La Fundación Juan March consolida su apuesta escénica con el estreno, el próximo 8 de julio, de Comedias mitológicas, un montaje dirigido por Ernesto Caballero sobre textos de Calderón de la Barca que se exhibe dentro de la programación (y con la coproducción) de los Veranos de la Villa, culminando así un proceso de investigación teatral realizado dentro de la institución que dirige Javier Gomá.
“Se trata de un Calderón maduro, de versos depurados, en los que funde lo alegórico y lo real”. Ernesto Caballero
Guiado por el ingenio del autor de La vida es sueño a través de un refinado despliegue visual, de exquisitas partituras y desbordante imaginería poética, el montaje muestra el recorrido de un grupo de visitantes en un lugar indeterminado (que podría ser el Salón Dorado del extinto Palacio del Alcázar de Madrid) en el que pueden contemplarse varios lienzos de temática mitológica. Mediante numerosos recursos escénicos, se encontrarán un mundo de apariencia en el que llegarán a convertirse en las figuras protagonistas de Eco y Narciso, Fieras afemina amor, El laurel de Apolo y El mayor encanto, amor.
Felipe Ansola, Carmen Conesa, Karina Garantivá, Estíbaliz Racionero y Germán Torres protagonizarán un espectáculo con piezas concebidas para celebraciones cortesanas. Muchas de ellas –señala a El Cultural Caballero, que ha contado con la supervisión musical de Luis Miguel Cobo– son joyas poéticas que deben ver la luz exentas de las convenciones de su tiempo. Se trata de un Calderón maduro, amable, indulgente, de versos depurados en el crisol de la acción y al que no le duelen prendas en realizar los más audaces planteamientos en los que funde lo alegórico y lo real. Además, estas obras desprenden una luminosa fascinación por los resortes del juego teatral, en un Olimpo cortesano donde los reyes juegan a ser dioses y los dioses a errar en la ceguera propia de los mortales”.
El desafío de Caballero, que prepara también su propia versión del Tartufo, de Molière, para después del verano, ha sido oscilar entre dos épocas, entre dos visiones del mundo, la de entonces y la de ahora: “De este diálogo surge el montaje. El concepto de espectador no existía en el Siglo de Oro. Quienes asistían a las representaciones eran llamados “oyentes”. Veían con el oído. Tanto es así que muchos pasajes del texto eran conocidos como “pinturas”. Al escuchar estos versos uno tiene la impresión de estar asistiendo a la dramatización de cuadros de Rubens o de Tiziano”.
Según el director, que también ha llevado a escena El monstruo de los jardines, nos encontramos ante una obra y unos textos muy particulares: "Son piezas que deliberadamente persiguen un efecto de sinestesia en el que se funden poesía, plástica, música y el arte de la actuación. Cada una de ellas representa una debilidad humana y en todas parece desprenderse una apelación a la prudencia".