Ha pasado otro año y el mundo de la música en nuestro país no ha sufrido modificaciones fundamentales, aunque sí pequeños movimientos sísmicos que la animan. Pero avanzamos, y eso es lo importante. Un ejemplo es el mantenimiento de costumbres tan loables como la que cultiva la dirección del Teatro de la Zarzuela de abrir el camino a nuevas obras líricas. Tras la tan interesante La casa de Bernarda Alba de Miquel Ortega, le ha tocado el turno a Tres sombreros de copa de Ricardo Llorca.
Precisamente, en el foso del teatro madrileño ha habido un cambio, ya que de él se ha ido, por problemas de incompatibilidad, Óliver Díaz, que se lució en las dos veladas concertantes dedicadas a Mirentxu de Guridi. Le sustituye Guillermo García Calvo, del que recordamos una excelente versión de Curro Vargas de Chapí. En ese mismo foso madrileño toca la Orquesta de la Comunidad de Madrid, y lo hace con dedicación. La misma que pone en su desenvolvimiento sobre el hemiciclo del Auditorio Nacional a lo largo de las temporadas que organiza con pericia Víctor Pablo Pérez, cada vez más limitado, a causa de una política superior suicida y errática.
El Teatro Real sigue siendo la principal referencia en ópera, algo que demostró con 'Capriccio'.
Y David Afkham asumió plenos poderes en la OCNE
Por su parte, y siguiendo con los asuntos capitalinos, se hizo oficial la toma de todo el poder al frente de la Nacional del aplaudido David Afkham, que ahora tiene además el valioso apoyo del veterano y conocedor Félix Palomero, de vuelta a una gerencia que ya ocupó con éxito. En la de la RTVE continúa Manuel Ventero que, tras el nombramiento de Pablo González al frente de la orquesta, ha recibido hace poco a Lorenzo Ramos como nuevo titular del coro. Ignoramos las razones que han llevado a la defenestración de Juan Pablo de Juan, de tan corta permanencia en el puesto.
Sigue siendo el Real el teatro de ópera de oferta más sustanciosa. Sobre todo tras el éxito incontestable, a finales de la temporada anterior, de la producción de Capriccio firmada por Christof Loy y del anuncio de la próxima representación, en primicia española, de La pasajera, del tan recientemente reivindicado Weinberg. Por otro lado, parece que en este coliseo empiezan, aunque de momento tibiamente, a correr mejores vientos para las voces españolas. Como corren los que impulsan las actuaciones del tenor Javier Camarena, ya un ídolo de la afición española, incluida la que puebla el Liceo de Barcelona, que desde septiembre tiene un nuevo responsable, un gestor nato, Víctor García de Gomar.
En otras latitudes respiran también nuevos aires. Como en el Maestranza de Sevilla, donde ha aterrizado con muy buen pie el ovetense Javier Menéndez, hombre con ideas. En Oviedo lo ha sustituido Celestino Varela, que anuncia la representación de María Moliner de Antoni Parera Fons. Y en el Palau de les Arts de Valencia se dio la sonada actuación de Plácido Domingo en el valenciano Palau de les Arts, cantando, con su voz de tenor, la parte de barítono de Nabucco de Verdi. Su triunfo habrá actuado como vehículo de desagravio contra las denuncias por acoso. E importante es sin duda, si miramos hacia el sur, el nombramiento de Antonio Moral como nuevo responsable del Festival de Granada. Una buena elección tras el abandono de Pablo Heras-Casado, de tan corto vuelo. Hay que preguntarse todavía qué movió a este músico a postularse para el cargo hace dos años. Y terminamos reconociendo nuestra deuda gigante con Alfonso Aijón, que lleva 50 años convocando en España a las mejores orquestas del mundo. Pocas personas aquí han hecho tanto por la música. Gracias.