Y de nuevo, ¡aleluya!, aquí está el Concierto de Año Nuevo con la Filarmónica de Viena desde el Musikverein para continuar —polémicas aparte— la venturosa tradición inaugurada en 1939, cuando comenzó en tiempos modernos ese encuentro en la cumbre, que ha seguido un camino fecundo conducido hasta hoy por las batutas más famosas y competentes del mundo. El año pasado, sin ir más lejos, fue Daniel Barenboim el que dirigió –por tercera vez en su caso– la mediática cita de la capital austriaca. Un honor del que también han gozado Harnoncourt, Muti, Dudamel, Nelsons, Maazel, Mehta, Thielemann...
La batuta que se ha elegido en esta nueva oportunidad para presidir el concierto ya ha participado en dos ocasiones anteriores y es asidua colaboradora desde hace tiempo de las huestes vienesas. Se trata de Franz Welser-Möst, nacido en Linz hace 62 años. No es un director que apasione, pero sabe hacer las cosas con tino y elegancia. No muestra en el podio excesiva donosura y es más bien sosote y algo frío. Sus valores y carácter pudieron ser observados en dos ocasiones anteriores, 2011 y 2013.
La gran tradición
Qué duda cabe de que es un director seguro, eficiente, conocedor, correcto en lo rítmico, solvente en lo dinámico, claro, preciso, musical en planos y acentos y, en contrapartida, un tanto impávido, estatuario y relativamente expresivo. La suya es una batuta exacta, flexible, aunque sin elongaciones, retenciones excesivas, fraseos amplios. Sus concepciones son modernas y su estilo parece apartarse de la gran tradición.
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En todo caso, músico solvente, que tiende a la objetividad y al matiz fino, en busca de un espectro sonoro claro, lo que a veces puede confundirse con una cierta asepsia. Le falta, por ejemplo, la fachenda de Prêtre, el humorismo de Boskovsky, la sabiduría en el ritardando de Maazel y la elegancia y sensualidad de Kleiber. Por poner algunos ejemplos. Pero, claro, contamos con el sonido y la maniera de la Filarmónica de Viena, que se entiende bien con él.
Desfilando con la 'Marcha Radetzky'
Cada año, como es lógico, se presentan novedades en el programa, construido a partir de la ingente producción de obras de todo tipo de la familia Strauss y compositores afines. Eso sí, la sesión finaliza tradicionalmente con los dos mismos bises: el vals El bello Danubio azul de Johann Strauss hijo y la Marcha Radetzky de Johann Strauss padre. Tras la célebre fanfarria de Marc-Antoine Charpentier se escuchará la polca rápida ¿Quién baila? Op.251 de Eduard Strauss. Le seguirá el vals Poemas heroicos op. 87 de Josef. Enseguida, aparecerá música del más famoso de los hermanos, Johann, de quien se escuchará la conocida cuadrilla de El barón gitano op. 422.
Luego se da cabida a un compositor coetáneo, Carl Michael Ziehrer , con el vals Una noche acogedora op. 488. La primera parte la cierra otra obra de Johann II, la polca rápida ¡Venid con alegría! op. 386. Se abrirá entonces un espacio de unos 25 minutos en el que, como es costumbre, la televisión austriaca nos obsequiará con un documental. En esta ocasión se anuncian imágenes recordatorias y celebratorias del 150 aniversario de la Exposición Universal de Viena, que tuvo lugar del 1 de mayo al 2 de noviembre de 1873 y que, bajo el lema ‘Cultura y Educación’, fue una gran oportunidad para mostrar la industria, el arte y del desarrollo técnico de la época. Se trataba de conmemorar el 25 aniversario de Francisco José I como emperador.
'Perlas de amor'
La segunda parte se inicia con una no muy conocida obertura de Franz von Suppé (recuerden su Cavalleria ligera y su Poeta y aldeano), la de la opereta cómica Isabella. Y enseguida vuelve la dinastía. El primero en aparecer es Josef, de quien se ofrecen dos obras: por este orden, Perlas de amor, vals de concierto op. 39, que incorpora ya ballet, y una polca francesa, la llamada De Ángelica, op. 123. A continuación, música del hermano Eduard: la polca rápida Arriba y lejos op. 73, que de nuevo requiere la presencia del cuerpo de baile.
Y estamos otra vez con Josef, tan solicitado en esta velada: la poco conocida polca francesa Espíritus alegres op. 281, en la que intervendrán, algo novedoso, los coros de niñas y niños de los Cantores de Viena.Y, ya casi hasta el final, la Filarmónica a las órdenes del diligente Welser-Möst nos vuelve a meter en los entresijos de la música de Josef: polca rápida Para siempre op.193, vals Jilgueros op. 114, Allegro fantástico, una suerte de fantasía orquestal, Anexo 26 b, y el tan excitante Vals de las acuarelas op. 258.
Millones de espectadores
Entre esta dos últimas composiciones se ubican dos rarezas de Hellmesberger, la Polca de las campanas y el galop del ballet Excelsior. El concierto habrá entonces terminado, por lo que se procederá a la tradicional entrega de flores. Pero, claro, luego vienen los bises, el primero, antes de los sabidos, la polca rápida El golpe de los bandidos op. 378 de Johann hijo. Sobrevendrá entonces la felicitación de director y orquesta y, como se ha anunciado ya, las dos perlas habituales. Para gozo y regocijo del personal asistente y de los millones de espectadores televisivos u oyentes radiofónicos.
Al micrófono de Radio Clásica y de Televisión Española, Martín Llade, en lo que será ya su sexta singladura tras el fallecimiento de José Luis Pérez de Arteaga.
Interludios danzados
Por Elna Matamoros.
Ashley Page (Rochester, 1956) es responsable de la coreografía que este año disfrutaremos en el Concierto de Año Nuevo. Heredero natural del British humour de Ashton y MacMillan, el que fue director del Ballet de Escocia se enfrenta a su tercera edición como coreógrafo del gran evento musical tras sus éxitos anteriores en 2013 y 2014. Emma Ryott vestirá a los artistas del Ballet de la Ópera Estatal de Viena, que interpretarán en esta ocasión tres -uno más de lo habitual- interludios bailados: los valses Perlen der Liebe y El Danubio azul, además de la veloz polca Auf und davon! de Eduard, el tercer y más bailarín de los hermanos Strauss.