Rocío Molina e Israel Fernández. Fotos: Simone Fratini y Rufo

Rocío Molina e Israel Fernández. Fotos: Simone Fratini y Rufo

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Rocío Molina e Israel Fernández en Suma Flamenca: voces y cantes rotos en la penumbra

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Este año, el lema de Suma Flamenca, el festival de la Comunidad de Madrid, es Oriente flamenco. De Ronda a Cartagena. Claro que esto apenas se refleja en la programación, pero sí en un ciclo previo de ponencias en el Ateneo madrileño, ilustradas con músicas de esas regiones.

Como siempre ocurre en las grandes citas, que en esta ocasión se prolonga del 15 de octubre al 3 de noviembre, hay propuestas para todos los gustos. Al lado de la variedad musical e interpretativa, se conjugan patrones que van desde una tradición constantemente renovada hasta modelos que podemos situar en el ritual de una vanguardia en busca de paisajes desconocidos, aunque de manera invariable siempre haya un anclaje con fórmulas que se pueden considerar atávicas, pero que son las que le otorgan entidad al género.

Lo dice Rocío Molina (Torre del Mar, 1984), que estrena Cuadrar el círculoImprovisación sobre una cosa o más cosas (30 de octubre en los Teatros del Canal): "cuando en el flamenco penetramos en un recinto de seriedad, en el dominio de lo oculto, es cuando aparece lo ancestral, algo que está incrustado en nuestras mentes desde antiguo, esas voces rotas en la penumbra... Pero como los extremos se tocan, al mismo tiempo emerge lo humorístico, incluso lo absurdo. Se pueden entremezclar esas líneas, como filos por los que me satisface ir caminando para descubrir otras realidades".

Con infinidad de galardones nacionales e internacionales -Premio Nacional de Danza, León de Plata de la Danza de la Bienal de Venecia o Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes-, Rocío Molina habla de Cuadrar el círculo como de una performance catártica, que no entra en el esquema conceptual de espectáculo, "al menos -precisa- en el sentido que tenemos los flamencos de hacer un espectáculo. Prefiero llamarlo performance, más que nada porque voy a provocar una escena, y luego esa escena nos va a provocar a nosotros y saldrá lo que tenga que salir".

Su universo es la magia, el intentar penetrar en zonas inéditas, a veces perturbadoras, que nos zamarrean. Cada representación es una experiencia vital, que puede resultar reveladora. "Para mí, el espectáculo de la improvisación es un riesgo: nos miramos, tenemos el estómago encogido, el no saber si reír o llorar. Esa tensión debo alterarla, que sea diferente en cada representación. Es un juego en el que me encuentro en mi salsa porque permanezco todo el rato rozando el vértigo".

"La improvisación es un riesgo y un juego en el que me encuentro en mi salsa porque todo el rato rozo el vértigo". Rocío Molina

En resumidas cuentas, le pregunto, ¿al final de su nueva obra consigue la cuadratura del círculo? Después de la risa, me contesta que no lo sabe. "A lo mejor, en vez de cuadrarse, se descuadra. Si pretendes algo en el ámbito del azar, de las improvisaciones, de lo aleatorio que hay en el flamenco y en los flamencos, es difícil cuadrar cualquier cosa. El compás, sí; al contar con buenos artistas todo está muy ajustado, pero yo necesito romper ese acoplamiento, salirme de la esclavitud del compás. Entonces no persigo cuadrar nada, la verdad. Lo que pretendo, en cualquier caso, es guardar el misterio. Eso, sí".

Además de Rocío Molina, la danza está ampliamente representada en esta XIX edición de Suma Flamenca con nombres como los de Manuela Carrasco, en su gira de despedida, Belén Maya, Marco Flores, Juana Amaya y Lucía Ruibal. Y en guitarra, sigue el éxito de Gerardo Núñez y su Guitarra desnuda, además de Pepe Habichuela con Josemi Carmona, Vicente Amigo, Alfredo Lagos, José María Gallardo del Rey y Miguel Ángel Cortés, Antonia Jiménez y Yerai Cortés.

En el cante, voces como las de Carmen Linares, los Sordera, Aurora Vargas, Marina Heredia, Pedro el Granaíno e Israel Fernández, que anuncia aquí su concierto El Gallo Azul (2 de noviembre en los Teatros del Canal), lugar céntrico de Jerez, que fue punto de encuentro de la flamenquería, en un trasiego de tratantes, comisionistas, con la música de fondo de las veladas de cante en los reservados. "Es un homenaje al arte jerezano, una recreación, según mi forma de verlo, recordando los ecos de Manuel Torres, El Gloria, La Paquera, Juan Mojama...".

Para Israel Fernández (Corral de Almaguer, Toledo, 1989) cualquier ocasión es propicia en su reivindicación de la cultura gitana, aunque, dice, "sin pretensiones, porque ante todo soy aficionado, amo al flamenco en su diversidad y no hago distinción de razas, pero, claro, soy gitano y esa es la manera que tengo de sentir".

"Conecto con una generación cercana a la mía. Quisiera que la juventud participase de este arte hermoso". Israel Fernández

Lo que sí es cierto -y eso no ocurría desde la época de Camarón- es que la figura de Israel está abriendo las puertas del flamenco a una considerable masa de jóvenes o muy jóvenes, que se sienten identificados con su figura. "Aunque no sea el único objetivo, creo que por edad conecto con una generación cercana a la mía. La juventud es el futuro y quisiera que descubriesen y participasen de un arte tan hermoso. Como artista, ese es mi mayor empeño".

La estética de Fernández, su talante expresivo, se nutre con naturalidad lo mismo de la música electrónica, como demostró en su disco Pura sangre, que acompañado solo por un guitarrista de corte tradicional en Por amor al cante. Son los diversos caminos que se reflejan en Suma Flamenca.