Se avecinan grandes fiestas barrocas de la mano de dos espléndidos conjuntos, ya muy conocidos entre nosotros, glosados y aplaudidos con frecuencia y con toda justicia. Visitan Madrid, en el corto espacio de cuatro jornadas, Les Arts Florissants, este viernes 7, y el Collegium Vocale Gent, el martes 11. Ambas citas dentro del benemérito Universo Barroco del CNDM.
Les Arts Florissants es uno de los conjuntos más conocidos y apreciados en nuestro país dentro de la parcela de la música renacentista, barroca y clásica. Con su fundador, el estadounidense William Christie, y sus agrupaciones corales e instrumentales, lo hemos visto y escuchado en las más variadas propuestas. Desde hace ya algunos años, ha tomado el relevo de Christie para determinados conciertos, especialmente los realizados a cappella, el antiguo tenor Paul Agnew, que se ha revelado como un sensible recreador de las incesantes volutas de la escritura monteverdiana. Ya hace muchos meses nos dio, junto a solistas del grupo, una formidable interpretación, llena de matices y claroscuros, de madrigales de los libros I, II y III, escritos a cinco voces.
Y en octubre del pasado año nos ilustraron con lo que se puede considerar una primera parte de esta próxima actuación, centrada igualmente en la eminente figura de Carlo Gesualdo, príncipe de Venosa (1566-1613), uno de los creadores más originales de la época, un auténtico rompedor e inventor de insólitas y ásperas armonías, de cromatismos inesperados, aunque Agnew nos tratara de convencer en sus notas al programa de que, en realidad, su escritura era más bien convencional. En cualquier caso, la escucha de sus Madrigales a cinco voces –los 15 del Libro I en aquella ocasión– nos revelaba paisajes que nos parecían poco hollados.
Poesía en la partitura
Las disonancias son caprichosas en su música, pues las usa con sentido expresivo, intentando dar vida, como apuntaba el crítico Pablo J. Vayón, a las a veces paradójicas imágenes poéticas que pinta. En la sesión que anunciamos, por tanto segundo capítulo, Gesualdo vuelve a ser protagonista con madrigales de su libro II, que se combinan con otros firmados por coetáneos como Orlando di Lasso, Pomponio Nenna, Cipriano de Rore, Luca Marenzio y Michelangelo Rossi.
Gesualdo fue un auténtico rompedor e inventor de insólitas y ásperas armonías, de cromatismos inesperados
En el concierto de Philippe Herreweghe y sus grupos nos vamos a enfrentar a una composición magistral, impresionante, definitoria, la Misa en si menor de Bach, en la que brilla el arte polifónico y contrapuntístico, de raíz religiosa –transformando las propuestas, tomadas inicialmente de Italia, pero sometidas a la férrea disciplina alemana de Heinrich Schütz– que está en toda la obra del Cantor, tanto en lo que pudiéramos estimar rotundamente sacro como en lo profano. Se compaginan el doble juego de la ornamentación y el ritmo. Éste mantiene en vilo la conducción melódica; aquélla, inestable, necesita del bajo continuo y alcanzará a finales del XVIII la seguridad con la afirmación de la tonalidad. Esta ecuación da como resultado una manifiesta simetría, que se rompe con frecuencia cuando se asignan al compositor una expresividad, una fantasía o una imaginación de signo abiertamente romántico.
Bach viajó hacia el remoto pasado y recuperó formas en teoría inservibles, que supo actualizar vigorosamente. Llegó a tener, como en todo, un gran dominio del stilo antico, característica que reconocemos en esta Misa, concretamente en el inicio de su Credo. Aquí y en otros pasajes encontramos esa polifonía de la que hablaba Salazar. La profusión de líneas supone, en efecto, uno de los rasgos fundamentales de su escritura; esa admirable combinación de melodías radiadas de forma tan perfecta que, tomadas aisladamente parecen constituir, cada una de ellas, la parte superior y principal y que se erigen como el gran secreto de la armonía del autor, que fue aquí más allá, como tantas veces, de su tiempo.
Muy importante en esta música es también la expresión de los affetti: emociones, pasiones, que tuvieron un estupendo vehículo en el madrigal, y aparecen proyectados en el barroco de manera incluso exagerada. El tipo de música diferenciaba claramente la carácter de la emoción: rápida, alegre, diatónica, ligeramente armonizada frente a la más lenta, cromática, de armonía más elaborada. Una cuestión que aparece unida a la de la descripción mediante figuraciones. “Poesía pictórica”, que decía Pfender, búsqueda de la imagen sonora. Poesía de la naturaleza –sentimiento que sería más tarde propio del romanticismo–. Simbolismo visual, como el de un pintor.
Bach viajó en su su misa en si menor a un pasado remoto. recuperó y vigorizó formas en teoría inservibles
Las líneas emotivas aparecen asimismo en las partes de una fuga, expresiva a pesar de adoptar esta forma, habitualmente tan severa. Como Goethe resaltaba, no hay forma sin contenido. Bach fue el último de los grandes que unió belleza y profundidad no a pesar de los recursos del contrapunto, sino, precisamente, a través de él. La disposición en la que dos sujetos son combinados se da con frecuencia en esta genial partitura; así en el Cum Sancto Spirito, sobre un compás de 3/4 y re mayor. Las cinco voces, con la orquesta en pleno, en la segunda parte de la fuga combinan lo vertical y lo polifónico en medio de la alegría comunicativa de la música.
Interpretaciones estilizadas
Características que en las enjundiosas interpretaciones de Herreweghe acceden siempre a primer plano. El maestro belga nos ha traído otras veces estilizadas y animadas versiones de cantatas de Bach, que dirige habitualmente sin batuta, con movimientos medidos, precisos, no exentos de vuelo, y obtiene de sus músicos muy positivos efectos tímbricos, fraseológicos, acentuales y rítmicos. Consigue así una redondez, una pastosidad y un equilibrio más que notables, envueltos en una atractiva y peculiar coloración oscura, grave, pero curiosamente tornasolada, lo que es verdad que quita agresividad a las texturas, brío a los ataques y reduce también, de paso, el impulso agógico: todo discurre con mayor suavidad y prudencia métricas, sin urgencias y descarnaduras. Lo que concuerda con la idiosincrasia musical de sus cantantes e instrumentistas, que suelen ser unos 40.
Para este concierto se cuenta con cantantes especializados, no muy conocidos por estos pagos: Dorothee Mields y Hana Blaziková, sopranos; Alex Potter, contratenor; Thomas Hobbs, tenor; y Kresimir Strazanac, bajo.