por la dificultad de tener continuidad en la carrera interpretativa. Pero todavía era más complicado encontrar de otras etnias más allá de la blanca, porque suelen estar muy encasillados en papeles de inmigrantes. Aquí no se les suele dar oportunidades para hacer, por ejemplo, Romeo y Julieta". La realidad le ha demostrado después que había candidatos con el perfil que buscaban en un número amplísimo. Han estado trabajando con ellos durante dos años en talleres. De estos salió el elenco definitivo, compuesto por Mard B. Ase, Jean Cruz, María Elaidi, Prince Ezeanyim y Delia Seriche. Españoles con familias procedentes de República Dominicana, Guinea Ecuatorial, Marruecos... Ellos dan voz y piel a unos personajes que Casanovas define en el encabezamiento de su obra son "demasiado jóvenes para ser adultos y demasiado adultos para seguir siendo niños".



LaJoven, esta vez, se inspiró en el trabajo desarrollado en Francia dentro del programa Ier Acte, que ha tenido 'padrinos' tan prominentes como Wajdi Mouawad y Oliver Py. Y un mecenas como las Fundaciones de Edmond de Rothschild. Aquí ese papel lo ha jugado la Obra Social La Caixa, que ha costeado los talleres de donde ha salido una puesta en escena en la que Arellano contrasta en el yermo cemento de las periferias marginales con el vehículo de gran cilindrada del ministro. "Representan dos mundos que apenas se tocan y que, por tanto, es imposible que se entiendan". La distancia entre ambos es la gasolina para la violencia.



@albertoojeda77