Mateo Feijóo tiene debilidad por la compañía Circo Interior Bruto desde que se acercó por primera vez a su local de Lavapiés hace casi dos décadas. Su radicalidad vanguardista y su actitud crítica cautivaron al actual director del Centro de Artes Vivas de Matadero, aparte de a varios centenares de acólitos que convirtieron a esta formación en una referencia de culto dentro del underground madrileño. Por eso le ha abierto un hueco esta temporada para que muestren una llamativa propuesta en torno a Así habló Zaratustra (desde este viernes, 14).
A priori, un texto así es irrepresentable con forma escénica. Pero fue precisamente el reto que suponía lo que les espoleó.“Nietzsche se enfrentó a verdaderos abismos intelectuales y personales escribiendo este conjunto de visiones que prefiguran y critican al humano moderno y reclaman el superhumano por venir. Y mientras se abismaba, perdía la cabeza”, explican a El Cultural desde Circo Interior Bruto (no podemos atribuir las declaraciones a ninguno de sus miembros porque prefieran expresarse así, en bloque, acreditando el carácter horizontal que prevalece en el grupo). “En escena podrán verse los 60 capítulos de la obra original, pasados por nuestro filtro circense, interior y bruto”, añaden.
"Nietzsche se enfrentó a verdaderos abismos intelectuales. Y mientras se abismaba, perdía la cabeza". CIB
En este montaje se mantienen fieles al código escénico que acuñaron en sus experimentales orígenes, conectando el teatro, la poesía, el happening y el arte en acción. “En 1999 nos juntamos con escasas ideas preconcebidas. No somos actores, no somos bailarines, no somos cantantes… Para los escénicos solemos ser demasiado artistas y para los performers, demasiado teatreros. Mantenemos unas estéticas pobres, una poética del objeto común y de la magia de lo normal. Somos unas señoras y señores mayores en escena haciendo lo que podría ser hecho casi por cualquiera. En Zaratustra nos hemos autoimpuesto una serie de restricciones formales que nos sirven para seguir explorando”, aclaran.
El CIB estuvo en activo hasta 2005, año en el que se disolvieron, siguiendo cada uno de sus doce miembros fundadores su propio camino, aunque Rafael Lamata y Jaime Vallaure ya habían fundado en 2000 Los Torreznos. El año pasado, sin embargo, se reunieron de nuevo para armar una pieza performativa en la Pradillo a partir de Prometeo encadenado de Esquilo. “De aquel encuentro brotó el impulso para seguir navegando juntos. Nuestras vidas, como las de la mayoría de la gente, están mucho más llenas (¿podríamos decir colonizadas?) que hace 20 años cuando empezamos, pero hemos consensuado que un encuentro al año es algo que nos podemos permitir”. Así que seguirán en el futuro moldeando espectáculos bajo sello CIB. Confían en que sus aventuras sigan despertando interés en el público, al que creen más preparado para asimilar y disfrutar de sus ingenios: “Quizá ahora hay más ciudadanía crítica y receptiva, pero esto no es algo definitivo, sino que hay que cuidarlo y educarlo. En el CIB no hacemos cosas solo para entendidos. Tenemos mucha curiosidad por ver cómo responderán los asistentes a la función al viaje mental que se les propone”.