Día de la Danza: bailarines agarrados al mobiliario
Los bailarines 'celebran' la jornada mostrando su trabajo en casa y clamando por un mínimo de protección ante un futuro incierto
28 abril, 2020 17:36Llega un Día Internacional de la Danza en un formato inimaginable hasta hace pocas semanas. Con artistas recluidos y teatros vacíos, los bailarines se enfrentan a la intranquilidad económica acentuada por la angustiosa dificultad que implica mantener su forma física mientras se encuentren encerrados en pocos metros cuadrados. El bailarín y coreógrafo sudafricano Gregory Vuyani Maqoma, encargado de escribir el manifiesto de este año, se refiere en su texto a la libertad del artista, pero también habla de empatía, liderazgo y propósito.
Con el cierre de los teatros de ópera, ballets como los de Viena, Stuttgart y Eslovenia, entre otros, tuvieron que aplazar sus principales estrenos del año; el American Ballet Theatre ha cancelado todos los espectáculos de su temporada en el Metropolitan Opera House. Coreografías congeladas que tendrán que esperar en las salas de ensayo como retales de un trabajo sin terminar mientras sus intérpretes se esfuerzan desde casa para poder retomar el trabajo, aunque en una fecha incierta, en las mejores condiciones físicas posibles. Sin acceso a las salas de ensayo ni a los gimnasios, los bailarines revisan desde casa los videos de las coreografías para no olvidar pasos, cuentas musicales y movimientos que repiten una y otra vez para que la memoria muscular los mantenga activos. Estos días, los bailarines se muestran en las redes sociales sin pudor y las grandes estrellas reparten consejos y rutinas diariamente. Marianela Núñez (Royal Ballet de Londres) nos explica cómo prepara sus zapatillas de punta sentada en la alfombra de casa; Jon Vallejo (Dresden Semperoper) no se baja de su bicicleta estática que ha colocado en la terraza; Maria Kochetkova hace su barra de ballet diariamente sosteniéndose en una tabla de planchar… la hemos visto contenta cuando le salen los giros y desesperada cada vez que choca sus piernas eternas con alguna esquina del cuartito.
¿Exhibicionismo o generosidad? Algunos bailarines, de forma más o menos espontánea, ofrecen su trabajo técnico diario en las redes convirtiéndose en símbolo de resistencia y pasión profesional mientras otros critican el riesgo de recomendaciones o ejercicios poco adecuados para alguien poco experimentado que quiera practicar en casa; no son maestros, pero imparten clase. Derrochan juventud y ganas de bailar mientras su única experiencia en la docencia es ellos mismos, pero en estos momentos miles de jóvenes -estudiantes y profesionales- siguen las correcciones y advertencias de sus ídolos con fervor.
Los bailarines de Instagram se visten y peinan escrupulosamente aunque con aparente desgana; se presentan ante sus dispositivos móviles como si en vez de agarrados al aparador de su casa estuvieran en una sala del Teatro Bolshoi. No todo es para la foto; los bailarines suelen comportarse así por puro compromiso profesional y con su actitud están incentivando el trabajo personal y la disciplina de multitud de estudiantes de danza en todos los rincones del mundo.
Algunas compañías han institucionalizado sus clases online con admirable rigor: el Het National Ballet (Ballet Nacional de Holanda) ofrece cada día la clase de uno de sus maestros, Ernst Meisner, impartida en la sala de ensayo de la compañía y acompañada por su pianista en vivo. Tamara Rojo, directora del English National Ballet, cuenta con el mostrador de su cocina como barra de ballet y las grabaciones que le prepara el director musical de la compañía para impartir su clase diaria; además de poder ver a Rojo haciendo sus ejercicios de barra -la parte más íntima del entrenamiento de cualquier bailarín- y escuchar sus consejos, los seguidores de la bailarina pueden también contemplar a su pareja, el Primer Bailarín Isaac Hernández, repetir las combinaciones preparadas por ella sobre un tapiz de danza que la propia compañía -como muchas otras en todo el mundo- ha distribuido entre sus bailarines para que puedan trabajar en casa sobre el suelo adecuado, y evitar así posibles lesiones.
La clase de Tamara Rojo desde su cocina arrasa en las redes. La Ópera de París, sin embargo, se ha decantado por mostrarnos a sus bailarines trabajando en la intimidad bajo el paraguas de una institución que, precisamente, triunfa por el aura de excelencia e inaccesibilidad de sus artistas; no importa si son madres de familia, si comparten piso o si saltan en el jardín, sus bailarines parecen inalcanzables y quizás precisamente por eso, verles trabajando en casa resulta tremendamente inspirador.
En España, nuestras dos compañías nacionales -Ballet Nacional de España y Compañía Nacional de Danza- se han unido para retar a sus seguidores en la redes a emular una pieza interpretada por los directores de ambas agrupaciones en el Día Internacional de la Danza. Muestran los videos con los hashtags #YoBailoenCasa, #DiaInternacionalDanza y #challengedanza.
Mientras tanto, los bailarines y coreógrafos que se mueven en otros circuitos o trabajan en agrupaciones y espectáculos de pequeño formato añaden más preocupaciones a su realidad; ellos no tienen una nómina asegurada. En España, a iniciativa del Centro Coreográfico María Pagés de Fuenlabrada, se ha presentado el manifiesto En defensa de la danza, con el apoyo de artistas como Sol Picó, Eva Yerbabuena, Julio Bocca, Goyo Montero, José Carlos Martínez, Rubén Olmo, Antonio Ruz, Rocío Molina y Sidi Larbi Cherkaoui, entre otros. Más de un centenar de bailarines, coreógrafos y agentes culturales reivindican una perspectiva viable de cara a los próximos años; no sólo recuperan antiguas peticiones del sector -como el Pacto de Estado por la Cultura o el Estatuto del Artista- sino que reclaman soluciones que hagan posible su continuidad creadora en el futuro incierto en el que la situación actual les ha envuelto. Reclaman, además, la necesaria visibilidad de una danza en vivo, manteniendo la cercanía con el espectador.
El bailarín y coreógrafo Jean-Georges Noverre, cuyo nacimiento se conmemora el Día Internacional de la Danza, ya advirtió en sus célebres cartas publicadas entre 1760 y 1807 de los retos a los que se enfrentaba este arte con la entrada al nuevo siglo; también lo hizo el coreógrafo August Bournonville en las suyas que, siguiendo el modelo del anterior, escribió y publicó cien años después. Gran parte de las advertencias de ambos siguen pendientes.