Lope de Vega publicó El perro del hortelano en 1618 y desde entonces las peripecias palaciegas de Diana y Teodoro no han dejado de llevarse a los escenarios (ni a las pantallas de cine, como demostró con altura cinematográfica Pilar Miró en 1996). Las adaptaciones más recientes las han firmado la Fundación Siglo de Oro y Dominic Dromgoole, director artístico del Shakespeare’s Globe durante diez años, y Helena Pimenta y Álvaro Tato con la CNTC (en abril de este año y en 2016, respectivamente). El texto del Fénix de los Ingenios ha seducido desde que le puso punto final en 1613.
“Lope de Vega tiene ganas de gustar. Los juegos de palabras y su visión escénica de los versos nos transmiten alegría”. Paco Mir
Retoma ahora esta comedia de enredo “enredada” Paco Mir para llevarla al Corral de Comedias del Festival de Almagro los días 2 y 4 de julio con Moncho Sánchez-Diezma, Amparo Marín, Pepa Montoya y Manolo Monteagudo en el reparto. El miembro de Tricicle, director también de montajes como Ópera de cuatro notas, Aire y Allegro, ha ideado para El perro del hortelano una estructura poco convencional en la que se superponen varias acciones que se nutren y complementan durante toda la representación.
De un lado nos muestra los problemas de dos técnicos teatrales que quieren seguir adelante con la representación pese a que el resto de la compañía está bloqueada en una autopista. De otro, la trama “clásica” en la que circula, inexorable y literal, el texto de Lope. Para Mir, esta estructura antes que complicar la historia la simplifica: “Mientras los técnicos buscan salvar la función van explicando lo que ocurre y las intenciones de todos los personajes. De la anécdota del refrán siempre podemos aprender, pero es poca cosa comparado con las ganas que tiene Lope de gustar. Los juegos de palabras y la visión escénica de sus versos nos transmiten alegría. Como la mayoría de los clásicos, nos dice que lo importante es hacer las cosas bien”.
En la puesta en escena mandará un espacio vacío. Casi vacío, porque podrá verse una alfombra colgando de un telar, otra limitando el espacio de actuación y algún que otro mueble. Es lo que necesita el director y escenógrafo para recrear los salones palaciegos, los jardines e iglesias que se van descubriendo a lo largo de la obra. “Esta simpleza es muy complicada”, explica a El Cultural el también actor, que en estos momentos trabaja en
remontar el Forever Young de Tricicle.
“Requiere mucha imaginación y muchos recursos dramáticos para que los pocos elementos escenográficos que aparecen se multipliquen, dando la impresión de un gran espectáculo o, mejor aún, conseguir que el público no se plantee que está asistiendo a un montaje con pocos medios. Por eso, hacer que las cosas parezcan fáciles es muy difícil”. Uno de los aspectos que ha trabajado Mir ha sido la versión, más corta que la original pero respetuosa con su métrica. Se debe, según reconoce, más a la posibilidad de facilitar la segunda trama que al hecho de perseguir una “versión exprés”. El objetivo es facilitar la comprensión a través de alternativas a las palabras en desuso, a formas gramaticales “obsoletas” y a referencias que ya han dejado de serlo.