¿Qué lugar ocupan en la memoria de nuestro teatro actores como Ricardo Calvo, Francisco Morano, José Tallaví o Felipe Carsi? Muy pocos conocen a estos comediantes de principios del siglo XX, auténticos pioneros a los que debemos gran parte de la savia escénica que circula hoy por las carteleras. Al último de la lista le ha dedicado Eduardo Vasco la obra que se estrena el 10 de febrero en La Abadía. Carsi, edificada sobre un eclecticismo gamberro y repleta de gags, viene a paliar, según Vasco, auténtico estudioso de esta ilustre estirpe, la provisionalidad que circula por el ADN de las tablas: “Todos los cómicos, antes o después, somos olvidados. Nada perdura tras el teatro. No queda nada, y eso es, seguramente, lo más bello del oficio. Se nace cada temporada. El que no lo comprenda sufrirá mucho en la profesión. El teatro es un animal desmemoriado al que solo le importa el presente. Por eso, he querido hacer un homenaje a tantos actores fantásticos que conocí y que ya no están. A todos los que he investigado, disfrutado y admirado”.
"El teatro es un animal desmemoriado al que solo le importa el presente". Eduardo Vasco
Por eso, en Carsi la comedia es la argamasa que une las interpretaciones de Mariano Llorente, José Ramón Iglesias, Elena Rayos, Rafael Ortiz y Antonio de Cos. El montaje está basado en el juego de los actores alrededor de la peripecia de una compañía que está al límite y que quiere hacer un clásico para forrarse. “Es una mirada respetuosa y a la vez crítica, ácida, sobre los teatreros planteada de una manera muy directa. ¡Somos cómicos! ¡No bailamos, no cantamos, así que no se nos pierdan!”, señala a El Cultural tirando de viejas arengas.
El director de Espejo de víctima (título en el que volvió a asociarse con Ignacio del Moral) hará prácticamente simultáneo su homenaje a Carsi con el estreno, este viernes, 29, en el Teatro Calderón de Valladolid, de Peribáñez y el comendador de Ocaña, de Lope de Vega. Continúa así su prolija producción con Noviembre Teatro y su fértil relación con el mundo clásico. “A estas alturas no distingo entre clásicos y contemporáneos. Hace tiempo que trabajo de una forma muy instintiva. Lo planteo como un diálogo en el que yo, sobre todo, escucho y después decido. Todo se desarrolla de manera natural y sin estridencias. No quiero situarme por encima del autor. Me parece increíble la cantidad de genios que hay en la dirección. Yo no me considero un director-creador que pueda hablar de tú a tú con Shakespeare o Lope. Lo que hay es mucha vanidad y poca lectura”, sentencia quien en febrero vuelve a otra de sus grandes pasiones: el rock.
Con el proyecto Demora y la publicación del disco Veranos, lluvias y noviembres se reencuentra con sus primeros escarceos en la música de finales de los ochenta. Pese a los frentes que tiene abiertos, el director y compositor considera que era este el momento adecuado para iniciar la nueva aventura. “Podía hacerlo y esta era una buena manera aunque no contaba con lo que iba a pasar en 2020. Demora es algo que quería hacer desde hace tiempo: volver con una banda de rock y sacar un disco de canciones escritas en medio de las giras, los hoteles, los patios de butacas…”, reconoce Vasco, que también entrará en el territorio de la ópera con Tránsito en mayo en las Naves del Matadero.