Mariana Pineda, su mito, su pasión, su lucha y su patriotismo, vuelven a las tablas (desde el 1 de diciembre en el Teatro Fernán Gómez) de la mano de José Ramón Fernández, autor que escribió este texto en 1989, David Ojeda, que lo ha montado con el mimo de un clásico, y de la actriz Lucía Álvarez, responsable de rescatar y de interpretar un personaje que ha entrado en el tortuoso olimpo de nuestra mitología histórica (y literaria gracias a la poética versión que Lorca escribió en 1927).

"Mariana Pineda hace de su voz su justicia y de su búsqueda de la verdad una razón de existir". José Ramón Fernández

Inició Mariana su camino escénico en 1995 en la sala Cuarta Pared, en un montaje dirigido por Pablo Calvo que interpretó Esperanza Elipe. Tres años después, la heroína de José Ramón Fernández viajaría a Buenos Aires con Mónica Driolle y Edgardo Chini. Llegaría incluso a Montreal en 2005 con Eve Pressault, que fue dirigida por Genevieve Blais, y cinco años después, Juan Martins haría lo propio con Mirla Campos en las tablas venezolanas. Inmejorable periplo para una de las primeras entregas del dramaturgo madrileño, autor también de la Trilogía de la juventud (junto a Yolanda Pallín y Javier García Yagüe), La colmena científica o el café de Negrín, Mi piedra Rosetta y Nina (Premio Lope de Vega de 2003), entre otros títulos convertidos ya en hitos de nuestra escena.

Arropados por la “experiencia inclusiva” y el compromiso de Palmyra Teatro (compañía que arrancaba su andadura con Mi piedra Rosetta hace ahora diez años), José Ramón Fernández y David Ojeda muestran a través de esta Mariana el grito oculto de una mujer que ocupa un lugar destacado en la historia de nuestro país. “Habla sin pausa, haciendo de su voz su justicia, y de su búsqueda de verdad su necesidad y razón de existir”, apunta el director. “Mi Mariana –tercia el autor– no tiene tiempo ni lugar. Podría suceder hoy en algunos países. De hecho, es la primera de todas las puestas en escena que la ubica en su contexto histórico. Quería dejar claro, como hice con Nina, que partía de unas referencias, de la existencia de la Mariana Pineda real en un mundo que siempre se nos dibuja de hombres”.

De entre todas estas referencias es inevitable poner un pie en el estribo del hermoso texto que elaboró Lorca. José Ramón Fernández realiza un guiño al poeta manteniendo en su Mariana la frase “estoy sola y soy la misma libertad” porque lo que guió sus diálogos (interpretados junto a Lucía Álvarez por Marcos Pereira) fue la mujer encerrada en una celda, la presencia del amor: “En esa libertad con la que escribí la obra el referente histórico y el referente lorquiano se fueron fundiendo con relatos con los que había crecido durante esos años. La tortura del tipo que apunta a Mariana y dispara con el arma descargada, por ejemplo, es una experiencia personal de un amigo uruguayo…”, reconoce a El Cultural.

La música de Carlos Ramos, la escenografía y el vestuario de Mónica Florensa y la iluminación de María José de Pomar subrayan la actitud de un personaje que nos remite directamente a un estado esencial de nuestra protagonista: la dignidad. “El mito de Mariana tiene que ver con permanecer de pie ante quienes la quieren ver sometida. Una situación de guerra o de opresión sigue siendo el escenario idóneo para que desaparezcan los derechos, los de las mujeres especialmente. A las torturas se añaden las vejaciones sexuales, la cosificación”, explica José Ramón Fernández, que prepara para mediados de enero el estreno de Gira, corazón, un espectáculo de danza realizado “mano a mano” con la bailaora y coreógrafa Carmen Cortés.

La puesta en escena que ha ideado David Ojeda pasa por la concentración de tres personajes masculinos en la interpretación de Marcos Pereira, actor sordo que sirve de apoyo a la acción de Mariana Pineda: “La presencia real de una persona sorda hace más trágica la situación de Mariana, no por desagravio hacia la condición de Marcos, muy al contrario, excelente ‘oyente’ en la escena, sino porque es el icono de la actitud de la sociedad y del patriarcado hacia la mujer. Una pizca de realidad aumenta considerablemente el drama de la ficción y la actualización del mito”. Según Ojeda, la función estética de la compañía trabaja con los tres lenguajes escénicos wagnerianos por excelencia: la poesía, el movimiento y la música en directo.

Además, ha desarrollado en su puesta en escena “los caudales ficcionales y míticos” de voces como las de Medea o Lisístrata: “Lo que más me llamó la atención de Mariana fue la transformación de una mujer que rompe los principios sociales y moralizantes con los que había construido su vida. El texto anagnorético y colmado de decisiones trágicas nos habla de esa función vital transformada y de esa mujer y persona que buscaba ser vista y atendida frente a los convencionalismos y directrices que su sociedad le planteaba”.

Vuelve, pues, Mariana a ponerse en pie sobre un escenario. Sus pensamientos, sus sombras, sus figuras y sus obsesiones interpelarán al público del siglo XXI. Esta Mariana empieza la historia con dolor y terminará con la necesidad de gritar que inyecta la nobleza, el decoro, el coraje y el honor.

@ecolote