Llega al Teatro Lope de Vega de Sevilla, este sábado y el domingo, el estreno mundial de la ópera de cámara La mujer tigre. Se trata de una coproducción entre ese coliseo y el Teatro de la Maestranza, que da alas a la creatividad del sevillano Manuel Busto (1987), que, además de componer los sorprendentes pentagramas, se ocupará de la dirección musical.
La obra se presenta como una suerte de moderna tonadilla, es decir, una composición escénica más bien breve en la que juegan elementos de diverso signo, teatrales y musicales. Ya sabemos que este tipo de piezas empezaron sirviendo de entremeses (intermezzi) y que adquirieron poco a poco vida propia y fueron el antecedente de nuestra zarzuela. El género desapareció a lo largo del siglo XIX.
La obra cuenta la historia de una mujer normal que, por su diferencia con el entorno, es convertida en monstruo por la sociedad. Es el relato de una anomalía, de una ‘monstruosidad’. Nos invita a reconciliarnos con la otredad, a asumir nuestra diferencia y a convertirla en una forma de empoderamiento y reivindicación de la identidad. Un planteamiento que sin duda da mucho juego y que nos pone en disposición de mirar en profundidad, buscando significados y consecuencias, con muchas de las cuestiones que laten en el seno de nuestra sociedad.
Manuel Busto, compositor y director, amigo de experimentar, de soldar, de sintetizar, de fusionar, ofrece en esta nueva creación un poco de todo; por supuesto no falta el baile; ni el cante en lo que puede ser una hábil amalgama de artes y en donde la protagonista es una cantaora, en este caso la jovencísima y ya aclamada Reyes Carrasco. El espacio escénico, ideado por Fran Pérez Román, se presenta como un sistema de estructuras que al mismo tiempo son refugio, límite y prisión.
Estructuras móviles que, con sus diferentes tamaños, son susceptibles de integrar unas a otras a modo de matrioska, superponiéndose como una piel múltiple o desplegándose como una familia de objetos. Lo curioso es que los elementos presentes en el espacio serán manipulados por los propios intérpretes convirtiéndose en inputs esenciales de la acción y el desarrollo del relato escénico. Un planteamiento qué duda cabe original sobre el que se proyectará la cambiante y con frecuencia colorista música de Busto, que, en efecto, sabe combinar lo popular con lo más severo de la creación contemporánea y que estudió composición en el Conservatorio Manuel Castillo de Sevilla y, entre otros sitios, en la Academia Chigiana de Siena. Como director ha tomado lecciones de algunos maestros de talla como Bernard Haitink y Gianluigi Gelmetti.
Hay buenos mimbres también en lo vocal, que pide muy diversas prestaciones. Además de la cantaora Reyes Carrasco, tenemos la voz de la gentil y refrescante soprano Natalia Labourdette. A ellas se unen el actor Julio León Rocha y la bailaora Paula Comitre. Tendrán como guía la batuta del propio Busto y estarán sostenidos por un estupendo equipo instrumental presidido por El Trío Arbós, que cuenta también con tres instrumentistas del Proyecto Lorca (saxofón y dos percusionistas).