William Forsythe. Foto. Julio Palomar
La actuación de William Forsythe en Madrid se presenta como uno de los grandes acontecimientos del año. Este coreógrafo estadounidense dirige desde hace 18 años una compañía de excelentes bailarines: el Ballet de Frankfurt, formación que será disuelta en el año 2004, cuando finaliza el contrato de Forsythe. Por eso, sus actuaciones en el Teatro Real de Madrid los días 5, 7 y 9 de noviembre con The Loss of Small Detail se presentan como la última ocasión para ver el trabajo del artista. Más todavía cuando la coreografía es, según confiesa a El Cultural, “mi obra fundamental”.
Hay pocos nombres tan ineludibles para entender la danza occidental actual como el de William Forsythe. Este coreógrafo estadounidense que ha desarrollado la mayor parte de su carrera en Europa, tiene ideas claras, una mirada amplísima de la cultura contemporánea y una compañía de excelentes bailarines con la que ha trabajado durante los últimos dieciocho años. Con Forsythe al frente del Ballet de Frankfurt, esta compañía se ha convertido en uno de los más brillantes exponentes del ballet contemporáneo que existe, una referencia clave para situar la danza actual y que ha ejercido una gran influencia en muchos de los coreógrafos emergentes que hoy día utilizan su base técnica.
Sin embargo, la última etapa del Ballet de Frankfurt ha estado marcada por una serie de polémicas decisiones por parte de los responsables municipales de Frankfurt. Primero, fue la amenaza de reconvertir la compañía en una de repertorio clásico, luego un recorte drástico de presupuesto y, finalmente, la decisión de deshacerla en el año 2004. Muestras de apoyo para
Forsythe llegaron de todas partes del planeta pero a finales de agosto el coreógrafo difundió una carta de dimisión. El ayuntamiento de Frankfurt ha expresado su intención de deshacerse de la compañía en 2004, cuando Forsythe termina su contrato. En la entrevista que El Cultural mantuvo con el coreógrafo, éste se ha negado a contestar cuestiones relacionadas con el tema y sólo quiere hablar de su trabajo, concretamente de lo que presentará en Madrid:
The Loss of Small Detail.
Su obra fundamental
Forsythe califica esta pieza de “mi obra fundamental” y la describe así: “La pieza se abre en un amplio y blanco plano que empieza a cambiar, como la respiración del cuerpo, y se diluye en la voluminosa música de Thom Willems. Comienza con simples líneas que luego proliferan y se despliegan en formas de progresiva complejidad; la intensidad y geométrica inteligencia del cuerpo de baile funciona como una vara luminosa hacia la cual los bailarines proyectan sus pensamientos”.
Forsythe carga de conceptos la figura del bailarín. Así, en
The Loss of Small Detail crea un cuerpo de baile “que tiende a movimientos cada vez más leves y concretos, hasta que los bailarines -añade- lo superan concentrándose en la perspectiva que tienen a sus espaldas. Al igual que una piedra que cae en el agua, esta forma llega a un punto sin retorno en el cual la mente resuena en la distancia, constante. El cuerpo comienza a generar energía y se sume en un estado de complejidad, donde los fluidos reaccionan.” Al movimiento en escena se le suma el verbo y el objeto: “Cuando las palabras de Yukio Mishima se proyectan en las paredes, la nieve empieza a caer con fuerza en varias direcciones, alcanzando la estructura en la que el tejido de la pieza se sustenta. Los bailarines comienzan una intrincada forma de disolución, sus cuerpos son pura forma y tiempo perdido. Se convierten en un lente que concentra la energía del mundo en el ser , que les lleva a agruparse, y la pieza comienza a moverse violentamente, para precipitarse en la visión del espectador”.
La pieza cita un pasaje de Yukio Mishima que habla, entre otras cosas, del deterioro inevitable que produce el paso del tiempo y el contraste entre lo esencial y lo exterior. Cuenta con música original del compositor holandés Thom Willems, colaborador habitual de Forsythe que en esta ocasión ha creado una melodía de escasos tonos que subraya el carácter hipnóptico de la pieza, y vestuario de Issey Miyake, uno de los creadores de moda más fascinante. La pieza ha sido revisada por Forsythe en varias ocasiones porque, según confiesa, “habitualmente nunca doy por terminada un coreografía”.
Nacido en Nueva York en 1949, Forsythe estudió danza en la universidad (algo no tan común para un bailarín en su época) antes de entrar en el Joffrey Ballet en 1971. Dos años más tarde cruza el charco para formar parte del Stuttgart Ballet, que en aquel entonces dirigía John Cranko y donde Forsythe comenzó a desarrollar su faceta creadora que aportaría una veintena de obras al repertorio de la compañía a la vez que iniciaba una labor como coreógrafo invitado para diversas formaciones, primero en Alemania y luego en otros países europeos y en los Estados Unidos. En 1984 se produjo el enlace que le permitiría a Forsythe desarrollar plenamente su labor creativa. Asumió la dirección del Ballet de Frankfurt, una compañía municipal cuyos integrantes se convertirían con el tiempo en verdaderos cómplices de la labor del coreógrafo. La transición no fue del todo fácil. Por un lado Forsythe maneja con enorme soltura el lenguaje del ballet pero su interés no se centra en conservarlo tal cual sino en situarlo dentro de una sintaxis actual y abierta. “únicamente uso la tradición como punto de partida”, añade. Sus coreografías rompen fronteras, exigen una ampliación de la perspectiva a sus bailarines y al público. Incorporan la inmensa curiosidad de este creador que se interesa por todas las facetas de la cultura contemporánea y que se expresa con precisión y elegancia. La organización del espacio escénico, la iluminación y la música no obedecen las reglas a las que estamos acostumbrados. Los bailarines (de un nivel excelente) se encuentran estimulados por los retos que el coreógrafo les proporciona y por su participación activa en el proceso de creación, facilitado por un conocimiento profundo de sus intérpretes y un gran respeto mutuo.
Fascinar y sacudir
Las coreografías de Forsythe ya están en el repertorio de las compañías más importantes del mundo de danza contemporánea. El coreógrafo tiene establecido que sus obras para otras compañías se apoyen en un vocabulario de ballet, mientras que los que desarrolla con sus propios bailarines amplían las posibilidades del movimiento y de la ambientación teatral. Quizás al público le ha costado más entrar en una nueva percepción que rompe con los cánones. Sus ballets no deja indiferente a nadie, son obras complejas que llegan por otra vía, y con contundencia.
Como comentó Forsythe al llegar al Ballet de Frankfurt, “intentamos mantener una sintáxis lógica sin recurrir al lenguaje retórico del ballet. La coreografía es un lenguaje. Es como el alfabeto y no necesariamente tienes que deletrear palabras que ya conoces... el valor de un lenguaje está determinado por el contexto en que aparece. Lo más importante es como hablas ese lenguaje, no lo que dices”.
Las representaciones en Madrid serán las últimas de esta coreografía en preparación para el cierre eventual del Ballet. Si esta propuesta sigue adelante, la ciudad perderá uno de sus valores culturales más preciados a nivel internacional. Animo a acudir al Teatro Real para ver, posiblemente por última vez, a una gran compañía dirigida por un creador fuera de serie.