Al correr de los años. Ensayos reunidos
Arthur Miller
31 octubre, 2002 01:00Arthur Miller. Foto: Archivo
Cuando Miller recibe el premio Príncipe de Asturias de las Letras nos llega esta completa edición española de sus ensayos, en la que se reúnen dos colecciones aparecidas en EE. UU. en 2000 y 2001, Echoes Down the Corridor y On Politics and the Art of Acting.Son casi medio centenar de ensayos de desigual extensión, de los cuales sólo uno no había sido publicado previamente, y trata de un tema que siempre preocupó a su autor, la imposibilidad de que perviva un teatro exclusivamente fiado a las leyes del mercado sin el menor apoyo de los poderes públicos. A este respecto, el autor de Muerte de un viajante considera que el teatro nunca morirá, pero se muestra muy preocupado por su banalización posmoderna, la misma que hizo a Orson Welles despilfarrar "casi todos sus poderes creativos al lado de la piscina" (pág. 298) y está a punto de erradicar toda noción del escritor como activista de los espíritus para convertirlo en operario de una poderosa factoría de diversión. En este contexto, el arte teatral le parece algo así como "la quinta rueda de una carreta que en realidad solo precisa de cuatro" (pág. 273), y teme que estemos asistiendo al final de una era bimilenaria en la que los escenarios fueron el templo de la catarsis social.
Los dos libros que aquí se reúnen ofrecen una cierta modulación diferencial en lo que a su temática se refiere. El segundo de ellos es, aparentemente, más literario, con ensayos sobre algunos de sus dramas fundamentales, como Muerte de un viajante o The Crucible, cuyo título se tradujo más explícitamente como Las brujas de Salem. Por el contrario, la otra parte ofrecería textos fundamentalmente políticos, con una fuerte impronta autobiográfica en todo caso. Miller es autor de una autobiografía, Vueltas al tiempo (Tusquets, 1988), pero gran parte de estos ensayos de ahora nos remiten a los momentos cruciales de su vida no tanto en clave solipsista cuanto marcadamente social. Desde su nacimiento e infancia en Brooklyn, en el seno de una familia judía, hasta sus actividades como representante del PEN Club internacional en nuestro convulso final de siglo, Miller nos ofrece aquí un testimonio impagable de su vivencia de la libertad en el recinto universitario de Ann Arbor, tan contrapuesta a la psicosis colectiva del maccarthismo, que lo llevó a declarar ante el Comité de Actividades Antiamericanas, y nos ilustra, por caso, acerca de su participación como delegado demócrata en las convenciones de Chicago y Miami previas a los triunfos del republicano Nixon.
Mas Al correr de los años, en la conformación con que nosotros podemos leerlo, no ofrece fisuras, sino una más que notable unidad de sentido e intención. Lo autobiográfico, lo literario, lo testimonial y lo político están totalmente amalgamados. Y la clave aparece explicitada también aquí. Cuando Miller protagoniza, junto a su colega Harold Pinter, una tensa escena en la residencia del embajador norteamericano en Ankara, a la sazón defensor de la dictadura de Turgut Ozal, justifica su radical disidencia con estas palabras: "Somos dramaturgos y los dramaturgos son muy distintos de los poetas, de los novelistas y quizá de cualquier otra clase de escritores. Nosotros nos ocupamos de lo concreto" (pág. 248).
Hay, asimismo, otra línea de fuerza que contribuye a la unicidad de este libro imprescindible para mucho más que para el conocimiento de uno de los grandes dramaturgos universales de la segunda mitad del siglo XX. Se trata de la visión que Miller tiene de la política en clave teatral, que, presente en varios de sus ensayos, es el tema de una pieza maestra, la última aquí incluida, que data de 2001 como lo había sido ya de su drama The Archbishop"s Ceiling en 1977. Para Miller, la clave del político es la autenticidad fingida, que él ve como la exacerbación pragmática del principio de Stanislavsky. Se introduce así una variable de ficción en la que reside el pecado del poder: no solo distorsionar la realidad, sino convencer a los ciudadanos de que lo falso es verdadero, de lo que fue en su día índice extremo la afirmación del demagogo Huey Long, contrincante de Roosevelt: "Cuando el fascismo llegue a Estados Unidos, se le llamará antifascismo".