Los bailarines Daan Vervoort (Don José) y Emilia Gísladöttir (Carmen). Foto: Jesús Vallinas

Johan Inger se ha enfrentado al reto de crear una nueva versión de Carmen para la Compañía Nacional de Danza. El Teatro de la Zarzuela acoge, desde el 9 de abril, su visión del mito de la cigarrera. Con vestuario de David Delfín, escenografía de Curt Allen Wilmer y música original de Marc Álvarez, junto a la ya conocida de Rodion Shchedrin, el coreógrafo sueco plantea una obra en la que sigue fiel a su lenguaje y devuelve a la CND un título arrebatador.

El proyecto artístico de José Carlos Martínez al frente de la Compañía Nacional de Danza (CND) ha puesto en los escenarios un repertorio amplio y diverso, que engloba la danza clásica, neoclásica e incluso piezas del más puro ballet romántico. Sin embargo, fiel a su compromiso de abarcar todos los estilos, no ha dejado de incorporar nuevas creaciones desde su llegada. A Johan Inger (Estocolmo, 1967) el encargo le llenó de entusiasmo y fue consciente enseguida de que coreografiar una Carmen para la CND era un gran desafío. Su resultado, apunta a El Cultural, "se aleja tanto de folclorismos como de experimentos vanguardistas".



Inger tiene una larga y reconocida trayectoria en el mundo de la danza; desarrolló una carrera brillante como bailarín, primero en el Real Ballet de Suecia y posteriormente en el Nederlands Dans Theater (NDT). En 1995 dio el salto definitivo a la coreografía con un encargo de Jirí Kylián -entonces Director de NDT- tras haber creado varias piezas para los Talleres Anuales de la compañía; a partir de ahí su obra ha estado reconocida y premiada en todo el mundo. Entre 2003 y 2008 dirigió el Cullberg Ballet y desde 2009 es Coreógrafo Residente del NDT.



No es esta la primera versión de Carmen que forma parte del repertorio de la CND. En 1988, Maya Plissteskaya trajo a la compañía española -de la que era entonces directora- la coreografía que Alberto Alonso creara para ella y Alicia Alonso en 1968; en 2010 fue Tony Fabre -entonces director de la CND2- quien creó su Carmen Replay para un elenco de bailarines jóvenes de la cantera como parte del Programa Pedagógico del Teatro Real y vinculada al Aula de las Artes de la Universidad Carlos III. Ahora, Johan Inger se ha enfrentado a Carmen precisamente desde los orígenes del mito: buceando en Merimée, más que en Bizet, y más en la psicología de los personajes que en la visión romántica del amor desmedido y los celos incontrolables. El personaje de José retoma el papel protagonista que le correspondería, más allá de ser un mero títere en manos de Carmen; José ocupa en esta versión el centro de una espiral de violencia a la que llega movido por los celos, la pasión y la venganza.



Inger ha trabajado con el actor y dramaturgo Gregor Acuña-Pohl desde marzo del año pasado para "poder decidir qué tipo de Carmen quería hacer exactamente", cuenta el coreógrafo. "Obviamente, siendo sueco no iba a ser capaz de hacer una Carmen típica española, pero creo que eso es precisamente lo que más puede interesar". Buscaba una Carmen vista desde fuera, alejada de estereotipos y pinceladas historicistas. "Carmen -añade- es un icono universal, alguien que ha inspirado tanto a hombres como a mujeres desde hace mucho tiempo, y que sigue haciéndolo hoy día". Junto con Acuña-Pohl, desmontó la historia en escenas breves para las que tuvo que encontrar conceptos coreográficos que funcionaran en la dramaturgia. Y pronto se dio cuenta de que buscaba una versión muy personal pero que pudiera llegar a un público amplio. "No he pretendido hacer experimentos vanguardistas. Nuestra Carmen es tan tradicional como moderna, con alguna incorporación personal a la historia".



Hacer una Carmen en España es como caminar por un campo de minas" Johan Inger

Un personaje nuevo aparece sobre el escenario: un niño, testigo de la historia, acompaña al espectador a lo largo de todo el ballet. No aclara Inger quién es. ¿Podría ser Carmen?, ¿José?, ¿nosotros, desde la butaca?, ¿el hijo que nunca tuvieron Carmen y José? La violencia de género que esconde la historia de Carmen cobra cuerpo en el ballet de Inger a través de la mirada de ese niño que sufre de forma injusta la destrucción absurda que se vive a su alrededor. El coreógrafo, así, nos presenta el crimen final como un hecho innecesario, evitable y, desde luego, intolerable en la vida real.



La música, siempre uno de los pilares fundamentales en los trabajos de Inger, también tiene mucho que decir en esta obra. No dudó en elegir la partitura titulada Carmen Suite que Rodion Shchedrin escribiera para cuerda y percusión a partir de la música de la ópera original de Bizet. Shchedrin, marido de Plissetskaya, la había creado para la célebre Carmen del cubano Alberto Alonso. "La encuentro muy inspiradora pero ha sido todo un desafío averiguar cómo íbamos a conseguir hacer con una partitura de solo cuarenta y cinco minutos un ballet que tenía que durar el doble de tiempo". Esos dos actos se han completado con música original de Marc Álvarez.



Distintos ambientes

Curt Allen Wilmer firma el espacio escénico en el que se desenvuelve la obra. "Quería una escenografía que fuera a la vez práctica y dinámica, que pudiera transformar el espacio y que fuera parte de la coreografía", cuenta Inger. Así, ocupan el escenario nueve prismas móviles constituidos por unos bloques triangulares que han participado en los ensayos todo el tiempo y que los bailarines mueven creando distintos ambientes. "Para las primeras escenas, en el exterior de la fábrica de tabacos, utilizamos un color hormigón; después otro ambiente más vivo y glamuroso con espejos para los momentos de la fiesta y los dúos de amor, y conseguimos una atmósfera totalmente diferente para el segundo acto que enfatiza la muerte, los celos y la violencia jugando con la oscuridad de las caras negras de nuestro decorado".



El suelo también cambia de color con cada acto reflejando dos ambientes opuestos, metáfora de la transformación que va sufriendo José . Esta estética urbana y casi industrial de la escenografía queda realzada por los diseños de vestuario de David Delfín. "Le pedí que coqueteara con las tradiciones que rodean a Carmen y los demás personajes, pero a su aire", dice Inger. "Apareció con un vestuario impecable, casi minimalista. Eligió pocos colores, reducidos a una gama suave que evita elementos decorativos y deja que tanto los bailarines como la coreografía resulten limpios".



Ha sido un proceso de creación compartido con el equipo de la CND. "Llegué muy preparado a la sala de ensayo, pero me gusta trabajar directamente con los bailarines en la coreografía y estar abierto a lo que pueda salir durante nuestras conversaciones. Creo que hemos logrado una versión inteligente y generosa. Hacer una Carmen en España es como caminar por un campo de minas; hagas lo que hagas, vas a pisar una bomba". Seguro de que es imposible satisfacer a todos, sabe que la mejor elección es encontrar su camino y tratar de hacer un trabajo rico y lo mejor rematado posible. "Eso lo he hecho. Me responsabilizo de cada decisión . Y anticipándose al abanico de opiniones que vendrán, añade: "¿Gustará a todo el mundo? ¡No! ¿Debería ser más vanguardista, más tradicional o más original? Que lo decida el público".