Si Nao d’amores no existiera, un amplio espectro de nuestro patrimonio teatral, el alumbrado durante el Medievo y el Renacimiento, seguiría sumido en la oscuridad. Ana Zamora y su equipo han rescatado églogas, autos, comedias italianizantes, misterios medievales… Y a partir del próximo jueves 12 en La Abadía se lanzan sobre otro género, la tragedia renacentista, “donde muere hasta el apuntador”, apostilla. Concretamente, sobre dos piezas de Jerónimo Bermúdez, Nise Lastimosa y Nise Laureada, que recrean la fascinante (y cruenta, y brutal…) historia de Inés de Castro, noble gallega emparentada con los reyes de Castilla. Su matrimonio secreto con el infante Pedro de Portugal era una patata caliente para el padre de este, el rey Alfonso, que ordenó el asesinato de ella para solventar el entuerto.
Lastimosa recoge todas las vicisitudes en torno a esa ejecución. Y Laureada rememora la venganza posterior de Pedro: cuando ciñe finalmente la corona, manda apresar a los sicarios, les arranca el corazón, desentierra a su amante y la nombra reina en una cermonia pública. “He intentado excavar en los hechos reales que hay detrás de la leyenda, muy contaminada por el Romanticismo. A Bermúdez no le interesa el romance a lo Romeo y Julieta sino el crimen de Estado”, explica la directora madrileña.
“Lo interesante de estas tragedias –añade– es que sus cultivadores, Argensola, Virués y el propio Bermúdez, escribieron con mucha más libertad contra el poder que los autores del Siglo de Oro, que tendían a la veneración por los Austrias”. Bermúdez, de hecho, publicó estas dos piezas bajo pseudónimo porque la monarquía lo tenía enfilado por su actitud contestataria.
Zamora y los suyos rompen la cuarta pared en su puesta en escena. “Es una decisión coherente con la época que trabajamos, donde se practicaba un teatro de comunión, el público no era un mero espía, condición a la que se le redujo posteriormente”. Vuelven así a montar su habitual grada de madera para 130 personas, que otorga al espacio escénico un aspecto de teatro romano. Y construyen una poética que, aun partiendo de la pureza y de un escrupuloso y documentado historicismo, no renuncia a la invención y la fantasía. También han jugado a combinar las liturgias pagana y cristiana. Su apuesta es hablar de hoy (del poder y sus desmanes) apoyándose en un andamiaje con casi 500 años.