Escena de Negro-Goya

José Antonio estrena el 8 de julio en el 60 Festival de Granada Negro-Goya, un ballet inspirado en las pinturas tardías del pintor aragonés. Es una de las coreografías más singulares del Ballet Nacional de España, con música original de Enric Palomar.

No son muchos los ballets inspirados en la obra de un artista plástico. La pintura, más que como argumento, ha funcionado en la danza como apoyo escenográfico o de vestuario. Sin embargo, José Antonio celebra el 60 aniversario del Festival de Granada con una obra singularísima, Negro-Goya, cuyo desafío ha sido el de coreografiar la plástica más tardía del artista aragonés, la de sus pinturas negras de la Quinta del Sordo y Los caprichos. Con esta obra José Antonio dice adiós al Ballet Nacional de España (BNE), al que llegó por segunda vez para dirigirlo en 2004, ya que su discípulo Antonio Najarro se hará cargo de él en septiembre. Han sido siete años fecundos en su carrera, "también para la formación, que ha recuperado un repertorio histórico y se ha asentado con unos bailarines versátiles capaces de ejecutarlo", explica el director.



Negro-Goya surge de la colaboración entre el coreógrafo madrileño con el compositor barcelonés Enric Palomar. "Mi familia es de un pueblo cercano a Fuendetodos, al que fui mucho de niño", apunta el compositor, "digamos que el paisaje duro de esta zona de Belchite me es muy próximo y, por otro lado, siempre me subyugó la última etapa artística de Goya, la veía muy susceptible de ser musicalizada. Conocí a José Antonio, le expuse la idea, le interesó y comenzamos a trabajar sobre la dramaturgia. Porque este trabajo hubiera sido imposible sin un acuerdo con el coreógrafo sobre qué contar y cómo".



El ballet no sigue una línea argumental, sino que es una secuenciación muy plástica y abstracta de los últimos días de Goya. "Nos hemos basado en Los caprichos, el Aquelarre y Los desastres de la guerra para hablar de un Goya despojado del tópico, sometido a la tortura psicológica de su sordera y a una presión política que le lleva a exiliarse en Burdeos. Goya era un cronista de su época, pero a la vez hacía una pintura intemporal que tiene hoy una gran vigencia", dice José Antonio. También hay una pincelada política con la que culmina el espectáculo. Duelo a garrotazos, pintura que ha sido interpretada como el enfrentamiento fraticida entre españoles, toma cuerpo al final del ballet en forma de lucha escénica: "Este baile funciona como un epitafio. Es triste pero es así, nuestra país ha evolucionado, pero seguimos luchando contra nosotros mismos, no superamos ciertos trances de nuestra historia, es como si no tuviéramos escapatoria", añade el coreógrafo.



El ballet se sostiene en dos personajes. Goya, que interpreta el también coreógrafo Fernando Romero, premiado este año en Moscú con el Benoit de la Danse al mejor bailarín en la primera vez que la danza española alcanza tal reconocimiento internacional. Y Leocadia, la mujer que acompañó a Goya hasta el final de su vida y cuyo retrato él pintó en los muros de su casa a las afueras de Madrid conocida como La Quinta del Sordo. El personaje es bailado por la principal Elena Algado y es metáfora de una realidad de la que Goya huye para refugiarse en su mundo fantasmagórico. José Antonio ha invitado también a Miguel Angel Espino, pues considera que es "muy ilusionante para los bailarines y para nosotros recuperar a figuras que pertenecieron al BNE". Espino, que abandonó la formación en 1986 para crear su compañía, interpreta aquí al macho cabrío de Aquelarre.



Respecto a la partitura, Palomar explica que ha huído de "todos los tópicos españoles. Es una música sinfónica que no tiene ningún sustrato popular, pero que nadie se espere un composición de altos vuelos vanguardistas. Sí hay ritmos que yo he intentado esconder". Soleás por bulerías y otros palos que laten subterráneamente, pero que sólo un oído experto puede descubrirlos.



También José Antonio se ha sentido muy libre a la hora de manejar el vocabulario coreográfico. "Me interesaba, sobre todo, disponer de una música potente para que yo pudiera utilizarla a mi antojo, para crear sin cortapisas. Así que hay pasos aflamencados, también de escuela bolera, hay tres parejas vestidas de época que bailan con máscaras... Creo que este ballet es un compendio de mi carrera como artista y como coreógrafo. Y es un trabajo muy, muy especial sobre un artista al que hemos dado una personalidad fantástica".



El coreógrafo hace especial hincapié en el trabajo de la figurinista Sonia Grande, que ha hecho "una vestuario de antología, muy arduo en su elaboración". Se refiere a que ha exigido hacer estampaciones de los cuadros citados en las telas, así como tratamientos para texturizarlas. Igualmente, la realización de las máscaras que emplean los bailarines y el atrezzo ha sido una compleja labor de artesanía. Es fácil imaginar una iluminación tenebrista si la referencia son las pinturas negras de Goya, pero José Antonio lo desmiente:"Al contrario, hemos perseguido la luz, no es nada sombrío".



Esta no es la primera vez que José Antonio se inspira en la obra de un pintor, pues en 2001 estrenó Picasso: Paisajes. Y tampoco es la primera vez que vuelve sobre Goya, ya que su popular y estilizada coreografía sobre la escuela bolera Aires de villa y corte, de 1994, lleva implícita un trabajo de documentación sobre el Madrid de 1800 a partir de los cartones para tapices en los que el pintor recreó escenas palaciegas. Años más tarde imaginó Goya divertissement para un encargo del Teatro Kirov de Moscú.



José Antonio deja el BNE pero su herencia es grande. Bajo su dirección, el Ballet ha recuperado un baile tan singular como la escuela bolera (reponiendo Escuela Bolera de Pericet y la ya citada Aires de ...) y ha destacado como uno de los coreógrafos más prolíficos y ambiciosos (sus últimos trabajos han sido El Café de Chinitas y El corazón de piedra verde). No lleva la cuenta de sus creaciones, pero sí que son muy variadas porque, como dice, "siempre intento no repetirme, que mis coreografías no se parezcan unas a otras, y siempre he procurado que hubiera en ellas una búsqueda, un sello personal".