El bar que se tragó a todos los españoles, obra escrita y dirigida por Alfredo Sanzol y producida por el Centro Dramático Nacional, que afronta su segunda temporada en el teatro Valle-Inclán de Madrid con todo el papel vendido, ha sido la gran triunfadora de la XXIV gala de los Premios Max, los Goya de las artes escénicas españolas, celebrada la pasada noche en el teatro Arriaga de Bilbao. Se trata de una comedia de aventuras, con muchas situaciones, con nueve actores que se multiplican en una cincuentena de personajes, y que hacen que se pasen tres horas como un suspiro. Una obra optimista y feliz, que habla de segundas oportunidades y que hace que el público salga del teatro como de una terapia reconstituyente. Tres premios ha conquistado el montaje: mejor espectáculo teatral, mejor autoría teatral y mejor espacio escénico (Alejandro Andújar). Por su parte, La mort i la donzella, de Asun Noales, ha ganado otros tres galardones: mejor espectáculo de danza, mejor coreografía y mejor diseño de iluminación.
Esta gala de los Max viene a ser un punto de inflexión para la situación de las artes escénicas en nuestro país, tan golpeadas por culpa de la pandemia. Desde el escenario, los galardonados ha mostrado confianza en que la normalidad se recupere cuanto antes y se destierre de la memoria el mal sueño que supuso el parón de todas las actividades durante varios meses de 2020. Dirigida por Calixto Beito, la ceremonia ha reivindicado en varias ocasiones el trabajo de los técnicos temporales del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música, afectados por una convocatoria de empleo público que ha sacado a concurso sus plazas sin que puedan presentarse al exigir unas titulaciones de FP que no se corresponden con su oficio. En la platea, escuchaba el ministro de Cultura, Miquel Iceta.
Arrancaba la noche con una actuación de Asier Etxeandia, antes de la entrega del premio al mejor al mejor diseño de vestuario para Deborah Macías por su trabajo en Nise, la tragedia de Inés de Castro. El premio al mejor actor fue a parar a manos de Joan Carreras por Història d'un senglar, y el de mejor actriz, para Mireia Aixalá por Les tres germanes. Gemma Cuervo, tras seis décadas de trayectoria sobre los escenarios, recogía emocionada el Max de Honor de manos de su hija, Cayetana Guillén-Cuervo.
Tras varias actuaciones musicales y un buen número de discursos reivindicando la cultura y la vuelta del público a los teatros, la gala afrontaba su tramo final con los premios a Ivan Villar como mejor intérprete masculino de danza por Leira y a Iratxe Ansa como su homóloga femenina por Al desnudo. Nao Albert y Marcel Borrás conquistaban el premio a mejor dirección de escena por Atraco, paliza y muerte en Agbanäspach, mientras que Fernando Delgado era reconocido como autor revelación por Los Remedios. Posteriormente, se entregarían los premios a la mejor composición musical para espectáculo escénico, para Mariano Marín por Con lo bien que estábamos (Ferretería Esteban); a la mejor adaptación, para Marc Artigau, Cristina Genebat y Julio Manrique por Les tres germanes; al mejor espectáculo de calle, para Deabru Beltzak por Symfeuny; al mejor espectáculo infantil, para Xirriquiteula Teatre por Laika, y el de Espectáculo Musical, para Demode Produkziok por Kutisdazu Bidea Ixabel. El broche a la noche lo puso de nuevo Asier Etxeandia, interpretando la canción vasca Baga Biga Higa con el Coro Infantil de la Sociedad Coral de Bilbao.