Una compañía de teatro retirada vuelve a los escenarios para representar el Calígula de Albert Camus. El director de la obra ha soñado que se suicidaba, cuestionándose completamente el sentido de la existencia. La obra será, entonces, el principal motivo para seguir vivo… La autora Clàudia Cedó y el director Marco Paiva llevan al Teatro María Guerrero, a partir del día 19, Calígula murió. Yo no, una reflexión sobre la muerte y la libertad producida por España y Portugal a través del CDN, el Teatro Nacional Doña María II y Terra Amarela.

“Nuestro espectáculo es el tiempo entre el delirio y el rodaje –explica Paiva a El Cultural, que ha contado con José Luis Raymond para la puesta en escena–. Una zona invisible donde el pensamiento se enfrenta a la duda, el sueño y las consecuencias de ser terriblemente complejo. Al mismo tiempo, este Calígula es una oda a los cuerpos, los lenguajes y las culturas. Un desafío flagrante para cualquiera que insista en afirmar una norma”.

“Camus parece decirnos que la sociedad sigue en conflicto consigo misma y que ese enfrentamiento dificulta la posibilidad de comprender al otro". Marco Paiva

Teniendo en cuenta lo que el director califica como las “tres etapas” del texto de Camus, “el absurdo, la revuelta y la alegría”, la autora de la adaptación vio y escuchó al elenco y pasó al proceso de tender puentes entre la diversidad física e intelectual de un equipo que se expresa en español, portugués y el lenguaje de signos.

La humanidad y cercanía de Camus planea en toda la obra, donde además de la polisemia de Calígula nos encontramos referencias a títulos como La plaga, El mito de Sísifo, El hombre rebelde, Cartas a un amigo alemán o Los justos. “El autor parece decirnos que la sociedad sigue en conflicto consigo misma y que ese enfrentamiento dificulta la posibilidad de comprender al otro. El sentido de la vida que Calígula busca de forma desenfrenada es algo complejo de encontrar”. Por ello, para Paiva, la mente humana es y será un enigma: “Nos alineamos con Camus en la necesidad de mantener el cuestionamiento y la revuelta, ese movimiento interior que da lugar al pensamiento y por lo tanto a la acción con la convicción de que esta vitalidad nos traerá momentos de felicidad y de cambio”.

La trayectoria del Calígula de Paiva ha tenido una ruta difícil que ahora encuentra refugio en la arriesgada programación del CDN. El montaje arranca su aventura con una colaboración que el director realiza en 2013 con el festival 'Una mirada diferente', dirigido por Inés Enciso y Miguel Cuerdo. Por esas fechas se traslada a Madrid con tres obras teatrales y un taller de creación artística. En esa cita, que coordina con Nathalie Poza, sale a relucir ya su admiración por la obra de Camus. "Me di cuenta de que era un trabajo que nos gustó mucho a los dos y allí mismo consolidamos nuestro deseo de trabajar juntos algún día a partir de ese texto", recuerda Paiva. Por motivos de agenda, Poza no pudo unirse al proyecto pero la chispa hacia esta obra del autor de El primer hombre ya había saltado.

"La producción de este espectáculo fue un pretexto para algo más profundo -añade-. Llevo 21 años trabajando con artistas con diversidad física e intelectual en Portugal y toda mi carrera como actor y director tiene tres premisas fundamentales: diversidad, acceso y libertad. Después de estos años de trabajo, y con cambios significativos en la relación entre públicos y entidades artísticas, sentí que sería urgente crear puentes que unan lo más significativo que está sucediendo a nivel europeo en el área de la diversidad y la accesibilidad. Entonces me pareció claro que podía compaginar el trabajo que el CDN venía desarrollando en los últimos años con el realizado por el Nacional D. Maria II, dirigido por Tiago Rodrigues. Dos escenarios profundamente vivos y en diálogo con la actualidad. Juntos podrán colaborar en la lucha contra el absolutismo".

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